ENSAYO | “Si eres misógino, reconócelo, ve a terapia, retírate, no hagas más daño. Vuelve a la querencia”

22/06/2019 - 12:00 am

Los motivos principales para emprender un colectivo son el de aprender en grupo, intervenir el pensamiento fósil. Tomar medidas según consenso, romper el silencio, levantar la mano, escucharnos el desacuerdo, captar las frases de cada un@ y mezclarlas, componer el párrafo que nos represente, ser lxs sujetxs sociales. Trabajar nuestros talentos, conocer la completitud humana.

Por Hilda Sotelo 

Ciudad Juárez/Ciudad de México, 22 de junio (SinEmbargo).– La palabra colectiva: Mujeres Juntas Marabuntas es un manifiesto redactado por mujeres a partir de las denuncias vertidas en el #MeTooMx.

La primera exigencia dice:

“Que los espacios culturales, ya sean públicos, privados o autogestivos, hagan un compromiso para revertir las violencias machistas a través de acciones concretas. Por ejemplo: ¿qué tal si antes de empezar un taller literario abres una discusión colectiva sobre cuál será la ética compartida para crear un espacio seguro entre todxs? ¿Qué tal si las grandes editoriales, como Penguin Random House y Planeta, abren un Comité de Ética de Recursos Humanos que atienda las denuncias de acoso imparcialmente? ¿Qué tal si las editoriales en general diversifican sus equipos de dictaminación para que haya paridad?”.

“¿Y qué tal que, si ya estás insitituido como colectivo ONG o AC o red que “une” a las anteriores, reflexionas tus prácticas y las pedagogías que se comparten en el grupo? En el colectivo o la asamblea socio cultural, se trabaja en conjunto hacia un objetivo en común, se toman decisiones en base al consenso para ejercer el poder social y político a través de distintas expresiones, artísticas, literarias, educativas, periodísticas y feministas y así lograr mejores convivencias en las sociedades, ¿y qué tal si ejercemos el poder a partir de la ternura?”.

Cuando en las disposiciones solo se toma en cuenta la opinión del coordinador en turno y él/ella mismo se aferra a sostener arquitecturas misóginas o machistas, entonces, se está transmitiendo la pedagogía de la violencia, las gramáticas comunicativas obedecen a un orden político establecido para dominar y silenciar al que piensa distinto.

Las formas humanas de organización sociocultural están en constante fluir, sin añorar el pasado del obediente paliativo. Y seguirán transformándose hasta conseguir la inteligencia necesaria para el bienestar colectivo. Seguirán transformándose porque el orden político establecido, patriarcal continúa violentándonos.

Los colectivos en Ciudad Juárez surgen como formas orgánicas de resistencia, existen muy pocas investigaciones al respecto y las que hay no tienen cultura de género en su redacción. Ese tipo de movimientos inicia en los noventas con Pacto por la Cultura que después se institucionalizó. Y como una forma de desvincularse de la oficialización, al principio del 2000 surgen los autonombrados colectivos.

Las dos formas de organización intentan poner a las expresiones artísticas como prioridad, los colectivos, no tienen un modo claro de articulación. La ventaja de no tener clara las precisiones al momento de formar colectivos es que se convierten en zonas de transformación.

En Ciudad Juárez los colectivos o redes gestionaban las ayudas, independientes de los fondos públicos, y nos organizábamos conforme a los siguientes recursos humanos y financieros: trabajo voluntario, altruismo, coperacha, fondeo. Desconocíamos cualquier ayuda que viniera del estado, por considerarlo represor, asesino, vendido a intereses particulares. La situación ha cambiado, ahora las asociaciones civiles buscan a colectivos de reconocida trayectoria para gestionar recursos o viceversa los colectivos reconocen a las asociaciones y trabajan en conjunto.

Los colectivos socioculturales surgieron en respuesta radical a las preguntas, ¿qué están haciendo las asociaciones civiles en la ciudad y con nuestros recursos? ¿Qué pasa cuando las propuestas culturales se oficializan y solo unos cuantos resultan beneficiados? Lo lamentable en las organizaciones todas, es el machismo y la misoginia, operaba y opera hasta la fecha. Es la actual generación de feministas mexicanas (de distintas edades), la que decodifica, detecta y toma acción, ya sea abandonado espacios de masculinidades tóxicas, señalando el solapamiento a conductas machistas, denunciado casos de abuso sexual de compañeras. O retomando espacios que había abandonado por hartazgo y miedo. Organizando por mujeres y para mujeres.

