A pesar que en la colonia Las Américas, ubicada en Ecatepec, Estado de México, es común ver migrantes, desde hace unas semanas estos ya no aparecen. No están ni siquiera en los lugares donde suelen acampar. Vecinos refieren que su reciente ausencia está involucrada con las redadas, el patrullaje constante y la “limpia” de las calles (que incluye desde perros hasta indigentes) por la próxima visita del Papa Francisco.
Lo que sí se sabe es que en esa misma área, en un hotel Fiesta Inn, se hospedan desde hace días efectivos de la Gendarmería Nacional, que vigilarán el recorrido del Pontífice.
Ecatepec de Morelos, 23 de enero (SinEmbargo).– Un hombre busca pistas que lo lleven a los migrantes. Camina sobre las vías del tren, las cuales sirven de puente para evitar un canal y siente que algo roza la suela de su zapato. El sujeto, incrédulo, se detiene unos segundos y continúa su camino. Pero nuevamente frena su caminata, ahora escucha el estruendo de una piedra golpeando el metal de la guía férrea. El sonido viene de abajo.
–¿Hay alguien ahí? –lanza al viento la pregunta sin que haya una respuesta inmediata.
Pasan como 15 segundos; la piedra golpeando las vías suena dos veces.
–¿Quién es? –dice el hombre, curioso.
Suenan los golpes como campanas: uno, dos.
–¿Quieres comer?
Pero luego nada. No hubo más ruido que el de la carretera y la corriente de un caudal pestilente.
No conforme, aquel hombre que intentó cruzar el canal se asoma y revisa debajo del ángulo que forman las vías del tren y la tierra. Pero no logra saber quién o qué provocó esos ruidos, apenas alcanza a ver unas botas negras acomodadas una al lado de la otra, erguidas, como dos soldados en posición de firmes.
¿Qué fue aquello? No se sabe. Es Ecatepec y aquí las posibilidades son infinitas. Podría tratarse de una persona escondida. ¿De qué huye? Quizá de la cacería permanente que iniciaron las autoridades locales, estatales y federales contra drogadictos, migrantes y población en situación de calle, y que ha sido denunciada por activistas mexiquenses. O pudo ser algún animal sin dueño, que buscó un refugio ante la “limpia” de calles por la llegada del Papa Francisco al municipio.
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Hay una línea que divide dos mundos. No es una línea imaginaria, pero lo que representa puede parecer irreal. De un lado hay personas hospedadas en un hotel, cuyas habitaciones cuestan –en promedio– 2 mil pesos la noche; del otro lado ya no hay nadie, pero hasta hace unas semanas ahí dormían –bajo puentes– niños, mujeres y hombres.
Unos son efectivos de la Gendarmería Nacional, los otros son migrantes centroamericanos o del sureste mexicano. Ambos bandos –divididos por una vía de tren–, se encuentran o no por la visita del Papa Francisco a Ecatepec de Morelos, Estado de México.
Los gendarmes llegaron en patrullas y en autobuses, muchos de estos siguen estacionados a las afueras del Fiesta Inn. En cambio, los migrantes vinieron arriba de trenes de alta velocidad.
Por días y noches sortearon los peligros y se aferraron a las máquinas de servicios de Ferrosur o Ferromex, las cuales llevan detrás tolvas y vagones llenos de mercancía difícil cuantificar en toneladas o metros, y entonces la carga se puede dimensionar por el tiempo que tarda el tren en el cruce de Circuito Exterior Mexiquense o la Avenida Central, justo por donde pasa un canal a cielo abierto que desemboca en la laguna de Zumpango.
Es en esa esquina, al oeste de Ecatepec –frente al hotel Fiesta Inn de la Plaza Las Américas–, donde se juntaban los centroamericanos; pero ya no. Y nada se sabe de su paradero.
De aquellas personas, cuya brújula apuntaba al norte, sólo un rastro quedó: ropa amontonada, colchonetas, basura, platos de unicel, los carbones de las fogatas y la huella silenciosa de su ausencia, marcada en cada pedazo de escombro.
“Se escondieron por las redadas”, dice sorprendido el hombre que vende tamales afuera de la estación Las Américas de la Línea 1 del Mexibús, que está en la Avenida Central. Antes de ser cuestionado, ni si quiera había entrado en cuenta que los migrantes no estaban.
“Es que ya hay mucha policía, por eso ya no están aquí”, agregó el comerciante.
Y es que este grupo, quizá no sea de personas a las cuales se les eche de menos, no tanto en Ecatepec. Pedir razón sobre los centroamericanos, es quizá como preguntar por fantasmas.
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A poco más de seis kilómetros, los preparativos para la llegada del Papa Francisco I siguen su curso cotidiano. Ahí Roberto, uno de los trabajadores, asegura que “ya limpiaron la zona”.
–¿Y los migrantes? ¿Y los vagabundos? –se le pregunta.
–Todo. Todo ya lo quitaron –responde el joven, quien participa en las jornadas que se encargan de quitar los topes de la Avenida Insurgentes, la cual recorrerá el “Papamóvil” el próximo 14 de febrero.
–¿También “quitaron” a los perros y gatos callejeros?
–Todo. Hasta esos árboles –señala un montón de maraña abandonada en el pabellón.
