“Si nos guiamos por la Historia, casi seguro que el próximo microbio o cepa que amenace con propagar masivamente una enfermedad infecciosa nos pillará desprevenidos. Pero, si no estamos preparados para abordarla, con todos los planes y recursos que ya sabemos que vamos a necesitar, nos estaremos poniendo en ridículo y en peligro a nosotros mismos”, advierte uno de los mayores epidemiólogos del mundo, el doctor Michael T. Osterholm.
Madrid, 22 de julio (Europa Press).- Está más que comprobado por todos a día de hoy que la mayor amenaza para el mundo es la generada por los microbios letales que causan enfermedades infecciosas, como se está demostrando con la pandemia de COVID-19.
Despues de todo lo malo que estamos viviendo y que ha provocado esta pandemia, la mayor tragedia seria que desperdiciáramos esta crisis sin aprender de ella, ni nos preparáramos para otras el futuro.
“Si nos guiamos por la Historia, casi seguro que el próximo microbio o cepa que amenace con propagar masivamente una enfermedad infecciosa nos pillará desprevenidos. Pero, si no estamos preparados para abordarla, con todos los planes y recursos que ya sabemos que vamos a necesitar, nos estaremos poniendo en ridículo y en peligro a nosotros mismos”, advierte uno de los mayores epidemiólogos del mundo, el doctor Michael T. Osterholm, en una entrevista con Europa Press.
Este científico advirtió años atrás de una posible pandemia de coronavirus y hoy sus presagios se han visto por desgracia más que cumplidos. Así lo cuenta en La Amenaza más letal (Planeta), un manual que ha sido actualizado dos años después con un prólogo centrado en la COVID-19, y que escribió en colaboración con el escritor Mark Olshaker.
Con este libro, que se encuentra en la lista de los más vendidos del New York Times, intenta desgranar cuáles son los peligros de una epidemia sanitaria global, y del plan de acción que todos los países del mundo deberían seguir frente a una pandemia como la actual. No obstante, a propósito de esta pandemia de COVID-19, los autores, y creo que ya toda la población, tiene claro cuáles son las soluciones a la misma: la vacuna y la inmunidad de rebaño.
“Hay dos soluciones: Una es una vacuna eficaz o vacunas que se pueden producir en cantidades suficientes para inocular a gran parte del mundo. La otra es hacer que la población de cada país alcance un nivel de inmunidad colectiva contra el virus, lo que significa que entre el 60 por ciento y el 70 por ciento de la población haya sido infectada”.
¿Qué sucede? Según advierte el epidemiólogo, hasta ahora se cree que en la mayor parte de las naciones y áreas del mundo “sólo entre el 5 por ciento y el 15 por ciento de la población ha sido infectada”. A falta de esos dos eventos, Osterholm defiende que la comunidad científica y médica está intentando desarrollar terapias que puedan tratar a pacientes tanto con casos moderados como severos de COVID-19, “pero esto es sólo un tratamiento, no algo que pueda frenarlo desde el inicio”.
Así, sostiene que en la carrera por lograr esa vacuna eficaz se ha implicado una gran parte de la comunidad internacional de científicos e investigadores, si bien avisa de que el desarrollo de vacunas es un proceso “difícil e incierto”. De hecho, recuerda que la comunidad científica lleva más de 30 años intentando desarrollar una vacuna contra el VIH sin éxito.
“Somos optimistas de que se desarrollará una vacuna efectiva contra la COVID-19, pero esencialmente estamos comenzando desde cero, y esto implica un proceso altamente experimental que lleva mucho tiempo. Si tenemos una vacuna efectiva en algún momento en 2021, y podemos fabricar un suministro suficiente para proteger a gran parte del mundo, deberíamos considerarnos afortunados”, mantiene el epidemiólogo.
En cuanto a quiénes deben ser inmunizados frente a COVID-19 de aparecer la deseada inyección, Osterholm mantiene que todo dependerá de cuándo esté disponible la vacuna, y para distribuirla deberá evaluarse previamente también la población que ha estado expuesta al virus SARS-CoV-2. “Si el porcentaje aún es bajo, debemos tratar de vacunar al menos al 60 por ciento de la población para lograr la inmunidad del rebaño. Un porcentaje mayor sería aún mejor”, señala.
Una de las “ventajas” que presenta el actual coronavirus es que “no parece estar cambiando mucho”, de forma que de lograr una vacuna, según el investigador, ésta debería ser una buena plataforma para otras vacunas de coronavirus.
OTRA FUTURA PANDEMIA DE GRIPE ES POSIBLE
A pesar de que en 1918 vivimos una pandemia de gripe, el científico lamenta que una vacuna universal contra la misma sigue siendo en la actualidad “un gran desafío científico”. “A día de hoy no existe, pero definitivamente deberíamos proponerlo con tantos fondos y recursos como sea necesario, ya que podría prevenir un desastre humano y económico incalculable en el futuro”, vaticina este experto.
De hecho, augura que, aunque nunca sabemos cuál será el próximo microbio mortal que emergerá, como ha demostrado esta inesperada pandemia de coronavirus, sí se puede estar bastante seguro de que habrá futuras pandemias de gripe mortales, y una de ellas será tan mortal como la de 1918-20.
Es más, en el prólogo del libro va más allá a este respecto y se atrave a alertar de que COVID-19 puede suponer una “lección” para el mundo ya que puede que la próxima pandemia sea “uno o varios ordenes de magnitud mas grave que el brote actual de coronavirus”.
Osterholm recalca a su vez que a día de hoy tenemos todos los “boletos” para que esto sea así, un mundo con más de tres veces la población de hace 100 años, con viajes aéreos a cualquier punto del mundo, con una compleja cadena de suministro internacional, más de mil millones de cruces fronterizos internacionales al año, así como megaciudades, entre otros factores, que favorecen sin problema la invasión de los hábitats naturales.
“Esto significa que surgirán más enfermedades hospedantes de animales, por lo que debemos estar preparados en todos los frentes; lo que significa vigilancia, dedicar suministros, y estar listos para dispersar al personal, y tener tratados internacionales sobre cómo cooperar rápidamente para enfrentar brotes”, añade.
Por ello, y dado nuestro historial colectivo sobre el aprendizaje de las lecciones de epidemias pasadas incide en que nuestro futuro no es alentador: “Tan pronto como el peligro ha pasado, parece que volvemos al estatus anterior en lugar de planificar. Nos olvidamos. Si nos hubiéramos tomado el SARS en serio en 2003 podríamos haber avanzado mucho más en una vacuna contra la COVID-19 y el tiempo ganado habría salvado innumerables vidas y billones de dólares”, sostiene Osterholm.
Finalmente, este prestigioso epidemiólogo prefiere pensar que, quizás el hecho de que nuestras vidas se hayan visto tan perturbadas por esta pandemia hará que cambie nuestra perspectiva en el futuro, cuando todo esto se solucione, al igual que lo hicieron los ataques del 11 de septiembre.
“Si gastásemos la misma cantidad de dinero y de recursos humanos que destinamos para la defensa nacional o para la lucha contra el terrorismo, para las enfermedades infecciosas, podríamos estar mucho mejor y mucho sufrimiento global podría prevenirse o minimizarse”, sentencia.