La datación de los restos reveló que el chultún fue utilizado con fines mortuorios entre los siglos VII y XII, pero que la mayoría de los niños fueron enterrados durante el periodo de 200 años del apogeo político de Chichén Itzá, entre los años 800 y 1000 de nuestra era.
Ciudad de México, 22 de junio (SinEmbargo).– Ubicada en el corazón de la península de Yucatán, la antigua ciudad maya de Chichén Itzá es uno de los sitios arqueológicos más emblemáticos y enigmáticos de América del Norte. Ascendió al poder tras el colapso del período Clásico maya y fue un centro político populoso y poderoso en los siglos anteriores a la llegada de los españoles.
Quizás Chichén Itzá sea más conocida por su amplia evidencia de sacrificios rituales, que incluye tanto los restos físicos de individuos sacrificados como las representaciones en el arte monumental. Ahora, una investigación genética en profundidad de los restos de 64 niños enterrados en las ruinas mayas de Chichén Itzá ha revelado una práctica de sacrificio ritual de parejas de varones de corta edad.
Se trata de una investigación realizada por un equipo interdisciplinario, liderado por Rodrigo Barquera Lozano, del Departamento de Arqueogenética del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (MPI-EVA, por sus siglas en inglés), en Leipzig, Alemania, en el que participaron cuatro especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Entre otros resultados del estudio, publicado la semana pasada en la revista científica Nature, está la identificación, en un acervo óseo bajo resguardo del Centro INAH Yucatán, de estrechas relaciones de parentesco de los niños inmolados, incluida la de dos pares de gemelos idénticos.
El grupo de científicos llevó a cabo sus indagaciones en el Laboratorio de Arqueogenética del MPI-EVA y se concentró en los restos de 64 infantes, cuyos restos óseos fueron descubiertos en 1967, dentro de una cámara subterránea localizada 300 metros al noreste del Cenote Sagrado de Chichén Itzá.
“Lo que más impacto tiene el trabajo es que, primero que nada, desmitifica ciertas situaciones que se tenían dadas por sentado: que los entierros o sacrificios en distintos contextos mesoamericanos casi siempre corresponden con mujeres, usualmente jóvenes y vírgenes, era muy popular esta idea, pero podemos reportar este hallazgo con todos varones, infantes. Parecen ser un tributo, con intencionalidad, para los gemelos héroes de la mitología maya”, explicó Barquera en entrevista con GALILEO, el programa de ciencia semanal de Estudio B de SinEmbargo Al Aire.
“En este caso es una especie de conmemoración de la existencia de los gemelos héroes”, añade el experto, quien cuenta que todo el proceso para realizar y publicar este estudio requirió de 9 años, casi una década. “Las herramientas analíticas no estaban disponibles en el pasado, es hasta ahora que lo podemos hacer”.
El artículo explica que este espacio naturalmente formado pudo ser usado como un chultún –depósitos creados por los mayas para el almacenamiento de agua– y ampliado para conectarlo con una pequeña caverna.
Del osario, que de manera general contenía más de un centenar de esqueletos, se seleccionaron 64 individuos, determinados a partir de sus cráneos, en específico de porciones de sus huesos temporales izquierdos.
Lo anterior sugiere una conexión de las prácticas sacrificiales con los mitos del origen del Popol Vuh, toda vez que, en la cosmovisión maya y mesoamericana en general, los gemelos representan cualidades de dualidad entre las deidades y los héroes. Esta es, además, la primera ocasión en la que se identifican a mellizos en contextos funerarios mayas de la antigüedad.
“En el caso de este entierro, son pocos individuos, poco más de 100, que se estuvieron colocando a lo largo de 500 años. La gente sabía lo que representaba este tipo de entierro. La ocurrencia de gemelos idénticos en un entierro de estas características es muy inusual, tener dos pares todavía más. Mueren a la misma edad, no es que vivieron diferentes vidas: son básicamente de la misma edad, es decir, son sacrificados simultáneamente. Es coherente que este sea el contexto”, explica Barquera a SinEmbargo.
El artículo está coescrito por Barquera, quien también es académico de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH); Víctor Acuña Alonzo, titular de esta casa de estudios; Oana del Castillo Chávez, investigadora del Centro INAH Yucatán, y Diana Iraíz Hernández Zaragoza, alumna del Laboratorio de Genética Molecular de la ENAH; entre otros especialistas, tanto mexicanos como del extranjero. Abunda en la temática del sacrificio infantil y el uso ceremonial de cuevas y otros espacios naturales por los mayas precolombinos.
El análisis de datos genéticos reveló que todos los individuos del chultún eran varones de entre tres y seis años de edad, y que en el entierro masivo estaban presentes parientes cercanos (hermanos/primos), incluidos dos pares de gemelos monocigóticos. Una exploración genética más detallada mostró igualmente que, al menos una cuarta parte de los niños, estaban estrechamente relacionados entre sí.
La datación de los restos reveló que el chultún fue utilizado con fines mortuorios entre los siglos VII y XII, pero que la mayoría de los niños fueron enterrados durante el periodo de 200 años del apogeo político de Chichén Itzá, entre los años 800 y 1000 de nuestra era.
“Más que cambiar lo que sabíamos, lo complementa. Es una especie de memorial, de homenaje a estos personajes mitológicos. Tenían este chultún, la cueva, depositaban los individuos ofrendados, y cerraban. No es que se hiciera todo el tiempo: hablamos de cerca de 100 individuos a lo largo de 500 años. No se utilizaba todos los años”, agregó el experto.
Por otra parte, a partir del análisis de isótopos estables de carbono y nitrógeno del colágeno óseo, se encontró que estos jóvenes parientes habían consumido dietas similares, lo que sugiere que fueron criados en la misma zona y, posiblemente, bajo los mismos accesos a recursos y costumbres alimentarias.
La citada comparativa entre ADN antiguo y contemporáneo evidencia una continuidad genética en la región maya; por otro lado, hace notar la valía de los mencionados estudios para generar nuevas líneas de investigación en otros sitios prehispánicos y temporalidades.
“Somos de la idea de que tomar la muestra es un proceso semi destructivo, no queda igual la pieza a como estaba antes. Por eso tratamos de sacar la mayor información posible. Otra de las preguntas que teníamos es, ¿cómo ha cambiado (o no) la región en mil años? Y encontramos que son prácticamente iguales. Hay una relación directa de descendientes, de los individuos actuales, con respecto de los mayas que alguna vez habitaron Chichén Itzá”, contó Barquera.
“Algunas diferencias están en el metabolismo: cómo procesamos lípidos, carbohidratos, el colesterol, pero también en el sistema inmune. Ahí nos interesaba particularmente, porque había hipótesis con respecto a estas variantes que estaban relacionadas con la resistencia a la salmonela. Comparados con esta variante, en la población antigua estaba en alrededor del 25 por ciento de los individuos y en la actualidad está en casi el 45 por ciento, es decir, dobla la presencia de esta variante. Es un buen presentador para el sistema inmune: si lo tengo y me infecto con salmonela, soy bueno para generar una respuesta rápida, y esto es benéfico cuando llega la salmonela a América y quienes tenían la variante era más probable que sobrevivieran”, explicó.
La comunidad de Tixcacaltuyub ha colaborado con el equipo de investigación durante muchos años, y sus perspectivas y preguntas fueron tomadas en cuenta para el desarrollo del artículo científico.