Alejandro Páez Varela
22/11/2021 - 12:08 am
El obrero socialista
Ámbar de Chiapas, la matanza de Acteal, Slim, un palacete en Tánger, dictadores árabes, intelectuales, joyas, euros, asesinatos de Estado, Ernesto Zedillo y otros expresidentes. Y López Obrador. Esta sopa tiene un solo sabor: a socialismo obrero, muy español...
Era agosto de 2017. El abigarrado Tánger atendía gustoso la espectacular visita de Salman bin Abdulaziz, quien a sus 81 años apenas llevaba dos como rey de Arabia Saudita, cabeza de la Casa de Saúd. Para sus mil acompañantes, el monarca había rentado 900 habitaciones de lujo y 600 autos último modelo. No se trataba de una visita oficial, mucho menos la toma de ese puerto marroquí. Eran, simplemente, unas vacaciones. Una visita a su palacete a pie de mar dentro de la prestigiada playa de Jbila.
El viaje del rey no era distinto al de otros dictadores árabes. Hijo de beduinos, Muamar el Gadafi –por ejemplo– viajaba por África con un séquito todavía más voluminoso que incluía camellos y, por supuesto, tiendas de campaña de lujo en las que dormía con sus miles de acompañantes. Salman, en cambio, iba a una viaje menor pero no por eso menos importante para él: visitaría la mansión de ensueño que había comprado pocos años antes a un obrero socialista español.
La relación de los obreros socialistas españoles con los hombres más ricos del mundo –y, en particular, con los dictadores árabes– no debería extrañar a nadie. Mohamed VI, rey de Marruecos, es muy cercano a muchos de ellos. A otro nivel, el mismo rey emérito Juan Carlos I mantuvo relación formal e informal con multimillonarios y sátrapas, y cuando los escándalos de faldas, corrupción, evasión y lavado de dinero lo alcanzaron se fue a refugiar a otra dictadura: la de los Emiratos Árabes Unidos.
Era agosto de 2017. El abigarrado Tánger recibía al rey en el palacete que le había comprado al expresidente del Gobierno español Felipe González Márquez y lejos de allí, en su propio país, en esos mismos días, el Tribunal Supremo dictaba la horca para 14 hombres que habían salido a las calles a exigir la instauración de la democracia durante la Primavera Árabe.
El príncipe Mohamed bin Salman, entonces de 31 años, se había quedado al frente de la monarquía mientras su padre y sus mil invitados disfrutaban la mansión que antes había pertenecido al obrero socialista. Todavía no era considerado un criminal internacional por ordenar el asesinato a golpes del periodista de Yamal Ajmad Jashogyi, columnista de The Washington Post y redactor jefe de Al-Arab News Channel.
El amigo Slim
“[Carlos] Slim le pidió a [Felipe] González que asesorara a Andrés Manuel López Obrador para ver si conseguía alcanzar la Presidencia de la que se había quedado muy cerca en las elecciones de 2006. González vino y tras dos semanas le dijo a su amigo que era imposible, que [López Obrador] no aprendía nada, y se retiró”. Así lo contó en 2017 el diario El Mundo, simpatizante de la monarquía española. Hablaba de la relación de ambos personajes de fama internacional.
Mucho antes, en 2006, mientras se cometía el fraude electoral en México, Felipe González y Carlos Slim se ocupaban de otro momento en común. Visitaban a Mohamed VI, con quien el obrero socialista mantiene una estrecha amistad desde antes, desde que gobernaba su padre, Hassan II. Slim quería abrir en el país magrebí un Telmex, la concesión que Carlos Salinas de Gortari le entregó para hacerlo inmensamente rico.
