El petróleo está vinculado a entre el 25 por ciento y el 50 por ciento de todos los conflictos interestatales en el mundo desde 1973. ¿Podría pasar lo mismo con la pesca en un futuro no demasiado lejano?
Ciudad de México, 22 de febrero (SinEmbargo).- ¿Un tiempo pasado o presente? Aunque podamos creer que hemos superado como especie esta suerte de disputas, algunos expertos alertan de que la competición por los recursos naturales básicos -y, en concreto, la pesca– está siendo minusvalorada. Incluso desde el Foro Económico Mundial creen que la pesca es un potencial foco de conflictos, comparable tan solo con el que ha suscitado históricamente el petróleo en regiones como Oriente Medio o Latinoamérica. Recordemos que la dependencia global y la necesidad de asegurar los suministros de este combustible han llevado a muchos países a la guerra: desde 1973, el petróleo está vinculado a entre el 25 por ciento y el 50 por ciento de todos los conflictos interestatales en el mundo.
Una de las causas que más preocupan a los analistas internacionales es la excesiva concentración del suministro de pescado. Trazando de nuevo el paralelismo con la industria del crudo, la mitad de la producción de petróleo en 2017 provino de solo cinco países mientras que la mitad de las reservas recuperables están en Oriente Medio. En el caso de la pesca, aproximadamente el 60 por ciento del atún del mundo se captura en una única región geográfica, el Océano Pacífico occidental y central. Como tal, el Pacífico podría ser el Oriente Medio del atún, donde las naciones hambrientas compitan por el valioso recurso. Además, este conflicto sobre los peces ya se puede vislumbrar en otras zonas como en el sur y noreste de Asia, América Central y del Sur, así como en aguas africanas.
Por otro lado, el pescado podría usarse como arma de negociación geopolítica. De nuevo, el ejemplo lo encontramos en la industria energética: desde los embargos petroleros árabes en la década de 1970 hasta los subsidios rusos para mantener en el poder al presidente ucraniano Kuchma o la interrupción del suministro a este mismo país cuando el poder lo ostentaba el presidente Yushchenko, de un perfil más prooccidental.
En un nuevo episodio de esta eterna batalla, la concentración de atún en el Pacífico ha hecho que la soberanía de esas aguas y el acceso a esos peces sea extremadamente valiosa. Con 22 pequeños estados insulares y territorios dentro de la región del Pacífico occidental y central, la sobrepesca y las disputas sobre el acceso y los derechos de pesca son comunes. Por ello, el control político de la Comisión de Pesca del Pacífico Central y Occidental (WCPFC, que se creó a través de un acuerdo internacional para gestionar este asunto en la zona) es clave y la equidad entre los miembros se ha convertido en una preocupación constante.
China, miembro de la WCPFC y el país con más demanda de alimentos del planeta, utiliza su flota pesquera como un tercer brazo de su armada, según el Departamento de Defensa norteamericano. Al enviar su flota pesquera a aguas disputadas, como las del Mar de Sur de China, el gigante asiático puede utilizar esos buques como una excusa para desplegar sus cortadores de la Guardia Costera y defender así a los barcos de pesca “indefensos”. China ha amenazado con la guerra si cualquier otra nación, incluido Estados Unidos, intenta excluirlos de las aguas circundantes y no es difícil pensar que la estrategia china de afianzarse en el mar con su flota pesquera se implementará en otras regiones pesqueras ricas, como el Pacífico.
RECURSO LIMITADO Y VALIOSO
Aunque se prevé que la oferta mundial de reservas probadas de petróleo satisfaga la demanda mundial hasta mediados de este siglo, el petróleo es un recurso fósil finito que no puede reabastecerse, lo que hace improbable que nuestra dependencia del petróleo pueda mantenerse a largo plazo. Del mismo modo, si bien el pescado es técnicamente un recurso renovable, su futuro es precario. Casi el 90 por ciento de las poblaciones de peces del mundo están completamente explotadas o sobreexplotadas, y algunos científicos estiman que en 30 años puede haber poco o ningún marisco disponible.
En ese sentido, se espera que la producción pesquera, en gran medida impulsada por la acuicultura, aumente un 17 por ciento para 2025, pero no se mantendrá al ritmo de la demanda, que se prevé que aumente en un 21 por ciento. Al mismo tiempo, fuerzas externas como el cambio climático están presionando la pesca a escala mundial.
Por otro lado, hemos de recordar que el petróleo es el producto básico más comercializado en el mundo y su principal combustible, que suministra el 33 por ciento de toda nuestra energía. Los productos petroquímicos están por todas partes, desde lápices labiales hasta productos electrónicos y aspirinas; así como los subproductos del petróleo se utilizan en la producción de plásticos, lubricantes, ceras, pesticidas y fertilizantes. De manera similar, mil millones de personas dependen actualmente del pescado para satisfacer sus necesidades nutricionales, y este número crecerá al mismo ritmo que lo hace la población, especialmente en los países en vías de desarrollo.
No en vano, el pescado es el producto alimenticio más comercializado en el mundo. Pero, además de los aproximadamente 100 millones de toneladas que se consumen para la alimentación cada año, los peces también proporcionan aceite de pescado, pegamento, alimento para animales y fertilizantes, y desempeñan un papel cada vez más importante en la investigación biomédica. Incluso sin contar la acuicultura, la pesca marina genera aproximadamente 260 millones de empleos en todo el mundo. Si el sector colapsa debido a prácticas pesqueras insostenibles e ilegales, tendrá consecuencias calamitosas para las sociedades de todo el mundo.
EL RIESGO DE LOS FURTIVOS
El mercado pesquero mueve cada año unos 150 mil millones de dólares en ventas. Pero la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada tiene un valor de hasta 36 mil millones más cada ejercicio, o lo que es lo mismo: aproximadamente el 25 por ciento del mercado legal.
Al igual que el petróleo, las organizaciones criminales transnacionales explotan a los peces para financiar sus otras actividades: los cárteles de la droga mexicanos, por ejemplo, diversifican sus ingresos traficando con los peces totoaba, cuyas vejigas natatorias se venden a 20 mil el kilo.