Vivir y sobrevivir en Rusia: Georgina Hidalgo presenta “Vodka Naka”

22/10/2014 - 12:03 am
“Con un ruso oxidado pero funcional me abrí paso en la nueva sociedad rusa. Seguí los pasos de Nicolás Gógol y Dostoievski, busqué los despojos grotescos de Rasputín y me hice fan de Catalina I, alias "la Gordis", la matrioshka más singular que ha visto la historia rusa". Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
“Con un ruso oxidado pero funcional me abrí paso en la nueva sociedad rusa. Seguí los pasos de Nicolás Gógol y Dostoievski, busqué los despojos grotescos de Rasputín y me hice fan de Catalina I, alias la Gordis”. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

Ciudad de México, 22 de octubre (SinEmbargo).- Son tiempos de una nueva Guerra Fría. Al menos esos dicen los politólogos. Los rusos han vuelto a ser los malos de Occidente y comandados por un hombre desbordado en testosterona, que se quita a la camisa a la menor provocación, avanzan a paso fuerte, a ritmo vertiginoso, dejando atrás el pudor soviético.

Moscú ya no cree en lágrimas sino en puñetazos sobre la mesa. San Petersburgo tiene, como se sabe, las mujeres más hermosas del mundo y el futuro se conjuga en Perestroika y cuentos chinos: allí, entre el gigante asiático y Vladimir Putin se dirimen los destinos de la humanidad.

Todo eso, claro, si no salta un misil cuyo alcance termine de una vez por todas con la especie, pero de pronósticos fatalistas no trata esta nota sino del formidable libro Vodka Naka, editado por Salario del miedo y escrito por la joven periodista Georgina Hidalgo.

Ex trabajadora de Reforma y dueña de un estilo fresco y divertido (fresco y divertido son adjetivos que de ninguna manera tienden a menoscabar un texto, sino a ensalzarlo, que quede claro), Hidalgo nació en el Distrito Federal y sus destinos profesionales recalaron en Rusia Today, el canal de televisión que desde Moscú intenta tender un puente de comunicación abierto y moderno con el mundo.

RT, como es conocido, constituye una verdadera Torre de Babel donde el español se debate entre los diferentes argots latinoamericanos y la forma normalmente ortodoxa, a menudo errática, de hablarlo y de escribirlo por parte de los comunicadores rusos.

No estamos hablando, como es lógico, de los estupendos filólogos y lingüistas salidos de las rigurosas universidades moscovitas, la mayoría de los cuales habla un castellano perfecto, sino de los que como nosotros el inglés, el francés o el italiano, lo champurrean en virtud de las necesidades inmediatas.

"Casi tres años viví en esta ciudad y a pesar del choque cultural y climático terminé rendida ante su belleza y esplendor arquitectónico, intrigada por sus leyendas urbanas, deslumbrada por sus palacios subterráneos, enamorada de su gente y enganchada a sus excesos". Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
“Casi tres años viví en esta ciudad y a pesar del choque cultural y climático terminé rendida ante su belleza y esplendor arquitectónico, intrigada por sus leyendas urbanas”. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

Allí está nuestra mexicana con pocas ganas de negociar en el terreno idiomático –y en muchos otros, como deja traslucir su magnífico libro- y dispuesta a caer de pompas en la nieve, beber vodka a la noche y cerveza en la mañana para que se pasen los efectos del vodka y comer, rezar y amar en un paisaje frecuentemente inhóspito, en una cultura que casi siempre es otra, la distinta, la infranqueable.

“Tras casi dos décadas de ir y venir de una redacción a otra, de saltar de género en género, de dar forma a periódicos y revistas, de la nota deportiva a la sangrienta de sucesos, de la “polaka” a la nota cultural y de ahí al privilegiado periodismo de viajes, llegué a Rusia a principios de febrero del 2010 y me quedé ahí hasta octubre del 2012”, cuenta Georgina.

UN RUSO OXIDADO PERO FUNCIONAL

“Con un ruso oxidado pero funcional me abrí paso en la nueva sociedad rusa. Seguí los pasos de Nicolás Gógol y Dostoievski, busqué los despojos grotescos de Rasputín y me hice fan de Catalina I, alias “la Gordis”, la matrioshka más singular que ha visto la historia rusa”, explica Hidalgo.

“Nieve, frío, vodka, calles anchísimas, rascacielos góticos, genios constructores de sputniks, deportistas de la más alta calidad. Casi tres años viví en esta ciudad y a pesar del choque cultural y climático terminé rendida ante su belleza y esplendor arquitectónico, intrigada por sus leyendas urbanas, deslumbrada por sus palacios subterráneos, enamorada de su gente y enganchada a sus excesos”, confiesa.

