Este año se caracterizó por movilizaciones de mujeres en todo el país. Expertas en derechos humanos y estudiantes coinciden en que las redes sociales han sido el canal que ayudó a reforzar sus organización y que las protestas seguirán mientras autoridades federales y estatales no atiendan sus demandas.
Ciudad de México, 21 de diciembre (SinEmbargo).- El hartazgo por intentos de secuestro, acoso sexual y feminicidios motivaron este año una serie de protestas encabezadas por mujeres de todo el país para exigir su derecho a una vida libre de violencia. Expertas coinciden en que las jóvenes lideran el movimiento actual que según prevén seguirá creciendo, pues las respuestas de las autoridades de distintos niveles e instancias “no están a la altura” de las demandas.
“Preocupa lo que significan las protestas, que las jóvenes en México están furiosas, están verdaderamente hartas, sienten que no se les escucha y las cifras les dan la razón”, aseguró en entrevista con SinEmbargo Alicia Elena Pérez Duarte y Noroña, abogada e investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Muestra de ello es que sólo de enero a noviembre se iniciaron a nivel nacional 890 carpetas de investigación por delitos de feminicidio, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Lulú V. Barrera, defensora de derechos humanos e integrante de Luchadoras MX, opinó que este “definitivamente fue un año de revolución feminista, sin precedentes” toda vez que mujeres de distintas edades -principalmente jóvenes- y gremios decidieron sumarse a las protestas, no solo las organizaciones o grupos que desde hace años han exigido igualdad de condiciones en todos los ámbitos e identificó a las redes sociales como un instrumento fundamental que ha servido para conglomerar las demandas.
Este año inició con denuncias de decenas de mujeres sobre intentos de secuestro en el Sistema Colectivo Metro de la Ciudad de México y el Estado de México, hasta el 31 de ese mes se habían contabilizado 131 en redes sociales. Las autoridades capitalinas aseguraron que no tenían registradas denuncias por ello, pero en las redes internautas no dejaron de denunciar esas agresiones y otras como el acoso sexual; las denuncias llevaron a que a inicios de febrero se registrara en la capital la que sería la primera marcha multitudinaria de mujeres del año.
Otras denuncias encabezadas por mujeres durante los dos primeros meses del año e desataron luego de la orden de cancelar la asignación de los subsidios del Gobierno federal a los refugios para mujeres que viven violencia extrema, ante la polémica, el titular de la Secretaría de Salud, Jorge Alcocer Varela, tuvo que asegurar que analizarían cómo optimizar los recursos y negó que estos se cancelaran. Sin embargo, a dos semanas de que acabara el años la Red Nacional de Refugios alertó a medios que autoridades federales no habían liberado el total del presupuesto destinado para los Refugios y Centros de Atención Externa de Refugios.
Marzo y abril se caracterizaron porque las mujeres usaron de nuevo las redes sociales para denunciar casos de acoso y violencia de género en sus trabajos con el hashtag #MeToo, replicando el movimiento que inició en 2016 en Estados Unidos. Con él, mujeres escritoras, cineastas, periodistas y de las industria creativa expusieron el machismo en el ámbito laboral.
Para Lulú V. Barrera, movimientos como ese es ejemplo de las tres características fundamentales que tuvieron las movilizaciones feministas de este año. La primera, aseguró, es que hay una nueva generación de feministas jóvenes que desde las preparatorias y universidades cada vez más se reconocen abiertamente feministas algo que no pasaba antes porque “había temor, mucho estigma social, había una interpretación sobre la palabra feminista que causaba rechazo y miedo y estas nuevas generaciones lo están asumiendo por completo de manera muy revolucionaria”, opinó.
La segunda característica que la defensora observó es que denuncias generalizadas como el #MeToo motivaron que mujeres de distintos gremios se dieran cuenta de “cómo las violencias atraviesan a todas y cómo el feminismo es una lucha por una vida libre de violencia, esto ayudó a que las exigencias se expandieran”. En ese sentido, consideró que la tercera característica es el “rol crucial” que están jugando las redes sociales en “la construcción del discurso colectivo para romper el silencio, para difundir mensajes feministas de manera más amigable y sencilla, así, los mensajes son más fáciles de comprender y tienen un alcance y viralización sin precedentes”.
Las denuncias recabadas bajo el #MeToo fueron criticadas por cientos de internautas y festejadas por otros, pero las redes sociales no dejaron de ser el medio para recabar exigencias. Estudiantes del colectivo Mujeres Organizadas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM que defendieron en entrevista con este diario digital la legitimidad de las denuncias en redes, pues aseguraron que para muchas esa es la única forma en la que se sienten seguras para pronunciarse ya al acercarse a instancias suelen ser criminalizadas.
