Ciudad de México, 22 de enero (SinEmbargo).- “Lo intentaste, fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasaste otra vez. Fracasa mejor”. Stanislas Wawrinka tiene tatuada esa frase del escritor irlandés Samuel Beckett en su antebrazo izquierdo. Ayer, cuando levantó los dos brazos en señal de victoria tras vencer a Novak Djokovic, los lentes de los fotoperiodistas tomaron el mensaje para ilustrar lo que había acontecido. Un partido de locura, digno de un Grand Slam, dejó en la lona a uno de los mejores jugadores del planeta.
Eran los cuartos de final del primer Grande del año, cuando un suizo de 28 años dibujo un serio gesto en el que había sido absoluto dominador de Melbourne los últimos tres años. Nole llegó a territorio australiano con un tricampeonato de la mano. El calor iba mermando el rendimiento de varios atletas, pero el serbio aguantó firme el embate climatológico mientras avanzaba conforme a la lógica. Su legado dentro de las pistas lo ha posicionado como uno de los tenistas más grandes de la historia. Sin embargo, fue el empuje de “Stan the man”, como le conocen sus amigos, mucho más fuerte.
En cinco emocionantes sets, con parciales de (2-6, 6-4, 6-2, 3-6 y 9-7), el máximo favorito para alzar el título se despidió. Y lo hizo como lo hacen los más grandes. Nole luchó hasta el intrépido final, para después darle la mano a Wawrinka junto a la red, en una constante imagen de caballerosidad que da el tenis en cada partido. El duro revés provocó el delirio de más de uno, incluido el de Roger Federer, compatriota de Stan, quien en su cuenta de Twitter no ocultó su alegría por el triunfo de su amigo. En semifinales, donde están los cuatro primeros, no estará Djokovic.
En medio de una lluvia, tan refrescante para el calor de los últimos días, dos hombres se disputaban el derecho de seguir de pie para ver su nombre en la siguiente ronda. Cuando el partido se interrumpió por el agua que caía, el quinto set estaba empatado 5-5. La batalla férrea se toma un descanso. La angustia hace una pausa provocando el estancamiento de emociones. El tiempo se vuelca a honrar a dos hombres que dieron cátedra. Nole, con su eficiente saque, Stan con su interminable enjundia disfrazada de buenas devoluciones. Entre los intercambios de pelota y los gritos por el esfuerzo, al final, Satanislas que vestía de blanco, se llevó un triunfo tan resonante como la lluvia.
La racha de Nole se quedó sin el ansiado cuarto título consecutivo en manos de un hombre que conoció el fracaso cuando se enfrentaba al serbio. De vez en cuando, Stan volteaba a ver su antebrazo izquierdo para recordar lo que tenía que hacer sin importar el monstruo que tenía del otro lado de la red. Sin mucho margen de error, se enfocó en esa mística que tiene el deporte para quien con el esfuerzo logra emparejar un duelo en teoría dispar. Durante 2013, Djokovic dejó sin premio Wawrinka en el mismo Abierto de Australia y en el Abierto de los Estados Unidos, los dos en cinco sets. Pero Stan lo volvió a intentar, pero con el permiso del gran Samuel Beckett, está vez el fracaso no fue mejor. Melbourne espera un campeón nuevo, mientras un suizo intenta recuperarse rápido de los calambres provocados por un duro partido.