González mismo aprovechó su amistad con el rey Mohamed VI, por supuesto. Luxury News cita, en un artículo de ese año y a propósito del palacete:
“Los problemas para construir sobre la playa [marroquí] se solventaron gracias a la intervención directa del expresidente español. Tanto los guardias de seguridad del complejo palaciego saudí como los empleados del hotel Le Mirage saben quién será su futuro vecino. Preguntados por qué han podido construir tan cerca de la playa, no dudan en responder: ‘Aquí eso sólo lo puede hacer el rey o un amigo del rey’. Junto a la carretera hay un cartel que dice en árabe y francés: ‘Playa de Jbila’, pero detrás ya no se ve la playa, sino dos moles de hormigón con inmejorables vistas”. Una de esas moles de hormigón era el palacete del obrero socialista.
Poca cosa es la amistad si no sirve para algo, diría el más pragmático. El Mundo agrega: “Lo normal es que sea González el que, como hace unos días, visite a su amigo [Carlos Slim] en tierras charras y se aloje en el histórico hotel Geneve de Ciudad de México, que presume de contar con el mandatario español entre la larga lista de nombres ilustres que han dormido entre sus viejas paredes. Algunos medios aseguran también que esa habitación está pagada por el millonario mexicano de origen libanés”.
“Le asesoro como negocio”, dijo el obrero socialista a un canal español de televisión. “Sigo siendo amigo suyo y le sirve mi asesoramiento. ¿Pero no es compatible la amistad con asesorar negocios?”, agregó.
Ámbar de Chiapas y otras bellezas
Felipe González comparte con Carlos Slim Helú el gusto por cultivar bonsái, pero puede decir que no es su único amigo mexicano. La élite intelectual del país lo arropa siempre, puede presumir. Hasta la melcocha. Enrique Krauze lo ha llamado “estadista” y “hombre que trasciende su tiempo”, según un comunicado de prensa del Gobierno de Enrique Peña Nieto del 1 de diciembre de 2013. Y suele ser invitado especial en las actividades culturales del cacique Raúl Padilla, dueño de la Feria del Libro de Guadalajara. Más aún, expresidentes mexicanos hacen la vida más llevadera para este obrero socialista español. Se ha reunido Carlos Salinas, con Ernesto Zedillo, con Felipe Calderón, con Vicente Fox, con Enrique Peña Nieto y con López Obrador. Pero con este último fue imposible mantener la cercanía: no aprende nada, se quejó el obrero español con el multimillonario mexicano.
Quizás el calor humano que le ofrece estas “tierras aztecas” (como suelen referir las crónicas españolas a estos suelos también mayas, yaquis o rarámuris), o quizás porque es bueno con los dineros, el obrero socialista ha podido meter los dedos en estos suelos mexicanos. Literal. Y específicamente en Los Altos de Chiapas, en Simojovel. Felipe González saca ámbar chiapaneco para otra de sus empresas: la joyería.
El martes 15 de marzo de 2016, Mario Vargas Llosa, José Miguel Vivanco de Human Right Watch y el mismo Felipe González presentaron el libro de Leopoldo López, líder opositor venezolano, llamado Preso, Pero Libre (Editorial Península). Fue en el auditorio de la Real Casa de Correos de Madrid. Fue como una fiesta de la democracia, pero no sólo eso. Las notas periodísticas del miércoles 16 se dividieron en dos sentidos: las de la presentación del libro libertario, por supuesto; y las de las joyas que presumían varias de las invitadas. Eran joyas diseñadas por el mismísimo socialista obrero.
La sección “Lujo” del periódico El Mundo reseñó:
“Mientras que Felipe González analizaba la situación del opositor de Nicolás Maduro en dicho acto público, su actual mujer, Mar García Vaquero, sorprendía con un anillo de grandes proporciones. Aquel pedrusco de ámbar engarzado en plata también era una creación de Felipe. Pero no fue la única que esa tarde acaparó la atención de los más curiosos con sus joyas, porque la esposa del empresario Pedro Tapote, también asistente a la presentación de Preso, Pero Libre, se decantó por otro ‘anillaco’ de tamaño similar. No fue coincidencia, ya que Begoña, la mujer del hostelero, es hermana de Mar García Vaquero y cuñada del otrora Presidente del Gobierno”.
