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Francisco Ortiz Pinchetti

22/12/2023 - 12:04 am

La Navidad… en los tiempos de Uruchurtu

“Fue el gran trasformador de la capital del país en el siglo XX. Su huella permanece en efecto en muchas de esas obras, vigentes hasta nuestros días”.

“Fue en esos tiempos en que la capital mexicana llegó a ser comparada con París, la Ciudad Lux”. Foto: Especial

Quizá es sólo la nostalgia lo que me lleva a evocar la temporada de Navidad en la capital del país en los tiempos de Ernesto P. Uruchurtu como jefe del Departamento del entonces Distrito Federal. La referencia me resulta natural en tratándose del hombre que hacía de las fiestas navideñas un derroche inaudito de luz, que cubría como un manto multicolor plazas y avenidas de la ciudad.

Político controvertido como pocos, transformador y represor, arbitrario y popular, moralino, eficaz e intransigente, el llamado Regente de Hierro pudo y tal vez debió ser Presidente de México. Permaneció en la jefatura del DDF durante 14 años, a través de los sexenios sucesivos de Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, entre 1952 y 1966.

Su renuncia, en septiembre de éste último año, se debió al escándalo provocado por la brutalidad con la que la policía capitalina desalojó a cientos de “paracaidistas”  de los terrenos del pedregal de Santa Úrsula para dar paso a la construcción del estado Azteca. Ni más ni menos.

Durante su regencia, imagínense,  se construyeron más de 180 mercados públicos, entre otros los de la Merced, Sonora y la Lagunilla; la Ciudad Deportiva de la Magdalena Mixuca, el Museo Nacional de Antropología, el Museo de Arte Moderno, además de la segunda sección del Bosque de Chapultepec con sus dos lagos artificiales.

Uruchurtu realizó también el entubamiento del río de la Piedad y la construcción del Viaducto Miguel Alemán, la  avenida Río Churubusco y del primer tramo del Anillo Periférico, desde El Toreo de Cuatro Caminos  hasta Cuemanco, en Xochimilco.

En suma, fue el gran trasformador de la capital del país en el siglo XX. Su huella permanece en efecto en muchas de esas obras, vigentes hasta nuestros días. Y, digo yo, en el recuerdo de aquellas navidades luminosas, inolvidables, en tiempos en que evidentemente no preocupaba demasiado la conservación del medio ambiente ni se escatimaba por lo tanto en energía eléctrica.

En mis recuerdos infantiles, que rebotan en estos días, están quizá como ninguna otra imagen la del Centro Histórico convertido en un haz de luz. En aquellos tiempos –los años cincuenta del siglo pasado—no solo se colocaban figuras alusivas a estas fechas, como ahora, sino que del zócalo derivaban ríos de luces de colores en los que se convertían calles y avenidas, –cruzadas por guirnaldas de foquitos verdes, azules, rojos, blancos– como Cinco de Mayo, Madero, 16 de septiembre, Corregidora, 20 de noviembre, Pino Suárez, Venustiano Carranza, Bolívar, Isabel la Católica, San Juan de Letrán…

Y seguían a lo largo de la avenida Juárez, la Alameda Central, el Paseo de la Reforma y la avenida Insurgentes Sur, hasta más allá del emblemático Árbol de Navidad de la tienda Liverpool, que durante 48 años (de 1961 a 2008) fue colocado cada diciembre en la esquina de la más larga avenida de la ciudad con la calle de Félix Cuevas, hoy Eje 7 Sur.

El despilfarro luminoso llegaba al extremo de que la propia autoridad promovía que la noche última del año ¡se mantuvieran encendidas las luces interiores de todos los edificios, para dar la bienvenida al Año Nuevo! Fue en esos tiempos en que la capital mexicana llegó a ser comparada con París, la Ciudad Lux.

Edificios emblemáticos de la ciudad como la Torre Latinoamericana, el edificio Guardiola, la Lotería Nacional, el palacio de Bellas Artes, el edificio central del IMSS, el Hotel Reforma, el María Isabel, el Condominio Insurgentes 300, así como nuestros primeros rascacielos a lo largo del Paseo de la Reforma, las grandes tiendas como El  Centro Mercantil, el Palacio de Hierro, Astor, Al Puerto de Veracruz y el Puerto de Liverpool, , así como decenas de altos inmuebles más que entonces ya existían  en esa importante avenida se convertían esa noche en primas de intenso color blanco.

Habría que mencionar que además de las guirnaldas de luces que atravesaban las calles de acera a acera, eran colocados también adornos alusivos a la Navidad en cada poste, y figuras diversas en las plazas y en los camellones del paseo de la Reforma. Y la inmensa romería que se formaba en las aceras que circundan a la Alameda Central, en donde se instalaban especies de “escenarios” donde los niños podían tomase una foto con el gordo Santa Clos.

En los tiempos de Uruchurtu estaba también en auge la costumbre de mandar tarjetas de Navidad a los amigos y familiares. El Correo manejaba en las dos últimas semanas previas casi un  millón  de piezas postales cada día. Claro, había quienes recibían por montones –como los políticos y los potentados–  y también quienes recibían unas cuantas; pero a todos nos alegraba la llegada del cartero.

Ciertamente la Navidad en tiempos era muy distinta a la actual. Lo que no ha cambiado es la afortunada costumbre de desear a los demás una noche de paz y amor en compañía de familiares y amigos. Así lo hago ahora con mis cuatro lectores. ¡Felicidades a todos! Válgame.

 

DE LA LIBRE-TA

LEGADO INVALUABLE. A lo largo de 45 años, sin protagonismo ni estridencias ideológicas, Cristina Pacheco fue reuniendo las piezas del enorme rompecabezas que es la vida cotidiana en nuestra amada capital, sus personajes El valioso acervo que nos lega nos ayuda a entender un poco mejor quienes somos. Si, aquí nos tocó vivir. Que descanse en paz.

Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).

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