Por Antonio Mundaca, especial para SinEmbargo
Cuenca del Papaloapan, Veracruz, 22 de junio (SinEmbargo/Expediente).– Eran las 10:30 de la noche cuando el autobús llegó a Tres Valles. El día anterior había sido encontrada una fosa clandestina con cadáveres que iban en aumento. Confirmaban fuentes ministeriales el hallazgo. El saqueo de los cuerpos, los envoltorios para trasladarlos para la necropsia de ley a Tuxtepec, en Oaxaca; después a Xalapa. La sospecha de ejecutados de Cosamaloapan había aumentado. No había respuesta del gobierno veracruzano.
En el camino los retenes del calderonismo habían desaparecido, la carretera, con calma absoluta, se tragaba tráileres, camionetas, ningún carro blindado, ni una patrulla de la policía federal. Sobre la entrada principal de Tres Valles, un silencio sepulcral se levantaba del calor.
Horas antes la noticia de una nueva fosa clandestina circulaba viral en las redes sociales. Se hablaba de más de veinte cuerpos, de más de treinta. En las calles de Tres Valles poca gente sabe de las fosas, prefiere no saber. No se ha enterado aún. El centro de la pequeña ciudad aún se encuentra vivo a pesar de la hora. No hay militares. No hay policías. No hay marinos.
Los comedores de mondongo y barbacoa enfrente de la pila de trenes oxidados están cerrados, los negocios atienden con sus televisores en el resumen del Mundial de Futbol. Nadie sabe de las fosas. No en el centro de la ciudad, tampoco en las colonias que bordean la zona urbana rodeada de casas con sus techos de agua y sus focos amarillos encendidos.
Sobre la avenida independencia, que llega hasta las vías, un negocio llamado La Guadalupana tiene el periódico Noticias de Oaxaca. La policiaca habla de un levantón en una ciudad que no es Tres Valles. Los bares del centro tienen poca clientela. La vida transcurre con normalidad. Pero el aire es espeso. Dos y tres llamadas. Un par de contactos. La policía ministerial tiene sus versiones. Nadie quiere saber de las fosas, meterse en problemas.
Tres Valles, Cosamaloapan y Tierra Blanca son territorios con demonios propios, con justicia propia. Cada pueblo parece tener su patrón, su ciudad de taxis encendidos a mitad de la noche que no te llevan al terreno del otro. No importa cuánto ofrezcas por el servicio. La gente se ha guardado, el reloj rebasa las 11 de la noche.
–No amigo, pa’ alla no vamos, la cosa esta muy caliente, además no nos tienen permitido salir de Tres Valles.
–¿Quiénes? –se le preguntaba a uno, dos, tres, taxistas.
Con una sonrisa de sarcasmo te dicen que mejor no meterse en problemas. Uno de ellos se burla y dice: “Pues el gobierno, quien más, de aquí los taxis no salen. Aquí los taxis fuereños no entran”. Uno argumenta que por motivo económico, la defensa de la plaza entre taxis. Otros dicen es por los “chivatos”, “los dedos”.
Los taxis sólo pueden llevarte hasta la parada accidentada de la clínica del IMSS, lo más lejos “al tope de las grúas”, a una zona de venta de gas dos kilómetros después de la zona urbana, donde sobre la carretera federal 175 se va a Tierra Blanca al norte y al sur Novara, Santa Cruz y Ciudad Alemán, “ El infiernito” , como le llama una de las fuentes al territorio que empieza en Tres Valles y acaba en el Puente Caracol que inicia la frontera con Oaxaca.
“Le decimos el infiernito por caliente, porque allá si está pesado, allá no entran los marinos, allá pegado a Oaxaca, tienen su templito a la Santa Muerte; pero ellos vienen y nosotros no vamos para evitarnos problemas, los que van luego regresan golpeados”. El taxi llega a las faldas de Novara. No puede pasar del Taller Base 85. Ese es su límite. Llega hasta Novara con luces apagadas, a unos cuantos kilómetros de Tres Valles, el pequeño pueblo colinda entre ejidos con Nopaltepec, donde fueron encontrados los cuerpos.
