TIJUANA, BC. Baja California cerró 2011 como el octavo lugar nacional en superficie consumida por el fuego, con 19 mil 508.56 hectáreas siniestradas en los 304 incendios forestales que se presentaron en la entidad durante el periodo del 1 de enero al 31 de diciembre pasado.
Esa cantidad, muy alejada del máximo histórico del estado –78 mil hectáreas en el año 2009–, representa un éxito para el Sistema de Alerta Temprana que en Baja California opera la Comisión Nacional Forestal (Conafor) para monitorear las condiciones de humedad y verdor en las áreas de alto riesgo.
También simboliza poco más de 2% de la superficie que a nivel nacional se quemó en los 12 mil 061 incendios forestales que se registraron el año pasado en México: un total de 954 mil 936.40 hectáreas, la cantidad más grande desde 1998, en que se consumieron 849 mil 633 hectáreas.
De acuerdo con datos de la Conafor, este repunte nacional en las conflagraciones forestales durante el Año Internacional de los Bosques, se originó principalmente por tres factores:
1. El alto contenido de follaje seco el cual, irónicamente resultó de las lluvias abundantes del verano pasado con la presencia del huracán Alex.
2. Las altas temperaturas, asociada con la sequía actual, que favorece la condición inflamable del material combustible.
3. El detonador tradicional del fuego o la chispa –accidental o provocada– que inicia los incendios forestales.
Asimismo, los puntos más críticos de la temporada de conflagraciones en las áreas boscosas del país se registraron en los meses de abril a mayo y sólo 1% de los siniestros tuvo causas naturales como descargas eléctricas.
El 99% restante se originó por actividades humanas como quemas agropecuarias (38%), fogatas de paseantes (12%) y fumadores (11%).
El récord histórico de conflagraciones también preocupó al sector académico nacional y dos especialistas, los doctores María Valdés Ramírez y Alejandro Velázquez Martínez, alertaron sobre los efectos que en el clima pueden tener los poco más de 12 mil incendios que se dieron en la temporada que cerró el pasado 31 de diciembre.
Cuando a mitad de 2011 el país ya registraba 534 mil hectáreas quemadas, ambos investigadores coincidieron en señalar que el exceso de bióxido de carbono producido por los incendios y liberado a la atmósfera, conduce a un incremento importante de calor.
Además, por la sequía prolongada en la mayoría del territorio nacional, en los bosques hay actualmente una gran cantidad de material combustible.
Valdés Ramírez, investigadora de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), consideró que si bien la afectación que provocan los incendios es baja desde el punto de vista del recurso forestal en su totalidad –hay alrededor de 140 millones de hectáreas de bosques en México–, no dejan de tener impacto en el ambiente.
Uno de sus efectos, destacó, es la deforestación y la consecuente pérdida de suelo y aumento en el riesgo de inundación y erosión, así como el crecimiento de la desertificación, que se define como la pérdida del potencial biológico de un ecosistema.
“El 68% del territorio nacional, es decir 123.3 millones de hectáreas, han perdido más de 50% de su potencial biológico de productividad original, afectando directa e indirectamente a más de 100 millones de habitantes”, reveló la especialista en microbiología del suelo.
Agregó: “En México, el porcentaje de territorio afectado por erosión en grado severo y muy severo asciende a casi 69%, donde 29.1% es por erosión hídrica (agua) y 61.2% por erosión eólica (viento)”.
Por su parte, el doctor Alejandro Velásquez, ex presidente de la Academia Nacional de Ciencias Forestales, apuntó que aun cuando los recursos naturales son renovables con el tiempo, lo importante es que si ocurrió un incendio hay que tener cuidado de favorecer el restablecimiento de la vegetación.
Esto porque las zonas forestales desempeñan funciones múltiples.
“Aparte de su función utilitaria como recurso natural renovable –explicó–, tienen importancia en la conservación de otros recursos asociados como son el agua, la fauna silvestre, la biodiversidad y el suelo”.
Los bosques también son reservorios de bióxido de carbono y proveen otros servicios ambientales y bienes intangibles, como son la belleza escénica.
