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Jaime García Chávez

22/01/2024 - 12:01 am

La poesía es el camino

El libro, además, no se propone alternativa ante esos poderes y esos dioses. La obra se resume en una divisa: hay que meditar y todos podemos hacerlo.

Mujeres meditación.
“El libro, además, no se propone alternativa ante esos poderes y esos dioses. La obra se resume en una divisa: hay que meditar y todos podemos hacerlo”. Foto: Francisco Rodríguez, Cuartoscuro

En el centro, la meditación, como medio, como meta. El libro Yoga, de Emmanuel Carrère por abundantes razones, se convirtió desde su edición original en París en 2020 en todo un éxito de librerías. Al autor eso le es indiferente, no lo busca aunque tampoco puede evitarlo, y vaya que es un jugoso negocio. 

Ahora que está reciente el 13 de enero, Día de la Lucha Contra la Depresión, recomiendo su lectura, advirtiendo que no se trata de un manual, tutorial o libro de esos que se supone que en propia mano te puede ayudar cuando padeces trastornos de bipolaridad, ansiedad, depresión, y algunas de las poliédricas cualidades que se le adosan a la terrible esquizofrenia. 

Nada de eso. Se trata de un libro narrado en primera persona, fuera de un encuadramiento ortodoxo en alguno de los géneros ordinarios, novela por ejemplo. Por otra parte, aunque el autor se desnuda ante sus lectores, está lejos de ser una autobiografía, menos cuando éstas por lo general son laudatorias o justificadoras de quienes las escriben a manera de señalar aquí y así viví, aunque esto último se ponga en duda por la ausencia de valor y dignidad.

He leído otros libros del autor y este me parece desgarrador, por usar una frase muy trillada. Da inicio con una cita de un pasaje contenido en el “Evangelio apócrifo” de Tomás y que se tiene por tan auténtico como los sinópticos. Con Tomás, el autor dice: “Cuando saquéis lo que hay dentro de vosotros, eso que tenéis os salvará. Si no tenéis eso dentro de vosotros, eso que no tenéis dentro de vosotros os matará”. 

La admonición, más que una amonestación categórica, o una severa advertencia es, para el libro, el anuncio que sostiene que dentro del hombre están las fortalezas, a la vez que pueden contener el precedente de todas las debilidades, desgracias y desdichas que se padecen en los tiempos que corren en este siglo XXI y que conducen al abismo.

Me agrada el enfoque porque para nada involucra la política o a los estados del pasado o los contemporáneos. Es un llamado de atención, indirecto, de que en principio estamos solos y ante nosotros mismos, y que no hay iglesias ni credos religiosos con sus dioses que vendrán a dar la redención. El libro, además, no se propone alternativa ante esos poderes y esos dioses. La obra se resume en una divisa: hay que meditar y todos podemos hacerlo.

En el texto el autor toma la palabra y nos cuenta su trastorno bipolar, su vicio por el alcohol y otras drogas, su hospitalización en un psiquiátrico, su crisis de pareja, y a la vez su encuentro o padecimiento dentro de un mundo –el europeo– de torrentes migratorios que narra de manera estrujante, o el terrorismo como el cometido en un tiroteo contra el semanario satírico Charlie Hebdo, el 7 de enero de 2015 en el que murieron doce personas y otras más que resultaron heridas, al grito de “Alá es (el) grande”. 

Es interesante decir que el narrador es un escritor de renombre bien ganado en la arena francesa e internacional por sus traducciones a otras lenguas y que rompió su silencio de seis años para ofrecernos ahora el libro Yoga, reconocido por algunos críticos como su mejor obra, lo cual es un elogio exuberante, pero a la vez muy merecido.

No creo, dicho sea de paso, que se trate del nuevo Montaigne. Encontramos –esa es en parte mi lectura– una profunda crítica a la cultura y a sus expresiones en la literatura, el cine, la pintura, y eso que algunos estiman lo más grave con las migraciones humanas que vinieron después del colonialismo devastador que terminó en la posguerra del siglo XX y cuyos efectos graves han llegado hasta ahora.