La palabra colectiva de Mujeres Juntas Marabuntas dice: “(…) un número creciente de mujeres que trabajamos en la cultura hemos decidido organizarnos alrededor de un acto de disidencia colectiva frente a la normalización de la violencia que históricamente se ha inscrito en los espacios donde desempeñamos nuestro trabajo y nuestras vidas: editoriales, revistas, ferias del libro, encuentros de escritores, escuelas, universidades, instituciones culturales, talleres y espacios privados.

“No se trata de algo nuevo. Hace demasiado tiempo que guardamos en secreto el acoso, la humillación, la segregación, el abuso sexual, por temor a que nuestros señalamientos sean invalidados o a que nuestra labor creativa sea excluida. Ésas eran las reglas no escritas que las relaciones de poder al interior de la cultura, ordenada fundamentalmente por hombres más poderosos, habían instituido como norma. Lo que ha cambiado es nuestra relación con el miedo y con el silencio (…)”

Los motivos principales para emprender un colectivo son el de aprender en grupo, intervenir el pensamiento fósil. Tomar medidas según consenso, romper el silencio, levantar la mano, escucharnos el desacuerdo, captar las frases de cada un@ y mezclarlas, componer el párrafo que nos represente, ser lxs sujetxs sociales. Trabajar nuestros talentos, conocer la completitud humana.

Trabajar en colectivo significa ver la jerarquía y desafiarla porque necesitamos relaciones horizontales, de respeto y reconocimiento a nuestras subjetividades; armar constelaciones desde la naturaleza, y la cosmovisión originaria; hablar de lo imposible, hacer lo imposible por terminar con la violencia. Pensar en términos del medio ambiente, la tierra, el cuerpo, la salud, las niñas (género que incluye a los niños), las emociones, los sentimientos, las ideas, trascender los sistemas binarios. Escucharnos antes de intervenirnos.

En las colectivas o asambleas socioculturales, se fomenta la pedagogía de la ternura a partir del ejemplo del trabajador/a sociocultural a cargo de la enseñanza o la coordinación, si l@s que enseñan han experimentado la pedagogía de la ternura es fácil transmitirla, de caso contrario el/la maestro/a debe ser honesto/a y retirarse de la enseñanza o esforzarse por dejar el sarcasmo como práctica pedagógica, y las viejas ideas de que “la letra con sangre entra” “hace falta el rigor”.

Las cargas de trabajo se distribuyen en forma equitativa, el entusiasmo está presente. En la pedagogía de la ternura, mencionada por Lidia Turner Martí, los integrantes del colectivo son valorados por su acercamiento a la felicidad individual y colectiva. Las relaciones se basan en la confianza, la ternura radical, la configuración de la autoestima va en aumento, en relación con el entorno.

En la ternura radical, los traumas provocados en la niñez por el sistema patriarcal se politizan a través del arte, la literatura, las micro pedagogías, las denuncias, el propósito final es decolorar la violencia, pero antes detectarla en sus distintas fases, nombrarla, reconocerla para encerrarla acorde a la ley o liberarla, según sea el caso.

Romper el silencio es un acto de ternura radical. Liberarse.

Liberar. Escuchar, es acto de ternura radical. Formar redes intergeneracionales para el diálogo feminista. Enseñar y aprender a vivir sin miedo, cuidándonos unas a otras, escribir, hablar nuestro testimonio, ir a la raíz del problema, encontrar soluciones en grupo, tomar de la mano a ella/él que tanto criticas y temes, soltarlo/a.

En las colectivas, la ternura radical es abrazar la otredad en el performance. Es desobedecer a la masculinidad dañina. En las colectivas, ternura radical es ver a los ojos a la autoridad, redefinirla cuando causa dolor y sufrimiento. Caminar por las calles de tu ciudad, ataviada de las vestimentas de las bisabuelas, ver el pasado destejerlo, volverlo la tejer en distintas direcciones y formatos.

Según expertos desarrollar la ternura radical, no es difícil, se puede empezar fingiendo, después te la crees; cede el paso, comparte el desayuno con una anciana, camina con ella, dile buenos días al conductor del transporte público, págale el pasaje o el café al que va atrás de ti, permite que los cuerpos hablen.

Si odias a los machos, prepara un performance, actúalo en el teatro, sácalo de tu sistema. Denuncia acosos, fomenta la cultura de la denuncia.

Si eres misógino, reconócelo, ve a terapia, retírate, no hagas más daño. Vuelve a la querencia. Una vez incorporado a la ternura, cuídala, hazla pública en las redes, en las plazas, en los espacios comunes; en la ternura radical estamos tod@s.

En la contextura de colectivos y los espacios culturales compartidos que no se comprometan a revertir las violencias machistas y darle continuidad a la ley de paridad de género aprobada el jueves 23 de mayo del 2019 por la cámara de diputados, deben ser denunciados, al igual los espacios que simulen llevar a cabo la ley de paridad.

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