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Diego Petersen Farah

22/05/2020 - 12:02 am

Violencia, la “nueva normalidad”

A estas alturas del partido es evidente que la estrategia de seguridad del Gobierno de López Obrador no funcionó. Sacar al Ejército a las calles es el reconocimiento silencioso de ese fracaso: la respuesta ante una política fallida es doblar la apuesta, en lugar de hacer una revisión crítica de la estrategia.

A estas alturas del partido es evidente que la estrategia de seguridad del Gobierno de López Obrador no funcionó. Foto: Margarito Pérez, Cuartoscuro.

Embebidos como estamos en la crisis económica y de salud por el coronavirus pasó casi desapercibido el informe de seguridad en el país. Fiel a su estilo, el Secretario de Seguridad Ciudadana, Alfonso Durazo, quiere ver avances donde no hay y se atrevió a hablar de una ligera mejoría, de poco más de uno por ciento, y un cambio de tendencia en abril respecto a marzo, pues hubo 50 homicidios; pasamos de 3 mil a 2 mil 950. La mejoría, si aceptamos el argumento del Secretario, tiene que ver con el calendario, no con la estrategia, pues gracias a que abril tiene un día menos que marzo, hubo menos asesinatos (qué diera el Secretario porque los meses fueran todos enanos como febrero). Esto no lo dicen, pero si comparamos abril contra el mismo mes del año pasado el incremento de homicidios es de 8 por ciento. Estamos pues, en el mejor de los casos en un estancamiento de 100 asesinatos por día que nos quieren vender como una “nueva normalidad”.

A estas alturas del partido es evidente que la estrategia de seguridad del Gobierno de López Obrador no funcionó. Sacar al Ejército a las calles es el reconocimiento silencioso de ese fracaso: la respuesta ante una política fallida es doblar la apuesta, en lugar de hacer una revisión crítica de la estrategia. La gran crítica que se ha hecho al Gobierno federal por parte de los gobiernos locales es que la Guardia Nacional “no se moja”, no se involucra en el combate directo a la criminalidad, sino que se limita a una “presencia disuasiva”. Y quizá sí, en la medida en que el Ejército y la Guardia Nacional sean visibles ese pequeño radio se vuelve seguro, pero como es evidente, no evita que una ves que se vayan o que a unos kilómetros de ahí se comentan asesinatos con absoluta impunidad.

En lo que va del sexenio no hemos avanzado un ápice en el control territorial. Los grupos de crimen organizado siguen igual o más fuertes que al principios del Gobierno de Morena. Las policías municipales y estatales están en el mismo estado de inanición, salvo casos contados que tiene más que ver con los impulsos individuales de alcaldes que se preocupan por mejorar sus policías. Los compromisos del Modelo Nacional, aprobado al año pasado, quedaron solo en buenas intenciones, pues entre lo que quedó rasurado del presupuesto 2020 estuvo el Fondo de Aportaciones para el Fortalecimiento de los Municipios (Fortamun).

Uno de los efectos esperados en la llamada postpandemia es un aumento (si aún se puede más) de las debilidades institucionales de los gobiernos nacional y subnacionales que, sumado a la crisis económica, serán el caldo de cultivo ideal para el crecimiento de los grupos de crimen organizado y de control territorial. Tener reuniones todos los días para dar seguimiento a la información de seguridad no es suficiente para bajar los índices de criminalidad, mucho menos para controlar el territorio. Cien asesinatos al día en el país no es ni debe ser tolerable. Si lo normalizamos, si lo asumimos como la “nueva normalidad”, perdemos.

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