Superar la muerte de tu mascota puede ser una situación difícil. Éstas son algunas recomendaciones para superar la pérdida.
Mi perro ha muerto.
Y yo, materialista que no cree
en el celeste cielo prometido
para ningún humano,
para este perro o para todo perro
creo en el cielo.
Pablo Neruda
Ciudad de México, 22 de septiembre (SinEmbargo).– Perder a un ser querido, no importa que tenga dos piernas o cuatro patas, es inevitablemente doloroso. Algunos podrán pensar que perder a una mascota es una cosa menor en comparación con la muerte de una persona a la que amamos pero, en realidad, hay animales que nos han acompañado durante tanto tiempo y han representado tantas alegrías, que el sentimiento de pérdida puede ser comparable en ambos casos.
De acuerdo con un estudio realizado en Gran Bretaña y citado por el diario Clarín, tras la muerte de una mascota “más del 90 por ciento de los dueños experimentaron un trastorno en los hábitos de sueño o tuvieron dificultades con su alimentación, ambos síntomas de depresión clínica. Más de la mitad se volvieron absortos y evitaron tener actividades sociales. Casi la mitad se encontró con dificultades relacionadas con el trabajo […]. E incluso, hay indicios de que las parejas casadas son más propensas a divorciarse después de la muerte de una mascota en casa”.
En algunas ocasiones se tenía una relación tan profunda con el animal que es necesario vivir un duelo muy similar al que se vive con los humanos. De acuerdo con el Instituto Mexicano de Tanatología, podemos entender al duelo como un “estado de pensamiento, sentimiento y actividad que se produce como consecuencia de la pérdida de una persona amada o algo significativo para nosotros, asociándose a síntomas físicos y emocionales”.
El mismo instituto indica que la pérdida por muerte es tan traumática psicológicamente, como físicamente lo es una herida o una quemadura.
La profundidad del duelo tras la partida de una mascota será diferente de persona a persona; dependerá de las causas, el tipo de muerte y la relación con ella; pero en todos los casos es importante expresar cuán tristes nos sentimos y procurar superar la pérdida de la forma más abierta posible.
De acuerdo con Elisabeth Kübler-Ross, una destacada tanatóloga, el proceso de duelo sucede en cinco etapas:
Negación. Que surge como una forma de defensa del individuo en la que no se acepta la muerte.
Ira o Enojo. Durante la que uno se “rebela” contra la realidad y se siente molesto, enojado y rencoroso.
Negociación. Que involucra la esperanza de la persona de que se puede “negociar” con Dios, con la vida, etcétera. Esta conducta también trata de evitar aceptar la muerte.
Depresión. Se da tras el fracaso del intento de alejarnos de lo real. La depresión puede implicar (entre otras cosas) angustia, pensamientos negativos, deseos de soledad y constantes lamentos.
Aceptación: De acuerdo con el Instituto Nacional de Tanatología, “en esta etapa la persona comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor… la vida se va imponiendo”.
Para superar esta etapa lo fundamental es vivir abiertamente el duelo, no reprimir las emociones que nazcan, entender que hace falta tiempo para superarlo (y hay que buscarlo), no tener miedo, no descuidar la propia salud y ser paciente.
Algunas acciones que nos permiten superar la pérdida de una mascota incluyen no buscar una “de reemplazo”. Tener otra en seguida no siempre es conveniente, pero pasado un tiempo podría ser muy positivo.
Como pasa con los humanos, tampoco es recomendable conservar las cosas que eran de tu animalito. Será mejor recordarlo de vez en cuando con fotografías, que bien podrían ayudarte a desarrollar pensamientos positivos sobre lo que vivieron juntos.
Para estos procesos, los niños y personas adultas (sobre todo las que vivían sólo con su mascota) son particularmente vulnerables a vivir un proceso de duelo profundo, de modo que hay que prestarles particular atención y, si se detecta que el duelo no puede superarse fácilmente, es recomendable consultar a un experto que pueda brindar apoyo psicológico.