Además, los científicos destacaron que el cambio climático que se deriva de los incendios forestales no sólo puede tener impacto en periodos largos de sequía, sino que también puede alterar los ciclos de lluvia.
A esto, la doctora Valdés agregó un factor de riesgo más: en México se acostumbra quemar los terrenos constantemente para que rebroten los pastos con que se alimenta todo tipo de ganado.
Esta práctica, sostuvo, con mucha frecuencia provoca que el campesino no controle el fuego y éste se extienda no solamente quemando el pasto seco, sino también los árboles.
“Los campesinos que en nuestro país están en estado marginal grave, o las personas con influencias, queman los árboles para darle otro uso al suelo. En otras ocasiones queman a propósito para tirar sin problema legal los árboles y sembrar maíz”, explicó.
MANEJO SUSTENTABLE
Por ello, ambos especialistas exhortaron a los gobiernos y a la población a evitar la deforestación y la degradación de los bosques mediante la protección de los mismos y la conservación de su salud.
Esto, dijeron, podrá conducir a un manejo sostenible de los bosques, incrementar enormemente el secuestro de carbono y propiciar beneficios sociales y económicos para más de 13 millones de personas que habitan y dependen directamente de los bosques.
Y es que la protección y el manejo sustentable de los bosques son, de hecho, acciones urgentes e impostergables para el país.
De acuerdo con datos del Instituto de Ecología (INE) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), México perdió 6.3 millones de hectáreas de bosques entre 1990 a 2000, lo que afectó el equilibrio ecológico y la biodiversidad del territorio nacional.
Al respecto, la doctora Valdés recordó el caso emblemático de un bosque que formó junto con un grupo de personas hace 30 años en Tepetlaoxtoc, Estado de México, donde con el apoyo de la entonces Subsecretaría Forestal y de la Fauna se construyeron terrazas para trasplantar un total de ocho mil plantas de pino previamente tratadas con sus simbiontes en el vivero.
A este bosque se le prendió fuego en la pasada temporada nacional de secas. Un acto criminal contra la naturaleza que no tuvo castigo y que frustró los ensayos de reforestación.
PREDICIR, PREVENIR, VIGILAR
Otros investigadores –Enrique Jurado Ybarra y Marco Aurelio González Tagle, de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Autónoma de Nuevo León–, consideraron que las mejoras en los sistemas de predicción meteorológica y en las estrategias de prevención y vigilancia, ayudarían a contrarrestar la frecuencia de incendios.
En un artículo para la AMC, los científicos manifestaron que prevenir y vigilar son acciones urgentes en México, país cuyas tendencias históricas en materia de incendios forestales indican que éstos aumentarán en número en los próximos años, influenciados además por los efectos del cambio climático.
“De no actuar en ese sentido –dicen los especialista en plantas de zonas áridas y semiáridas, en biología de semillas, en ingeniería forestal y en manejo de recursos naturales– se observarán desgastes en los ecosistemas causando, entre otras afectaciones, impactos negativos en los estados productores de madera de coníferas y en las economías locales que subsisten del bosque”.
Recordaron que si bien es cierto que los incendios forestales son anteriores a la humanidad, en la actualidad la mayoría de ellos son el resultado de causas humanas, deliberadas o accidentales, como el manejo inadecuado del fuego en parcelas agrícolas o pecuarias, el uso no controlado de fogatas, cerillos encendidos, y muchas veces, de manera lamentable, la intención de causar un incendio.
A estos factores agregaron otro: la falta de una conducción del fuego como parte integral del manejo de bosques, como son los esfuerzos tradicionales para prevenir incendios con brechas cortafuegos y equipo de monitoreo y prevención.
“Sin embargo, también pueden aplicarse incendios fríos y rápidos para reducir el combustible y no causen gran impacto en los ecosistemas; es decir, incendios superficiales de corta duración y baja severidad”, apuntaron.
DEJAR CORRER, NO SUPRIMIR
Al respecto, en Baja California este tipo de propuestas novedosas para predecir, prevenir, controlar y vigilar a los incendios forestales se dan desde 1999, fecha en que un grupo de especialistas del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE) –los doctores Horacio de la Cueva Salcedo, Ernesto Franco Vizcaíno y el ingeniero Celerino Montes–, y de la Universidad de California en Riverside –doctor Richard Minnich–, invitaron al gobierno federal a adoptar una nueva estrategia en el manejo de incendios forestales.