Ahí, dentro y fuera de la Unidad de Estudios Superiores Ecatepec, que pertenece a la Universidad Mexiquense Bicentenario (UMB), el progreso es notorio: luminarias, banquetas pintadas, cercas que tapan los escombros y decenas de empleados y máquinas trabajan sin dar ni recibir cuartel, todo con tal de terminar las obras y el altar donde el Papa celebrará una misa religiosa ante al menos 300 mil almas.
Don Efrén –cuyo nombre fue cambiado a petición del entrevistado– asegura que esa parte en Ecatepec se distingue por ser nido de migrantes y mariguanos, sobre todo en Jardines de Morelos y en la Avenida Central, ésta última porque ahí pasan los trenes.
Él es comerciante desde hace años y refiere que la “limpia” ante la llegada del Papa también incluye a taxistas, choferes de ruta, vendedores ambulantes y hasta fijos, pues el 14 de febrero, día en que el sumo Pontífice tocará tierra mexiquense, no los dejarán trabajar.
“Ya comenzaron. Por ejemplo, allá en Jardines de Morelos es una cuna de lobos, pero ahorita la cosa no está tan caliente porque hay mucha policía. No sé de dónde sacaron tantos. Ayer hubo simulacro y había uno por cada diez metros. De los migrantes, apenas hubo una redada pero se llevaron a centroamericanos, sino gente que es de aquí, de otros municipios, y que piden dinero”, detalla Efrén, mientras que una cuadrilla de trabajadores tapa con tiras pláticas los terrenos baldíos que rodean lo que será el recorrido del Papa Francisco I.
–¿Detuvieron a migrantes?
–Eso sí no sé. Pero luego ahí andan. Son personas tranquilas, respetuosas. A veces incluso están en familia, con niños chiquitos.
–¿Pero los ha visto recientemente?
–No, ahora que lo menciona. Pero luego andan entre las calles. Son muchos. ¿Ya fue a ver a la Avenida Central? Ahí se juntan.
Tratar de hallar migrantes en esa zona de Ecatepec nunca se trató de buscar una aguja en un pajar; pero durante 12 kilómetros de recorrido, al menos una decena de personas entrevistadas, horas y horas de búsqueda, no hubo un solo migrante. No hubo alguna de sus denuncias. Ni su voz. Nada.
En días pasados Rosalba Olivares, líder vecinal en la colonia Jardines de Morelos, en Ecatepec, dijo que ya no estaban dos personas de origen centroamericano.
“En Jardines de Morelos había una mujer indigente, centroamericana, que tiene cinco días que ya no la hemos visto. Sabemos que a las personas en condición de calle los están retirando”, dijo Olivares.
“Hay otro muchacho, también centroamericano, es moreno, muy alto, que es muy tranquilo y estaba siempre afuera del Vips [de Plaza las Américas]. Ya lo conocemos. Los mismos vecinos le llevan comida o una cobija, pero ya pasaron varios días que no lo vemos. Esto está cerca de la Avenida Central, son los rumbos por donde ellos caminan o deambulan para buscar comida. Pero ya no están. No me sorprendería que los están desapareciendo”, agregó Olivares.
SinEmbargo pidió información a las autoridades municipales para saber el paradero de estas personas, pero tampoco hubo respuestas.
El próximo domingo 14 de febrero, el Papa Francisco I recorrerá 8.8 kilómetros en Ecatepec. Desde el helipuerto Ballísco, ubicado en la carretera de Texcoco, hacia el Circuito Exterior Mexiquense y luego por Avenida Insurgentes, para llegar a la Unidad de Estudios Superiores Ecatepec, en la zona conocida como El Caracol.
Este recorrido estará blindado por 10 mil elementos de diversas corporaciones, entre ellas la Policía Estatal, la Policía Federal y de la Gendarmería Nacional.
Líderes vecinales y activistas refieren que las autoridades de los tres órdenes de Gobierno quieren mostrar al mundo un Ecatepec que no es real, pues en aquella entidad el abandono, la violencia, inseguridad, pobreza e incluso los desaparecidos son cosa de todos los días.
Ecatepec es el municipio más poblado de América Latina con un millón 656 mil habitantes, y también está considerado uno de los más peligrosos del país, el 99 por ciento de sus habitantes vive en zonas urbanas y hay más robos allí que en otras ciudades con alta incidencia delictiva como Culiacán, Acapulco o Ciudad Juárez. Sólo entre enero y septiembre de 2015 los robos comunes ascendieron a 8 mil 403.
Del total de robos en Ecatepec, el 85 por ciento está asociado con automóviles; de enero a septiembre del año pasado se reportaron 7 mil 181 de estos casos; el 74 por ciento fue despojo con violencia. A esto se suma la violencia generalizada contra mujeres.
De 2013 a 2014, al menos 110 mujeres murieron asesinadas en este municipio, según se desprende de las cifras oficiales recientemente actualizadas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Mientras que la media nacional de homicidios es de 12 por cada 100 mil habitantes, en Ecatepec se ubica en 20. Entre enero y septiembre de 2015 el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP) reportó que hubo 331.
No es algo aislado, pues tan sólo en diciembre de 2015 el Estado de México reportó 15 mil 492 probables delitos, según el SNSP.