En la entrega pasada dijimos que permanecer en la escuela paga y paga muy bien. Mientras que un hogar en donde la cabeza de familia no tiene estudios percibe menos de tres mil pesos al mes, por el contrario, en caso de contar con un posgrado, se ingresan en promedio casi 52 mil pesos.
Los universitarios no sólo ganan más, sino que están más presentes en el mercado de trabajo. Su tasa de participación supera en más de 11 puntos porcentuales a la de aquellos que cuentan con estudios de secundaria. Es decir, no sólo perciben mayores ingresos, si no que al estar en un mayor porcentaje en el mercado laboral, generan mayor riqueza para sus hogares, con los consecuentes beneficios.
Esto es particularmente importante en el caso de las mujeres. Mientras que únicamente el 39 por ciento de las mujeres sin estudios trabajan, setenta por ciento de aquellas con educación universitaria tienen un empleo remunerado.
La cuestión es que en México tenemos muchos hogares en la primera situación (con ninguno o con pocos estudios) y muy pocos con estudios universitarios.
Según el informe de la OCDE recientemente presentado, Education at a Glance 2013, únicamente el diecisiete por ciento de los mexicanos entre 25 y 64 años tiene educación universitaria. Este dato contrasta frente a, por ejemplo, Corea del Sur (40.41%), Israel (46.4%) o Canadá (51.33%).
Dentro de esta cifra tan desoladora, hay sin embargo buenas noticias. La situación de las generaciones más jóvenes es radicalmente diferente. Estamos hablando de que parecen dos países completamente diferentes. Mientras que únicamente el 12 por ciento de los mexicanos entre 55 y 64 años tiene instrucción universitaria, entre los jóvenes aumenta hasta el 23 por ciento: prácticamente uno de cada cuatro.
Otra buena noticia es que dos de cada tres inscritos en la universidad concluye sus estudios, lo cual está en línea con el promedio de los países de la OCDE. El grado de éxito es particularmente elevado en el caso de las mujeres mexicanas, que superan en más de diez puntos porcentuales a los hombres.
Si bien estamos lejos de una situación óptima –todavía arrastramos importantes problemas en cuanto al acceso a la universidad–, lo cierto es que el perfil de las generaciones más jóvenes comienza a diferenciarse del de sus mayores. Poco a poco emerge un México con niveles de instrucción mucho más elevados.
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