Gustavo de Hoyos Walther
22/02/2022 - 12:04 am
AMLO: Perdiendo en el mundo
La luna de miel empezó a cambiar paulatinamente en 2020 cuando la deriva autoritaria del Gobierno obradorista ya no se pudo ocultar.
Cuando el candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador estaba en campaña expresó que “la mejor política exterior es la interior”. La frase es falsa, pues implicaría que las relaciones de un país con el exterior pueden prescindir del análisis de lo que pasa en el mundo. En realidad la mejor política exterior es la que tiene un claro entendimiento de los fenómenos globales, y armoniza la política doméstica y la internacional.
De lo que sí habla la frase del Presidente es de su voluntad de aislarse del mundo o de convencer a otros de que su retórica de aislamiento tiene sentido.
Al mismo tiempo que López Obrador promovió esta falacia, sus seguidores, de dentro y fuera del Gobierno, habían insistido, hasta hace poco, que el régimen obradorista tenía buena prensa en el exterior. Sin embargo, ante la clara evidencia de lo que ocurre, ya pocos se atreven a declarar que en el exterior el Presidente y su régimen son apreciados por la opinión pública internacional.
No sólo los medios de comunicación insternacionales, sino organizaciones globales que promueven los derechos humanos, como Human Rights Watch o Amnistía Internacional, han levantado la voz de protesta en contra de las acciones abiertamente autoritarias realizadas por el Gobierno mexicano: de su ataque a las instituciones autónomas a su acometida contra el gremio de periodistas; de su agresión a la comunidad científica a su arremetida contra jueces independientes.
En sus primeros meses como gobernante, López Obrador había evadido la crítica de la prensa, organizaciones internacionales y gobiernos del mundo, en parte porque su régimen acababa de instalarse en el poder y también porque no se le identificaba todavía con los movimientos populistas autoritarios que han conquistado el poder recientemente en diversas partes del globo: de Polonia a Brasil, de India a Hungría.
La luna de miel empezó a cambiar paulatinamente en 2020 cuando la deriva autoritaria del Gobierno obradorista ya no se pudo ocultar. Medios de comunicación líderes a nivel global como The Economist, Die Welt, Le Monde, The New York Times, The Washington Post, The Financial Times, The Guardian, por mencionar a los más prominentes, se han referido críticamente y cada vez con mayor preocupación, a diversos aspectos de las acciones del actual régimen.
La prensa internacional ya no duda en colocar en el mismo espacio a, por ejemplo, el Presidente brasileño, Jair Bolsonaro, o al Primer Ministro indio, Narendra Modi, junto al Presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador.
En efecto, el actual Gobierno federal mexicano ya es clasificado como uno de los regímenes populistas autoritarios que minan la democracia constitucional, las instituciones liberales que limitan el poder, así como el Estado de Derecho y la certidumbre.
Pero los extrañamientos no sólo se han materializado en los medios, sino que llega al ámbito gubernamental. En el antiguo continente han alzado la voz funcionarios de la Unión Europea, así como de países en particular.
De este lado del Atlántico, en los Estados Unidos de América, recientemente un grupo de destacados senadores tanto de extracción demócrata como republicana, han criticado al liderazgo máximo del Gobierno mexicano, por sus constantes violaciones al Estado de Derecho.
Y hace apenas unos días, y quizás en el episodio más grave hasta ahora de la decadencia en la estima internacional hacia el Presidente mexicano, nada menos que el Subsecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, pidió al Gobierno mexicano rendir cuentas de sus acciones para defender a periodistas.
No es exagerado decir que el Jefe del Estado mexicano ya se enfrenta a una opinión internacional mayoritariamente adversa y crítica a su Gobierno.
En las últimas semanas él mismo ha atizado el fuego al pelearse con los gobiernos de Austria, Panamá, España y Estados Unidos de América.
De ninguna de las escaramuzas diplomáticas el régimen obradorista ha salido bien librado. Y cuando un Gobierno pierde una tras otra las batallas diplomáticas, más temprano que tarde su legitimidad interior también se erosiona.
En contraposición a la miopía del apotegma obradorista, la política exterior (o su carencia) si afecta a la interior.
Sería deseable por el bien del país que el Presidente rectifique en sus políticas y abone a poner el nombre de México en el lugar que le corresponde en el concierto de las naciones. Pero ante su falta de entendimiento de los fenómenos globales, parece remoto que así sea. Corresponderá, sin duda, a un gobierno post-obradorista, después de la alternancia política que experimentará México en 2024, la gran tarea de reconciliar al país con el mundo, e iniciar un nuevo posicionamiento internacional basado en la visión del México Ganador.
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