Antonio María Calera-Grobet
22/01/2022 - 12:01 am
No otra cosa en esta casa
En esta casa hablamos con los muertos porque están más vivos que nunca.
Esta casa, esta isla existe. En esta casa, en esta isla, esta buhardilla, hay todo menos muros. No se piden para entrar a ella cartilla de identidad salvo dar la cara y sostenerla, con naturalidad, mera forma de ser, por más complicado que eso sea. En esta casa no se niega o privilegia a nadie por cómo piensa.
En esta casa hay frazadas y ungüentos y sandalias para alentar los pies de los caminantes que a ella llegan. En esta casa hay una cocina, es un horno esta casa, y hay siempre, metáfora de todo, una mesa puesta. En esta casa se canta a las ollas que nos darán de comer. Y hay viandas y vituallas, gorriones para llevar en el pecho, metáforas, por supuesto, también estas. O no. Que en esta casa hay hortalizas, alforjas, criaderos, fortalezas sí que sí.
Y es que ya afuera sólo hay culpas, deudas, no hay más dulces de regaliz, puros pagarés, trampantojos neuróticos, tremendismos de ruinas, malévolos velos en los ojos. No hay ya ni ideas de terneras libres, libretas de cabritas libérrimas en las montañas que podamos saludar, no hay tierras negras, laureles, blancura de salsifis. Tampoco hay acercaos sino hacer caos los unos contra los otros, patanes sobre nibelungos en todo lo que hagamos. No hay divisas, esas escarapelas lindas que subían el ánimo de nuestras tropas: hay puros esparadrapos, hilachas de ser, seres en harapos, fuera de esta casa sentimos, fuera de otras, sentimos, ya no hay musas, no se les ve aparecer desde hace tiempo, no hay amazonas en escaramuzas porque las matan, hay caza de ellas y se pagan bien estando muertas, en fin que hay abundancia de cagaderos. Eso, caca de eros y nada más es lo que hemos hecho de todo esto. Y por eso en esta casa, pongamos estos dichos en el dintel de nuestras puertas como si fuera un collar de ajos, nada habrá de hijos de la chingada, sino la pura latería fina de ideas, ultramarinos de sueños y deseos, cierto y verdadero rocanrol del fino.
En esta casa, anunciemos, somos y seremos aves cada vez más rapaces, jirafas cada vez más bellas. Con los que aquí vivimos sí que contáis. Y a esta nuestra casa no nos vengan más con sus discursos sin huevos, bandos, guitarras criollas, bandos nimios, porque queremos salmones y no sus salmonelas, diarreas de sermones, no vengan aquí con su batea de babas de mañana si no quieren acabar en pedacitos por nuestros chiqueros. En esta casa hay trigo salvado, flores de maíz y cañas con su tango y fado. ¿Te apuntas? ¿Va que va, venís? Ven, levántate y anda.
Que en esta casa hablamos con los muertos porque están más vivos que nunca, lo mismo que no damos crédito a los muertos vivientes que se la pasan mosqueando, hiriendo, malgastando nuestras pulpas. Y en esta casa, faltaba más, como sabemos que la cosa está que arde y ni imaginamos siquiera la que se va a armar, en esta casa por seguro que se cierran las puertas a los asaltantes de caminos, se abrirán sólo a quienes los abran, reconociendo a quienes los abren porque van por la vida diciendo: tomad, bebed de todo del universo, porque este es el momento de la sangre, de las alianzas nuevas y eternas entre nosotros y la tierra, la tierra y los cielos, nosotros y el firmamento, el firmamento y la nada, la nada más tranquila que haya existido nunca, la nada más en paz. Abejas, libros, derechos agapandos del hombre y la mujer, soberanas verdades, corrales de jaulas y naturalezas libres dándose de sí, echándose, a sus anchas, a perder.
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