María Isabel Preysler Arrastia comentó: “Todos tenemos que apoyar la causa de Leopoldo López”. Y ella misma se calificó ante la prensa como “una mujer luchadora”.
Antes de ser la esposa de Vargas Llosa, Preysler Arrastia, hija de oligarcas del saqueado Filipinas, fue socialité, cualquier cosa que eso signifique. Se casó con varios hombres acaudalados: Carlos Falcó y Fernández de Córdova, marqués de Griñón y de Castel-Moncayo (le respeto su nombre completo) fue uno de ellos. Miguel Boyer Salvador, Ministro de Economía del Gobierno socialista de González fue otro. Y su marido más famoso, con perdón Vargas Llosa, fue Julio Iglesias. Luego vino el escritor y candidato presidencial perdedor de Perú.
“La presentación del diario ‘clandestino’ [López seguía preso; lo liberaron en Venezuela el 30 de abril de 2019] también se convirtió en un acto social al que acudieron personajes de la moda y la prensa”, reseñó El Mundo mientras otras publicaciones se entretuvieron con la joyería de la casa González.
La alta sociedad española lleva años comprando joyas de su diseñador obrero y socialista. Sonsoles Espinosa, por ejemplo. Las revistas de sociedad dicen que mientras José Luis Rodríguez Zapatero gobernaba España, ella “se convirtió en el mejor escaparate de los diseños” de Felipe González. Joyas, entre otras, con ámbar sacado de una de las zonas más lastimadas por las guerras intestinas en México, provocadas por la desigualdad y la pobreza.
Algunas reseñas dicen que Sonsoles Espinosa, esposa del otro Presidente obrero socialista, presumió en la boda de Felipe y Letizia unos pendientes diseñados por Felipe González. “Pero el complemento que eligió Sonsoles para la ceremonia del Premio Cervantes en 2009 [que ganó el mexicano José Emilio Pacheco] no fue más discreto: un collar étnico tan llamativo como su precio, más de 5 mil euros”.
El socialista obrero ha experimentado con materiales exóticos durante años. No sólo ámbar de una de las regiones más pobres de América Latina: también marfil vegetal, obsidiana, jade, lapislázuli, turquesas y aguamarina que combina con fósiles y colmillos de jabalí español. “No obstante, son el ámbar y el coral negro sus piedras más preciadas. Los precios de sus obras pueden alcanzar los 7 mil euros, aunque también elabora gemelos y anillos que rondan los 400”.
El exguarura y el expresidente
La madeja es gorda y las puntas, muchas. Tomo una hebra para llegar a algo.
ElDiario.es descubrió en 2018 (Caso Cifuentes o Caso Máster) que Cristina Cifuentes, entonces Presidenta de la Comunidad de Madrid, compró un postgrado en la Universidad Rey Juan Carlos, que es una institución pública. Saldría absuelta en medio de las dudas sobre su honestidad, pero más adelante caería de manera más vulgar: un video la exhibía en un cuarto de seguridad de un centro comercial. La agarraron robando. Pero el caso del postgrado destapó que muchos otros políticos prometedores habían hecho exactamente lo mismo.
Bueno, pues esa misma universidad fue señalada en otro caso. Construyó un hangar de mil 500 metros cuadrados cuyo uso cedió 25 años a una empresa privada, brincándose todas las leyes. No abundo. Resulta que esa empresa privada nos lleva a otro personaje: Francisco Castaño Vázquez, su dueño. Y él nos lleva de regreso al obrero socialista Felipe González, con quien se desempeñó como escolta, como guarura.