Su propuesta a la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) consistió en permitir que el fuego se desplace por zonas donde no constituya un riesgo, antes que suprimirlo, que es hoy la política oficial del gobierno federal en materia de incendios forestales.
Al hacer su propuesta, aplicable a ciertas zonas forestales del país y que la Semarnat aprobó como anteproyecto para Baja California, los científicos destacaron que su enfoque principal es la prevención para evitar daños a los ecosistemas y proteger a las personas y a sus propiedades.
Por ello, apuntaron, era necesario iniciar un programa con sustento científico para tácitamente dejar “correr” a los incendios forestales en zonas previamente seleccionadas y preparadas para tan controversial decisión.
Para tener éxito en el proyecto se tenían que realizar mapas detallados de la región, ubicar zonas de riesgo y adoptar medidas preventivas en aquellos casos en que los incendios representaran un peligro para las personas o sus propiedades.
Este fue el origen del Sistema de Información sobre Incendios Forestales en Baja California y el Programa de Detección Temprana, que contó con recursos de la Conafor y del Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología (Conacyt) para su creación y puesta en marcha a partir de 2006.
Uno de los investigadores expertos, el doctor Ernesto Franco Vizcaíno, quien trabajó en el Departamento de Biología de la Conservación del CICESE y quien desde 1989 se ocupa del estudio comparativo de políticas de supresión de incendios, considera que antes de combatir un incendio, lo que se hace profesionalmente es realizar un monitoreo experto y estudiar a detalle los incendios forestales.
Esto significa conocer si el fuego se inició por causas humanas o naturales, cuáles son las condiciones climatológicas de la región, cómo se puede comportar el fuego y si este puede poner en peligro la vida de la gente, entre otros aspectos.
“En un lugar como Baja California –describió Franco Vizcaíno en un artículo para la gaceta electrónica “todos@cicese”–, donde existe un mosaico de parches quemados en diferentes épocas, el sistema es resistente al fuego: el incendio progresa hasta que llega a un parche quemado, se le acaba el combustible y se apaga solo”.
Agregó: “Cuando suprimimos el fuego, lo que hacemos es acabar con ese mosaico de parches convirtiendo todo en un gran parche de combustible, y cuando por equis razón hay una ignición, el resultado es un incendio incombatible’”.
Así, para el científico el problema es la humanidad al pensar que es capaz de controlar, suprimir y combatir los incendios forestales, con lo cual causa un desequilibrio ecológico que en el sistema mediterráneo de Baja California –uno de los cinco que existen en el mundo–, puede originar mega deflagraciones del tipo de California, en Estados Unidos.
“Si queremos protegernos del incendio hay que dejar que la naturaleza funcione como siempre ha funcionado: naturalmente. Si queremos acabar con los bosques lo único que se tiene que hacer es apagar incendios”, señaló.
Y es precisamente lo que ocurre en los incendios de California lo que permite a los científicos de Baja California hacer estudios comparativos de los cuales obtener experiencia.
Al referirse a las condiciones de los bosques en Baja California, ubicados en las sierras de Juárez y San Pedro Mártir principalmente, los estadounidenses reconocen que están en muy buen estado de salud y que son ellos los que deben aprender de los mexicanos a cómo no manejar los boscajes.
“En los primero años de la década pasada –recordó Franco–, se presentó una gran sequía en la región del sur de California y el norte de Baja California. A diferencia de los bosques mexicanos, los californianos estaban muy densos”.
Esta diferencia de densidad es muy significativa si se toma en cuenta que mientras en la sierra de San Pedro Mártir hay 100 árboles por hectárea, en los bosques del sur de California se pueden encontrar desde 500 hasta 2 mil árboles por hectárea.
“Por eso, después de la sequía llegan los vientos de Santa Ana y cualquier ignición produce un incendio incontrolable, que arrasa con todo en California”, recordó.