Para agosto las exigencias fueron llevadas de nuevo a las calles, cuando medios de comunicación dieron a conocer que policías de la Ciudad de México habrían violado a una menor de edad en la Alcaldía Azcapotzalco y filtraron sus datos personales. En ese mes, mujeres arrojaron diamantina rosa a la cara del entonces Secretario de Seguridad Ciudadana capitalino, Jesús Orta, como protesta. A ello le siguieron una serie de protestas en el que las mujeres rompieron la puerta de la Procuraduría General de Justicia local e intervinieron monumentos, acciones que fueron criticadas.
La jurista Alicía Pérez Duarte ve que las protestas son cada vez más duras porque reflejan el hartazgo de las mujeres, para ella el pendiente más grande es reformar el sistema de justicia. “Mientras el sistema de justicia no esté acordé y consciente de lo que le toca hacer seguirá la impunidad y seguirá creciendo la violencia y seguirá la rabia de las jóvenes. Si yo fuera jóven estaría con ellas reventando vidrios con rabia. Tienen el derecho de estar furiosas”, opinó al considerar que un disgusto principal de las mujeres son las trabas que enfrentan al denunciar penalmente las violencias que viven.
La ex Fiscal Especial para Delitos Violentos contra Mujeres consideró que ante las preocupaciones de miles de mujeres en el país las autoridades estatales y federales siguen siendo omisas. “Las respuesta no están a la altura para nada de lo que exigen, hay un discurso que parece decir que hay una comprensión, pero no hacen nada distinto a los Gobiernos anteriores, entonces replican acciones que han demostrado su fracaso”, consideró.
En materia penal, las exigencias de mujeres se centraron este año en la despenalización del aborto para garantizar a las mujeres el derecho decidir sobre sus cuerpos. La denuncia se concretó en Oaxaca, donde el Congreso local aprobó su legalización y la entidad se convirtió en la segunda del país en hacerlo, aunque estados como Hidalgo las y los legisladores rechazaron la propuesta.
Mientras que los últimos dos meses del año se caracterizaron por el reclamo de estudiantes principalmente de Morelia, Guanajuato y la Ciudad de México, quienes demandaron la atención de casos de acoso y violencia sexual, así como la incorporación de la perspectiva de género a sus planes de estudio, para ello tomaron sus escuelas y decenas mantienen al menos en la capital los paros.
“Nunca habíamos visto el cierre de escuelas sólo por mujeres y la falta de atención a las estudiantes que se observa por ejemplo en la UNAM es la que replican las autoridades de todo el país fuera de las instituciones académicas. Hay un hartazgo del sistema”, opinó Pérez Duarte.
Para las estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM que llevan 48 días en paro, esta es la única forma en la que pueden ser escuchadas y reconocen que lo que consigan de las protestas no sólo las beneficiará a ellas, también lo hará a las nuevas generaciones. según dijeron tres de ellas a este diario digital.
“Hablamos de mujeres jóvenes que han crecido ya con otro discurso, ya en las escuelas están aprendiendo sobre derechos humanos, saben que tienen derechos, que la violencia no está bien y que no la tienen que tolerar. Viven en una realidad totalmente opuesta en la que la violencia, el acoso, el feminicidio son parte de sus vidas cotidianas, pero saben que tienen derecho a aspirar a la libertad. La grave crisis de violencia es lo que ha motivado a la acción colectiva como nunca antes”, aseguró Lulú V. Barrera.
Pamela, una estudiante de la FFyL cuyo nombre fue cambiado por motivos de seguridad, afirma que las mujeres se han organizado desde hace años, pero es hasta ahora cuando más han encontrado la fuerza para denunciar. En ello coincidió Lulú V. Barrera y Alícia Pérez Duarte, quien aseguró que los movimientos registrados en años anterior no deben desestimarse, pero lo que este año se vivió habla de que hay “más conciencia global” sobre lo que no debe seguirse permitiendo.
“Hay más trabajo a través de las redes, donde se difunden las exigencias y hay una conciencia de sororidad que trasciende fronteras y que no ¿habíamos visto así de fuerte”, dijo y ejemplificó ello con el baile “Un violador en tu camino”, creado por mujeres chilenas y que desde noviembre se ha replicado en ciudades de distintos países.
Para Lulú V. Barrera, el performance del colectivo chileno Lastesis es un ejemplo de cómo la movilización online ha trascendido a las calles y potencializó el activismo offline.
Ante las críticas a las protestas con bailes y de las marchas de este año, la abogada Pérez Duarte consideró que el papel actual de las jóvenes ha sido importante porque son ellas quienes “están haciendo el esfuerzo de hacer visible la rabia que siente ellas y mujeres de generaciones más grandes; al argumentos como ‘así no se hacen las cosas’ es importante reconocer que el diálogo es mejor hasta cierto punto, pero llega un momento en el que hay que recordar que ninguna revolución en el mundo se ha hecho de manera pacífica”.