David Fernández, de El Confidencial, escribe en julio de 2018:
“Ámbar de República Dominicana, coral negro del Caribe, coral leonado mexicano, rodocrositas de Argentina, jade verde de China, turquesa hindú, aguamarina brasileña, copal colombiano, marfil blanco, obsidiana negra… incluso colmillos de jabalí. Son los exóticos materiales que Felipe González utiliza para trabajar en una de sus grandes pasiones (al margen de los bonsáis), las joyas. Grandes, coloristas y caras. Piezas para hacer anillos, pendientes y colgantes que el expresidente del Gobierno fabrica en un taller oculto en una nave industrial de Fuenlabrada, propiedad de Francisco Castaño Vázquez, hoy íntimo amigo suyo, pero que durante muchos años fue su escolta cuando González dirigía los designios del país desde Moncloa”.
No me extiendo porque se vuelve infinito. El exescolta de Felipe González, que reapareció en la vida pública convertido en un empresario, escondía en un bodegón la fábrica de joyas del expresidente. Así no se pagaron los permisos correspondientes durante años.
Por cierto, desde 1994 se lanzó una iniciativa global para frenar el saqueo y deterioro de los arrecifes del planeta. México se inscribió desde su inicio para defender su coral, víctima de la actividad humana. Pero qué más da, unos corales: muy cerca del obrero socialista, su rey emérito y amigo se va de safari con la amante y asesina de elefantes por diversión.
Otras joyas de Chiapas
“No son pocos los intelectuales y políticos que se precian de tener la amistad de Carlos Slim Helú. Algunos de ellos se vanaglorian de asesorar al señor más poderoso de Latinoamérica. Pero el señor Slim no tiene asesores ni amigos, tiene empleados. Sólo que algunos de ellos no lo saben. Uno de ellos es el señor Felipe González Márquez, expresidente del Gobierno español y ahora edecán de los grandes capitales europeos. El señor González realiza frecuentes viajes a México para compartir con su amigo Slim su gusto por la buena mesa, el cultivo de bonsáis, la fotografía y el billar. Pero fue años antes, en 1995, y de la mano de Slim Helú, que Felipe González, siendo Presidente del Gobierno español, hizo amistad con otra persona: Ernesto Zedillo Ponce de León”.
Lo escribe desde las montañas del Sureste Mexicano el Subcomandante Insurgente Marcos, 24 de febrero del 2003. En ese texto, el insurgente detalla otro episodio del socialista obrero en México.
Durante las administraciones de Felipe González se crearon los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), dedicados al terrorismo de Estado y especializados en torturar y asesinar a los sospechosos de participar en ETA. Operaron entre 1983 y 1987, financiados por altos funcionarios del Ministerio del Interior. El Subcomandante Insurgente acusaba entonces a González de haber sugerido a Zedillo Ponce de León, personalmente o por medio de un enviado especial, que creara grupos paramilitares para simular un enfrentamiento entre indígenas de Chiapas y así justificar una acción del Ejército mexicano en contra del EZLN.
Marcos (hoy Subcomandante Insurgente Galeano) narra cómo un funcionario del Gobierno federal mexicano se puso en contacto con él para revelarle información que podría ser de utilidad a los zapatistas. Le contaba de reuniones entre González (o un enviado de primer nivel) y Zedillo para planear acciones muy parecidas a las de los GAL en esa región tan rica en ámbares.
“En una de esas reuniones, Zedillo comentó sobre los zapatistas y el problema que representaba acabar con ellos, pues tenían a la opinión pública de su lado. El personaje del Gobierno español dijo entonces que lo que había que hacer era destruir la legitimidad de los zapatistas y después dar el golpe”, dice Marcos. “En España, dijo el de ese país, hemos creado unos grupos para contrarrestar el independentismo vasco. Zedillo dijo que sabía de los GAL y que había una investigación para deslindar responsabilidades gubernamentales en los secuestros y asesinatos de etarras. El español no se apenó y señaló que matar y secuestrar a asesinos no es un crimen, sino un favor que se le hace a la sociedad”.
“Hay decisiones graves que deben tomarse por razones de Estado”, le sugirió el personaje español al Presidente de México, de acuerdo con la filtración. Y otra frase: “Hombre, Ernesto, si en algo somos expertos los españoles es en exterminar indígenas”.
“Hasta aquí la información que nos llegó”, escribe Marcos, ahora Galeano. “El resto se infiere rápidamente: Zedillo ordena la activación de los grupos paramilitares, el Gobierno español da asesoría, y el Gobierno mexicano incrementa la extradición de supuestos etarras. El 22 de diciembre de 1997, un grupo paramilitar marcha a enfrentarse con los zapatistas. Estos se repliegan para evitar un choque entre indígenas y avisan a los no zapatistas de la amenaza. En Acteal quedan Las Abejas, desarmados y confiados en que, siendo neutrales, nada les pasará. La carnicería empieza y termina, mientras policías y militares esperan pacientemente para entrar a ‘poner paz’ en el ‘enfrentamiento’ entre indígenas. La verdad se descubre casi inmediatamente gracias a los medios de comunicación. La noticia da la vuelta al mundo y conmociona a todo ser humano noble. En Los Pinos, Zedillo sólo repite: ‘¿Por qué niños y mujeres?’”
El periodista de La Jornada Luis Hernández Navarro entrevista al obrero socialista el 10 de marzo de 1998. Le pregunta sobre la indignante matanza de Acteal. La respuesta es todavía más indigna, ya no digamos para un obrero o para un socialista: para cualquier ser humano.
Felipe González responde: “Eso siempre crea una tremenda conmoción. Vivimos en esa globalización mediática que genera impactos. México tiene la grandeza de que una cosa así es una noticia explosiva y que preocupa. Situaciones muchísimo más graves en otras latitudes no merecen portadas de periódico, o no llegan a pasar esas barreras de la comunicación”.
En Acteal, municipio de Chenalhó, ubicado en Los Altos de Chiapas –de donde Felipe González recoge ámbar para sus joyas– el 22 de diciembre de 1997 fueron atacados tzotziles de la organización “Las Abejas” que oraban en una pequeña iglesia protestante. Mataron a 45 indígenas, incluidos niños y mujeres embarazadas. El Gobierno de México habló de “conflicto étnico”. Defensores de derechos humanos dijeron que era una estrategia de Estado contra los zapatistas.
Varios de los casquillos de bala encontrados eran de armas de uso exclusivo del Ejército. Civiles acusaron a mandos militares de armar al grupo paramilitar.
El 3 de septiembre de 2020, la Secretaría de Gobernación aceptó la responsabilidad del Estado en la matanza. Ernesto Zedillo nunca pagó por esos crímenes. Mucho menos, claro, se ha investigado qué tanto participaron en ella los socialistas, tan obreros y tan españoles.
Un hombre aburrido
“Qué mal envejecen los socialdemócratas”, me decía un amigo a propósito de Felipe González. El expresidente del Gobierno español ha sido exhibido allá y aquí como parte de la élite política (de izquierda y derecha) que sirvió al oligopolio energético de su país y le dio la espalda al español de a pie, al “españolito” –como le llamaba Antonio Machado–, que hoy paga los recibos de luz más altos de su historia porque el sector eléctrico fue entregado a los fondos sin patria.
González fue consejero de Gas Natural Fenosa (ahora Naturgy). Como muchos otros políticos de izquierda o derecha en su país, desde el Gobierno impulsó la privatización total del sector eléctrico y ahora los españoles está en manos de sus depredadores.
En medio de una fuerte presión social, Felipe González renunció a su plaza en la compañía energética. Pero dijo que no se sentía aludido por quienes critican la vergonzosa puerta giratoria de la élite política española con el oligopolio eléctrico.
“No [renuncié] porque haya incompatibilidades”, dijo el obrero socialista. “Fue porque es muy aburrido”.
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