Y es que aun cuando las mismas condiciones climatológicas se presentan en las montañas de Baja California y el Sur de California, se calcula que cuando se presenta un gran incendio forestal la mortandad de árboles en el estado californiano llega a 50%, mientras que del lado mexicano alcanza un máximo de 5 por ciento.
El científico mexicano explicó: “El tamaño promedio de incendios en Baja California es de tres mil hectáreas; en el lado americano, después de 50 años de supresión de incendios, estos llegaban a 30 mil hectáreas y otros 50 años después, con la sequía, la plaga y los problemas de densificación de los bosques, los incendios llegaron a 300 mil hectáreas”.
Por ello, mientras que los incendios en el lado americano crecen cien veces más, los bosques mexicanos siguen en buenas condiciones, por lo que los americanos, al ver la situación en Baja California, empezaron a recomendar “no hacer nada” en materia de combate de incendios forestales en zonas alejadas a centros urbanos.
ATRASO DE 50 AÑOS
Aun así, en lo que a política de supresión de incendios se refiere, los mexicanos estamos atrasados 50 años porque el gobierno sigue apagando incendios al seguir la errática política del “Smokie Bear” estadunidense
“En una política racional de incendios –manifestó Franco–, como la que se practica en la actualidad en Canadá, el fuego se combate cuando se convierte en un peligro para los humanos, para los asentamientos y la vida. Nada más.
“Hemos luchado, enviado cartas a ministros mexicanos buscado la forma de comunicar nuestros conocimientos a las autoridades, pero básicamente hay razones políticas muy poderosa por las cuales no nos ponen atención”, indicó Franco.
Narró cómo a pesar de las pláticas que desde los años 90 del siglo pasado sostuvo con funcionarios de la Semarnat, con militares, con diversas autoridades estatales y otros servidores públicos, “todos escuchan y aceptan que se tiene razón, pero a los pocos días están apagando los incendios”.
Sin embargo, otros científicos trabajan en proyectos alternativos que ayuden a tener un mejor manejo de los incendios forestales en Baja California.
EL ARRIBO DE LA TECNOLOGÍA
En junio del 2010 el maestro en ciencias Jorge Sepúlveda Betancourt, ex investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), Campo Experimental Costa de Ensenada, anunció la puesta en marcha del nuevo Sistema de Información sobre Incendios Forestales en Baja California con un Programa de Detección Temprana.
El programa, que se creó en coordinación con el Conafor y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) detecta en tiempo real las zonas afectadas por fuego en mapas especiales de satélite que por ahora solo contempla al Estado de Baja California.
Se trata de la segunda versión del proyecto –el primero se presentó en el año 2006–, que sigue al pie de la letra los lineamientos oficiales para “combatir de inmediato el fuego forestal”.
En su segunda edición es capaz de monitorear las condiciones de humedad y verdor de las distintas áreas de Baja California para mantener la vigilancia especial en áreas alto riesgo, que pueden llegar a concentrar cargas de combustión por hasta 43 toneladas por hectárea en algunas zonas de las sierras.
El sistema también puede revisar la superficie afectada por incendios forestales previos, los índices de recuperación y comportamiento de las áreas afectadas, así como la localización exacta y en tiempo real de nuevos siniestros.
La Conafor estimó que el programa permitió combatir con mayor eficiencia y oportunidad los incendios forestales que se registraron el año pasado en Baja California: un total de 304 en el periodo que fue del 1 enero al 31 diciembre del 2011.
El total de superficie siniestrada ascendió a 7 mil 637.12 hectáreas de pastizales, 31.50 de arbolado adulto, 4.00 de renuevo y 11 mil 835.94 de arbustos y matorrales, para un total de 19 mil 508.56 hectáreas quemadas total o parcialmente.
En la continuación del programa tradicional de supresión de incendios forestales en Baja California, participaron 3 mil 444 trabajadores de la Conafor, 24 de la Secretaría de la Defensa Nacional, mil 347 empleados de los gobiernos del estado y municipios, 13 de otras dependencias y 752 del sector social y privado para un total de 5 mil 580 personas.
Los consejos de los científicos a favor de no suprimir los incendios quedaron un año más en el olvido.