José Manuel Fajardo habló con SinEmbargo sobre su novela Odio, un espejo en el que coloca frente a frente dos historias separadas por el tiempo y la distancia, pero unidas por los rencores y la frustración.
Ciudad de México, 22 de octubre (SinEmbargo).– Son dos historias separadas por el tiempo y la distancia geográfica. En una, está mister Wildwood, un viejo malhumorado que fabrica bastones en la Inglaterra victoriana; en la otra, Harcha, un joven musulmán, que trata de encontrar su lugar en el convulso Paris del año 2015. En apariencia ambos personajes no comparten nada, en el interior los dos se alimentan de su Odio, sentimiento que titula la más reciente novela del español José Manuel Fajardo, que edita en México el Fondo de Cultura Económica.
“El personaje principal de la novela es el odio, el sentimiento, quiere decir que ese es el hilo que teje las dos historias y yo busqué esa estructura un poco rara de dos historias en paralelo que no llegan a cruzarse aunque hay un elemento que pasa de una historia a otra — un bastón– espada—, pero aparte de eso son historias completamente independientes, pero que no son ajenas porque están unidas por ese sentimiento”, comentó el autor en entrevista con SinEmbargo.
Fajardo explicó que la novela la construyó como un juego de espejos, en el que estas dos épocas reflejan sus paralelismos y sus metáforas. Por una parte, mister Wildwood alimenta su desprecio hacia toda la podredumbre que vive en el barrio de Soho, en 1888; una similitud que más de un siglo después experimentará Harcha en los barrios de alrededor de París.
“Los dos ansían ser otra cosa y sienten que el mundo que los rodea les impide ser esa otra cosa, sienten que no están a la altura, sienten una frustración terrible y eso es una constante que se da en distintos tiempos por eso me parece interesante que sean dos épocas distintas, dos lugares distintos, dos personas, incluso de edades distintas porque uno es un cincuentón mientras el otro es un joven, quiere decir que ese sentimiento, ese odio, esa transformación de la frustración, de la humillación, o sea, en odio y en violencia contra el otro al que vemos más débil, es una constante. Ha ocurrido muchas veces y sigue ocurriendo, y ocurre ahora mismo en nuestras vidas cada día lo vemos”, expresó.
José Manuel Fajardo consideró, en ese sentido, que mientras la sociedad se fundamente en la discriminación y la violencia como herramientas de control social y sobre las promesas incumplidas y siga proponiendo a sus miembros los ideales que pueden ser económicos o religiosos, o políticos, que no va a cumplir, va a seguir arrastrándolos a un estado de permanente frustración, en el que gran parte de la sociedad seguirá sintiéndose marginada.
“Lo que nos permite aspirar al cielo nos permite también arrojarnos al infierno, nuestra capacidad de visualización entre lo real, nuestro deseo de avanzar y de prosperar, nuestra curiosidad, nuestro afán de crear, de no contentarnos, que es lo mejor que tiene el ser humano, que tiene su reverso en la frustración, en la humillación, en la seducción del fracaso, que son los elementos que en el miedo a no conseguir las cosas, que son los elementos que nos puede llevar a nuestro lado más sombrío, por eso también uno de los elementos literarios con los que he jugado en el libro ha sido la referencia a un clásico El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde porque ahí tienes perfectamente esa dualidad del ser humano que es un poco lo que trato de hablar en este libro”, ahondó.
Más que referencia, lo que José Manuel Fajardo hace en la narrativa que acompaña a mister Wildwood es reinventar a los personajes de Robert Louis Stevenson, en lo que él mismo reconoce como “un juego muy cervantino”, aunque no es él único personaje infame de la Inglaterra victoriana con el cual se encontrarán los lectores entre los callejones oscuros de la época.
“La literatura es una casa, donde vivimos los lectores y los escritores, y que uno tiene derecho a visitar las diversas habitaciones de esa casa y a inspirarse y a jugar con los elementos que hay en ella y bueno, pues yo, a mí se me ocurrió la idea cervantina de integrar la ficción a la realidad”, puntualizó Guajardo.
El escritor español recordó, por ejemplo, que en la segunda parte de El Quijote, Don Quijote y Sancho hablan de sí mismos como personajes literarios, como si ellos existieran en el mundo verdadero, y precisamente hablan de cómo la gente ha reaccionado a sus historias publicadas en el primer libro que escribió Cervantes.
“Los personajes de ficción se reivindican como personajes reales, ese juego yo lo he querido hacer también en este libro, publicarlo e imaginando qué ocurriría si un personaje de ficción que no existe en la vida real, Mr. Hyde, fuera en realidad el culpable que ha influido para que Jack el Destripador, que sí es un personaje real, comenzara a matar. Bueno, es un juego entre la ficción y la realidad, y esa parte me resulta particularmente divertida y por otra parte, refleja algo en lo que creo que es en el poder de las palabras, las palabras tienen muchas fuerza, las palabras son las que moldean nuestras ideas y nuestras ideas son las que gobiernan y conducen nuestros actos, entonces hay una influencia y un poder tremendo de las palabras y el odio”.
En cuanto al tema central de su novela, advirtió que para que el odio prospere hacen falta muchas palabras que lo defiendan, que lo expliquen, “y por eso pensé que literariamente es importante, con palabras combatir ese odio contando cómo es, viéndole las tripas, entrando a su corazón podrido para que quien lea las historias pueda llegar a sus conclusiones y pueda desenmascarar el odio que le rodea”.