¿Bichos con engranes?

22/10/2013 - 12:01 am

Seguramente les ha tocado observar, al mover una planta del jardín o cuando caminan entre la vegetación silvestre, que diminutos insectos saltan por doquier como si tuvieran resortes. Se trata de las chicharritas, también conocidos como saltadores de hoja. Son pequeños insectos que miden menos de un centímetro, emparentados con los pulgones que tienen la habilidad de propulsarse muy alto.

Las chicharritas son insectos herbívoros que se alimentan de la savia de árboles, arbustos y hierbas gracias a su aparato bucal que funciona como una aguja hipodérmica que permite chuparle la “sangre” a las plantas. Dado que el contenido de la savia de las plantas tiene los nutrientes muy diluidos, las chicharritas tienen que succionar grandes cantidades del floema para poder cumplir con sus requerimientos alimenticios, por lo que la mayor parte de su vida están pegadas a las plantas.

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Imagen tomada de la red.

El ciclo de vida de las chicharritas es relativamente sencillo. Pertenecen al grupo de insectos que no tienen metamorfosis completa, es decir que conforme crecen van mudando de exoesqueleto, y modificando su forma externa, pero no pasan por un periodo de pupa o crisálida. Dependiendo de la especie pueden tener entre una y seis generaciones por año. Después del invierno, las hembras ponen los huevos por debajo de la hojas nuevas, o en los tallos de sus plantas hospederas y pocos días después nacen la ninfas que comienzan a alimentarse de la savia. Después de mudar seis veces de exoesqueleto, en alrededor de 30 días completan su crecimiento y se convierten en adultos reproductivos.

Muchas especies de saltadores de hojas son considerados como serias plagas de cultivos; pero no tanto por los recursos que extraen de las plantas sino que son problemáticos porque transmiten enfermedades ocasionadas por hongos, bacterias o virus que viven asociados a los insectos o que están en el ambiente y aprovechan las heridas que le ocasionan a la planta para meterse e infectarla. Enfermedades agrícolas que causan pérdidas económicas importantes como el “Mal de Pierce” en los viñedos, son trasmitidas por este tipo de insectos. Para entender la magnitud del daño que puede causar este tipo de enfermedad, está documentado que en California entre 1994 y 2000 se reportaron 30 millones de dólares en pérdidas de producción de uva ocasionados por esta bacteria transmitida por un saltador de hoja.

Recientemente la revista Science publicó un artículo muy interesante relacionado con las chicharritas, pero no está vinculado con las pérdidas económicas que causan a la economía mundial sino que es una investigación llevada a cabo en Inglaterra en relación a la anatomía de estos insectos. En el artículo, Burrows y Sutton (1) documentan que las ninfas de la especie de saltador de hoja Issus coleoptratus presentan un mecanismo muy particular para propulsar su salto. Resulta que tienen engranes en las patas traseras que les permiten saltar de una manera estrepitosa con la ventaja de tener las dos patas sincronizadas. Se calculó que los engranes les permiten tener una velocidad de propulsión tan rápida como 3.9 metros por segundo, sería lo equivalente a que nosotros pudiéramos saltar a una velocidad de 1,700 metros por segundo, lo cuál resulta impensable, pero nos da una idea de porqué cuando caminamos en un pastizal no alcanzamos a distinguir quienes son los bichos que están saltando, solamente se percibe el movimiento.

Este descubrimiento es particularmente interesante puesto que es la primera vez que en la naturaleza se describe el mecanismo de engranaje para propulsar a un individuo, se pensaba que los engranes eran un invento exclusivamente humano para aminorar el trabajo mecánico, pero no es así. Por lo demás, la chicharrita en cuestión no es particularmente vistosa o elegante, es de color café pardo mide entre 3 y 4 milímetros y se alimenta de varios árboles deciduos en Inglaterra sin causar graves daños. Se desconoce que tan común pudiera ser este mecanismo entre las otras especies de chicharritas, pero se está investigando.

Con este ejemplo, los seres vivos continúan mostrando que todavía hay muchísimas cosas que aprender de ellos y que al destruir los ecosistemas, además de perder sitios hermosos y lugares paradisiacos nos estamos perdiendo muchas de las invenciones naturales que pasan desapercibidas y que podrían ser de gran utilidad para la humanidad.

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Imagen tomada de la red.

1. Malcolm Burrows and Gregory Sutton. 2013. Interacting gears synchronize propulsive leg movements in a jumping insect. Science. Vol. 341, Sept. 13, 2013, p. 1254. doi: 10.1126/science.1240284.

Ek del Val de Gortari
Soy bióloga egresada de la UNAM y después realicé un doctorado en ecología en el Imperial College del Reino Unido. Actualmente trabajo en el Centro de Investigaciones en Ecosistemas de la UNAM en Morelia y coordino la Licenciatura en Ciencias Ambientales de la ENES-Morelia también de la UNAM. Dedico mis días a tratar de entender cómo funcionan las interacciones entre las plantas y los herbívoros que se las comen. Me gusta trabajar en las selva y también estoy interesada en entender como se modifican las interacciones entre especies cuando hay alteraciones en los ecosistemas, por lo que estoy trabajando en campos agrícolas y en ambientes restaurados. Considero que la visión que la ciencia aporta a la vida cotidiana es muy importante, por eso me gusta escribir textos de divulgación científica y procurar que un mayor número de gente conozca las maravillas que hemos aprendido y descubierto. En particular escribo sobre bichos porque son seres considerados abominables en el inconciente colectivo, que cuando nos detenemos un poco a observar y entender mejor, se vuelven maravillosos.
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