Las aventuras rusas de la periodista mexicana, su ojo implacable para medir virtudes y defectos de los rusos contemporáneos, dieron como resultado un libro amoroso: sólo se critica aquello que se quiere.

No hay manera de zafar. Después de leer Vodka Naka uno quiere volver a Rusia. Siempre. Todo el tiempo.

“Este país y su gente tienen una extraordinaria capacidad para reponerse de todo, ante todo, sobre todos. Sus transas y malos modales políticos; la represión y el apartidismo generalizado de su juventud; el conservadurismo y racismo de su sociedad, son a veces como México, otras peor que México, pero al final, tan solo un espejo para mirarnos, reconocernos y reírnos de nosotros mismos”, dice Georgina.

–¿Cómo nacieron estas crónicas?

–Las comencé escribiendo en un blog, porque Rusia Today quería incorporarlas a la página web. Era 2010 y todavía le apostaban a la tele por satélite, pero ya intuían lo que significaría Internet en la promoción de sus contenidos. Nos empezaron a pedir blogs a los miembros del staff que llamaban “nativo”. Y siempre pensé desde el humor, desde este choque cultural que se duplica en un caso como el mío, con toda mi educación soviética.

–Al final se constituye, creo, en un canto de amor a Rusia

–Sí, creo que es la síntesis. Al principio del libro se nota mi ansiedad, todo me llama la atención, luego viene una parte que es todo choque cultural y al final sale ese sentimiento hacia un lugar que quién sabe por qué significó tanto en mi vida. Creo que en otra dimensión he sido rusa o algo así. En mi infancia estudié ruso y desde niña siempre dije que iba a vivir en Rusia.

Las aventuras rusas de la periodista mexicana, su ojo implacable para medir virtudes y defectos de los rusos contemporáneos, dieron como resultado un libro amoroso: sólo se critica aquello que se quiere. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
Las aventuras rusas de la periodista mexicana, su ojo implacable para medir virtudes y defectos de los rusos contemporáneos, dieron como resultado un libro amoroso: sólo se critica aquello que se quiere. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

–Después de leer tu libro a uno le dan ganas de viajar a Rusia.

–Esa era mi intención. Vale la pena. Los rusos van a seguir en la palestra mundial durante mucho tiempo, junto con los chinos.

–¿Todavía hay mucha nostalgia soviética?

–Sí, la verdad que sí. Apenas han pasado 20 años de la disolución de la URSS. Así que los “nuevos rusos” tienen 20 años. Son muy jóvenes y por supuesto no tienen recuerdos de aquella época. Las barreras entre las generaciones son insondables. No hablan el mismo idioma y ver ese fenómeno desde fuera es muy llamativo.

–Podríamos decir que ya estás unida a Rusia de por vida

–Sí. Siempre hay proyectos, además. Ahora planeo trabajar para el Mundial de Futbol, hay que ir a ver lo que hacen los rusos en ese aspecto. Va a ser algo importante. Ellos han vuelto a ser los malos de Occidente y en cierto modo la Guerra Fría ha vuelto. Hay que estar allí. Porque además es una guerra que está en la fase de propaganda. Y en ese sentido ellos tienen derecho a defenderse con las mismas tretas informativas, aunque lo hagan más burdamente, que usa la CNN. Aunque me temo que detrás de todo esto hay unos misilillos que ojalá no exploten nunca.

–El libro deja con ganas de más

–Sí, esto es apenas una “embarrada”, como se dice. Rusia es para los mexicanos la gran desconocida, a pesar de que es un país con el que tenemos mucho contacto. Donde personajes como Verónica Castro o Victoria Ruffo gozan de mucha popularidad, por las telenovelas. Además, Vodka Naka se sitúa en Moscú y San Petersburgo, queda afuera toda la Rusia profunda, la de las personas que sobreviven con la dacha, que no tienen trabajo, que prefieren separarse de los hijos y mandarlos a vivir a las ciudades antes de verlos caer en la heroína.

–La heroína que llega de Afganistán

–Sí, la llaman “la venganza del Talibán” y es lo que está devastando la sociedad rusa. Todas las familias rusas tienen a un heroinómano en rehabilitación o muerto y la adicción comienza en la niñez. Hay alrededor de 2 millones de niños drogadictos, sólo que eso no lo vas a leer en Rusia Today.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas