Según sus autores, las conclusiones de ahora proporcionan una mayor claridad sobre el papel del SARS-CoV-2 y la enfermedad que causa, la COVID-19, en el desarrollo de arritmias, incluyendo la frecuencia cardíaca irregular (fibrilación auricular), los ritmos cardíacos lentos (bradiarritmia) o la frecuencia cardíaca rápida (taquicardia ventricular no sostenida).
Madrid, 22 jun (EFE).- Los pacientes con COVID-19 en estado crítico son 10 veces más propensos a tener arritmias cardíacas, según un estudio que sugiere que estas afecciones y los paros cardíacos son probablemente desencadenados por una forma grave y sistémica de la enfermedad y no sólo debido a la infección viral en sí.
Estas son algunas de las principales conclusiones de un estudio de la Escuela de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos) y publicado en la revista Heart Rhythm Journal.
Los hallazgos, según un comunicado de la citada universidad, "difieren significativamente" de los primeros trabajos que mostraban una alta incidencia de arritmias entre todos los pacientes con COVID-19.
Según sus autores, las conclusiones de ahora proporcionan una mayor claridad sobre el papel del SARS-CoV-2 y la enfermedad que causa, la COVID-19, en el desarrollo de arritmias, incluyendo la frecuencia cardíaca irregular (fibrilación auricular), los ritmos cardíacos lentos (bradiarritmia) o la frecuencia cardíaca rápida (taquicardia ventricular no sostenida).
"Para proteger y tratar mejor a los pacientes que desarrollan COVID-19, es fundamental mejorar nuestra comprensión de cómo la enfermedad afecta a varias vías y órganos dentro de nuestro organismo, incluyendo nuestras anomalías en el ritmo cardíaco", señala Rajat Deo, autor principal del estudio.
Deo apunta que los hallazgos sugieren que las causas no cardíacas, como una infección sistémica o inflamación, probablemente contribuyan más a la aparición de paros cardíacos y arritmias que las células cardíacas dañadas o infectadas debido al virus.
Para evaluar el riesgo e incidencia de paro cardíaco y arritmias, el equipo evaluó a 700 pacientes con COVID-19, con una media de edad de 50 años, que ingresaron en el hospital de la Universidad de Pensilvania entre principios de marzo y mediados de mayo.
Examinaron la telemetría cardíaca, los registros clínicos y las comorbilidades médicas, como las enfermedades cardíacas, la diabetes y las enfermedades renales crónicas. Asimismo, registraron sus parámetros vitales, los resultados de las pruebas y el tratamiento.
De los 700 pacientes hospitalizados, alrededor del 11 por ciento fueron admitidos en unidades de cuidados intensivos y son estos últimos los que tuvieron hasta diez veces más probabilidades de sufrir algunas de las complicaciones cardíacas citadas.
Los investigadores señalaron que el estudio tiene varias limitaciones, entre ellas que el análisis se realizó en un sólo centro: "se necesita más investigación para evaluar si la presencia de arritmias cardíacas tiene efectos sobre la salud a largo plazo en los pacientes que fueron hospitalizados por COVID-19", según Deo.
Mientras tanto, afirma, es importante lanzar estudios para evaluar las estrategias más efectivas y seguras para la anticoagulación a largo plazo y el control en esta población.