En 2011, Pablo perdió a su hijo en el Centro Estatal de Cancerología (CECAN) de Veracruz y no sabe si recibió las medicinas falsas que se distribuyeron por la Secretaría de Salud de Javier Duarte. Hace unos días, Miguel Ángel Yunes “soltó la bomba”, pero sin ofrecer un espacio para que busquen respuestas. Ahora pide orientación, si es necesario denunciar lo haría para que algo así no se repita.
Por Yerania Rolón
Ciudad de México, 23 enero (SinEmbargo/BlogExpediente).- Este 24 de enero se cumplirán seis años del fallecimiento de Ángel Matus Colorado a causa de una leucemia que con sus dos años de vida no pudo combatir.
Fue paciente del Centro Estatal de Cancerología (CECAN) a finales de 2010 y principios de 2011, justo en la época en la que se suministraron medicamentos apócrifos.
A una semana de las declaraciones del Gobernador Miguel Ángel Yunes Linares en las que reveló este hecho atroz, el padre de Ángel, Pablo Matus Hernández, ya no sabe qué pensar.
Él lamenta que el Gobernador sacara a la luz pública este nuevo acto de corrupción y que hasta el momento nadie se haya acercado a los familiares de niños fallecidos en la época en que ocurrió la falsificación de la medicina oncológica.
Tampoco hay un lugar a dónde ir o a quién dirigirse, por eso la incertidumbre cuelga de Pablo, porque no sabe si su pequeño recibió la atención médica que merecía.
Sin embargo, pese al dolor que le causa recordar la enfermedad y los días que pasó acompañando a su pequeño en dicho hospital, Pablo no puede desear que los culpables de dicho crimen pasen por algo como lo que él vivió.
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Por un momento cruza en su mente la idea de que el único castigo sería que los responsables de falsear los medicamentos también pierdan a sus hijos, pero de inmediato se da cuenta que no puede desearles eso, se conforma con que haya justicia y que sean encarcelados.
“No sé quién sea el responsable. En el tiempo que estuvo [enfermo] mi hijo estaba Fidel Herrera, después Javier Duarte, que anda quién sabe dónde gastándose los millones”.
Mientras relata lo sucedido hace seis años, trata de limpiar la brillantina que tiene en sus manos, brazos y en el rostro. La luz del sol y su piel morena hacen resaltar la escarcha.
Él trabaja los fines de semana en el parque Miguel Hidalgo de Coatepec. Tiene un pequeño negocio de dibujos y pinturas en donde los niños se pasan la tarde coloreando a personajes de sus caricaturas favoritas, eso hacía Ángel antes de enfermar.
“Cuando mi hijo murió nos dolió porque él venía y pintaba, hacía sus garabatos, después nos hizo mucha falta el chiquillo”.
Matus Hernández no descarta interponer una denuncia o ayudar en cualquier investigación que realicen las autoridades. Sabe que nada le devolverá a su pequeño, pero no quiere que otras familias pierdan a un ser querido como le pasó.
Solo pide orientación, que alguien en el gobierno les diga qué hacer a quienes tienen la sospecha de que fueron timados con medicamentos falsos, que les ayuden a recuperar algo de tranquilidad.
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Durante el tiempo que Ángel estuvo internado, su papá vio cómo ingresaban niño tras niño y en ese entonces ninguno pudo superar la enfermedad, este hecho es lo que más le preocupa y altera su consciencia.
Reconoce que el cáncer es una enfermedad difícil de superar, pero ante la información revelada por el gobierno solo pide que se esclarezca lo que sucedió para bien de todos los que han pisado alguna vez las instalaciones del CECAN.
Confiesa que hasta la fecha no puede regresar a ese hospital, cuando tiene que ir por la zona prefiere rodearlo o desviar su camino por los tristes recuerdos de ver a su hijo morir.
“Mi hijo se enfermó a los dos años, se le empezó a inflamar la carita, pensamos que eran paperas. Su mamá lo llevó al médico y lo mandaron ahí. Me lo dieron un día que según estaba rehabilitado y lo trajimos a la casa, pero estaba ardiendo en calentura y lo tuvimos que regresar, a los quince días falleció”.
Pablo asegura que nunca vio nada extraño durante las quimioterapias. Los doctores solo le extendían la receta y el Seguro Popular le otorgaba los medicamentos.
“Te traían de aquí para allá. Te daban una receta, bajabas a la farmacia y te la surtían pero uno qué iba a saber si eran medicinas originales”.
Con su trabajo, Pablo Matus no hubiera podido costear los medicamentos que Ángel necesitaba, por eso opina que es lamentable lo que pasó, porque la mayoría de los que acuden al CECAN son personas de escasos recursos.
“Mejor que te digan que no hay dinero para la medicina y que trates de conseguirlo y uno ve cómo le hace y vendes hasta lo que no con tal de salvar a tu hijo, en vez de darle cosas que no son para eso”.
A seis años del fallecimiento de Ángel, la familia todavía le llora y lo extrañan. Pablo trata de hacerse el fuerte por ellos.
No tiene una explicación para que un niño muera tan pronto, su único consuelo es lo que dice la gente, que Dios necesitaba otro angelito y por eso se lo llevó al cielo.