Carrère busca denodadamente dar consistencia y sentido a la meditación, profundizar en la mente y recobrar el sentido de vida al margen de lo que lacera y está en todos nosotros. A ese fin el escritor da varias definiciones convergentes para precisar sus alcances y límites. En ese marco, describe su experiencia con el yoga y otras disciplinas similares, preconizadas como las que han florecido en India, China o el Tíbet, sin considerarlas como inspiradoras de simples terapias, como las que imponen el silencio, el compromiso de no desertar, como le sucedió al escritor cuando lo llamaron a no renunciar a su clausura a la que se sometió voluntariamente.

Me agrada que en el texto se desliza una crítica a la psicología como profesión, como se afirma de los solidarios terapeutas: “Les hacemos contar sus historias y no les decimos nada de las nuestras. El reparto es demasiado desigual”. Y esto lo advierten los mismos que buscan ayuda para superar sus trastornos mentales. Más cuando se cree que se obtendrá una “zona de retirada posible”, como estrategia profunda para ponerle distancia y encarar “fluctuaciones de conciencia, las olas en la superficie de la misma”. Las cosas como son, nos recuerda enfático.

Porque la condición humana se describe con sinceridad absoluta, en primera persona. Esto no lo dice un cualquiera, sino un autor que está en la antesala de un premio Nobel.

A los que lean esta obra por divertimento, lo que no creo, les caerá muy bien la recomendación de tener un amor secreto hasta para los amantes mismos. O en caso de crisis insuperable, final, intentar hacer el amor con todas las que se cruzaron en el propio camino, como la omnia del sexo de la historia personal. Ahí también estarán los que con el autor tienen a la literatura como el “lugar donde no se miente”, como se puede afirmar de Carrère, y no como otros que se dedican a degradarla.

Me dejó perplejo el libro cuando invoca a Micheux, en el que tanto se apoyó Octavio Paz, que dice: “Ya hemos luchado bastante. Y que mi vida se pare. No hemos sido cobardes. Hemos hecho lo que hemos podido”, porque a final de cuentas, la obra que comenta viene a ser una apuesta por la cultura liberadora, emancipadora y humillada desde el poder del capital y de un modelo de estado sin ética ni derecho.

El amor, dentro de las páginas desgarradoras, está presente. Como el sentimiento de la solidaridad humana, porque, digámoslo claro, en la soledad, recluidos en la clausura de la propia individualidad atroz, no se puede salir adelante, como lo demuestran aterradoras estadísticas de la desolación en la que se encuentran millones de seres humanos en todo el planeta.

Con las poetas Cormac McCarthy y Catherine Pozzi, confiesa Carrère que se ha “convertido casi exclusivamente en lector de poesía”. Y el amor aparece en la transcripción de un poema de esta última, amante de Paul Valéry, y fue presa de la gran desdicha. Si llegaste hasta aquí, lee Ave:

Muy alto amor, si acaso yo muriese

Sin saber nunca dónde te encontré,

En qué planeta estaba tu morada

Tu tiempo en qué pasado, en qué hora

Te amaba yo, 

Muy alto amor que escapas al recuerdo,

Fuego sin foco que fue todo mi sol,

En qué sino trazabas mi existencia,

En qué sueño tu gloria se veía,

Oh, mi aposento…

Mucho de esta obra queda fuera de mi comentario. Me avasalló la propia ignorancia del tema, y a ustedes recomiendo que lo lean. Serán otras y otros.

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CARRÈRE, Emmanuel. Yoga. Traducción de Jaime Zulaika. Editorial Anagrama. México, décima edición, 2021.

Jaime García Chávez
Político y abogado chihuahuense. Por más de cuarenta años ha dirigido un despacho de abogados que defiende los derechos humanos y laborales. Impulsor del combate a la corrupción política. Fundador y actual presidente de Unión Ciudadana, A.C.

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