En ambos pueblos descansan los tráileres, se apilan en la carretera federal hasta amanecer: “El pedo está en Cosamaloapan y Nopaltepec del otro lado” dice uno de los traileros. Hasta Ciudad Alemán aparece la Policía Federal haciendo revisiones a los autobuses, a los coches particulares; pero no a los taxis. Sobre la carretera federal se lee un letrero que dice Sayula y Coatzacoalcos está a 206 kilómetros. Una vida de distancia para una zona que hace su comercio con Tuxtepec y Tierra Blanca.
Es media noche, Santa Cruz es la última frontera de Veracruz con Oaxaca, en el 2010 se encontraron en la Central de Autobuses del lugar tres decapitados, sus cuerpos en otra fosa clandestina en el municipio de San Antonio Texas, ambas comunidades de Cosamaloapan.
SANTUARIO DE LOS ZETAS
Cinco kilómetros más allá del vado donde a diario cruza un tren cargado de migrantes en Santa Cruz, Cosamaloapan, existe un santuario a la Santa Muerte. Sus velas brillan en la noche, señalan la línea blanca de la Carretera Federal 175, alumbra el despoblado que va a Las Peñitas, una pequeña comunidad en las orillas del Papaloapan donde también ha habido rachas de fuego, levantados.
Nadie sabe quién mantiene el pequeño santuario; pero tiene esfinges, candelabros, cartas benditas en incienso, un amarillo de oro con figuras de la muerte santificada. En Santa Cruz dicen que es un Santuario de Los Zetas; otros dicen que todas las noches va gente de Gabino Barreda y Nopaltepec a ponerle monedas, a cuidar la pequeña caseta. Con vidrios, desde afuera hay una muerte blanca, una lista borrada de nombres. Es tierra Zeta sagrada. A metros de ahí fue asesinado hace dos años en diciembre del 2012 el ex guardespaldas de Margarito Montes Parra junto a su esposa y su hijo.
Nopaltepec es un pueblo fantasma, reducido a pocos habitantes, un palacio municipal pintoresco y muchas leyendas. Se encuentra entre Cosamaloapan y Tres Valles. En esos tramos hay extensos llanos de selva verde, cañaverales, caminos destrozados, “un criadero de fosas clandestinas” , dice un lugareño de Tlacojalpan, municipio que se encuentra del otro lado del Papaloapan y tiene vínculos históricos con la tierra natal de Fidel Herrera, el ex Gobernador al que conocen como “Nauyaca”, una víbora nocturna y venenosa de la zona.
A las 9 de la mañana se instaló un retén en Paraíso Novillero y continuaron los arribos también en el ejido El Pastor. La noticia de las fosas clandestinas encontradas el 16 de junio obligó a un operativo de contención, un blindaje que rebasó al destacamento de la Secretaría de Seguridad Pública ubicado en Nopaltepec, donde resguardan una de los zonas más peligrosas del país con oficinas con techados de lámina.
Cosamaloapan fue una corredera de patrullas Nissan con logotipos judiciales. Habitantes denunciaron requisas nocturnas. Trascendió una reunión de urgencia con los presidentes municipales de Tres Valles y Cosamaloapan. El rumor cayó con la tarde en un municipio vacío. Funcionarios asustados, policías municipales intimidatorios, la pesadilla del recuerdo de dos policías degollados cuando recién arribaban de San Andrés Tuxtla y sus cuerpos fueron encontrados en los límites de Cosamaloapan y Carlos A. Carrillo.
“Los muertos no creo sólo sean de Cosamaloapan, también ha habido desaparecidos en Chacalapa y Chacaltianguis, no me extrañaría encontraran otras fosas; llevamos años viviendo la violencia”, afirmó un funcionario que se negó a ser grabado. En medio de la espiral de violencia retumba la declaración del 16 de enero de este año de José Ramón Gutiérrez de Velasco, presidente de la Comisión de Seguridad del Congreso del estado, cuando admitió que el triángulo geográfico de José Azueta, Villa Isla y Rodríguez Clara es una región “caliente” en cuanto a inseguridad; sin embargo, sostuvo el problema se debía a su cercanía con Oaxaca. La misma excusa constante del gobierno oaxaqueño para justificar los ejecutados en su frontera.
Al “triángulo de muerte” que mencionó el diputado priista hace cinco meses se le suma el triángulo de los cañaverales que forman Cosamaloapan, Tres Valles y Tierra Blanca, donde según fuentes policiacas domina el cártel de Los Zetas con negocios tan diversos como el secuestro, el narcotráfico, la trata de blancas, el comercio y extorsión a migrantes.