Será la vacuna más tradicional de las tres rusas, puesto que utiliza viriones íntegros pero inactivados del patógeno en cuestión, una tecnología que ha sido exitosamente utilizada durante los casi 300 años que la humanidad ha luchado contra las enfermedades infecciosas por medio de las vacunas.
Ciudad de México, 21 de diciembre (RT).- Sin nombre todavía, la tercera vacuna rusa contra el SARS-Cov-2 –el coronavirus responsable de la actual pandemia– superó ya sus dos primeras etapas de pruebas en voluntarios y podrá ser producida en serie desde febrero próximo.
Y la confianza en esos resultados es tanta que ha llevado a plantear desde ya la escogencia de su denominación, según lo condensó Aidar Ishmujamétov, miembro corresponsal de la Academia de Ciencias Rusa, en declaraciones al periódico Rossíiskaya Gazeta.
Jóvenes integrantes del equipo del Centro Científico Federal M.P. Chumakov de Investigaciones y Desarrollo, que Ishmujamétov encabeza como director general, propusieron el nombre “ChuVac” para este producto, algo que suena bastante curioso en ruso, aunque une las primeras sílabas del nombre de la institución y del grupo de fármacos que representa.
Será la vacuna más tradicional de las tres rusas, puesto que utiliza viriones íntegros pero inactivados del patógeno en cuestión, una tecnología que ha sido exitosamente utilizada durante los casi 300 años que la humanidad ha luchado contra las enfermedades infecciosas por medio de las vacunas. Según lo hace recordar este investigador, la abrumadora mayoría de las vacunas en uso pertenecen a esta clase y han sido “bien estudiadas”.
Así, en un hospital capitalino especializado en el tratamiento de la COVID-19, un virus aislado de un paciente con esa infección sirvió como material de partida para el desarrollo de la nueva vacuna. Los microbiólogos habían estudiado 400 variantes y eligieron “el más vivaz”, detalló el científico.
Ishmujamétov explicó que muchas de las compañías e instituciones que están desarrollando las nuevas vacunas han recurrido a los “métodos de ingeniería genética”, algo que ya antes de la actual pandemia era “mayormente de interés científico”. Por su parte, el centro Chumakov apeló a una tecnología y producción seguras, que han pasado la prueba del tiempo, según afirmó su director general.
Los desarrolladores de esta tercera vacuna rusa sacaron de la primera etapa de las pruebas un “entendimiento claro”: que su vacuna es segura para los pacientes. Luego, la segunda les confirmó su “eficacia inmuno-biológica”, es decir, que efectivamente se producen los anticuerpos requeridos.
El científico pronosticó que, al paso de aproximadamente un año, la Organización Mundial de la Salud “impondrá los estándares de la vacunación contra el coronavirus y certificará las nuevas clases de vacunas”. Según su previsión, algunos de los nuevos enfoques serán aprobados, mientas que “respecto a otros decidirán que no ha llegado aún el tiempo” para ellos.
De la “troika rusa” de vacunas, las dos ya aprobadas son la “Sputnik V”, del Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya, con sede en Moscú, y la “EpiVacCorona”, desarrollada por el centro de virología y biotecnologías Véktor, con sede en Novosibirsk.
La semana pasada, la revista Science proclamó las vacunas contra el coronavirus, desarrolladas gracias a los esfuerzos de diversos centros científicos y empresas de distintos países, como el mayor avance científico del año 2020. El medio recalcó que aunque este año la vida ha quedado en suspenso para muchas personas, en biomedicina “el progreso ha sido asombrosamente rápido”.