Cierta interpretación del calendario maya originó el pronóstico. El día ha llegado: hoy es el fin del mundo. Cuando la leyenda trasnoche, ¿qué ocurrirá con los mayas? Ellos, que integran uno de los grupos más marginados
Cinco países de América –Yucatán, Quintana Roo, Chiapas, Tabasco y Campeche, en México; Belice, Guatemala, Honduras y El Salvador, en Centroamérica– comparten el alto honor de ser cuna, terruño, presente y destino de la civilización Maya, así como de sus descendientes.
En proporciones importantes de sus territorios (una suma de 389 mil 610 kilómetros cuadrados), se estima que habitan más de cinco millones de personas que hablan alguna de las más de 25 lenguas mayas; cifra que hace de esta familia lingüística una de las más importantes del continente, en cuanto a número de hablantes indígenas, a la vez de contribuir a desterrar la idea de que los mayas “casi desaparecieron” después del periodo Clásico (250 a 900 d.c.).
Yucateco o Maya Peninsular, Itzá, Mopán, Lacandón, Chol, Chontal, Tzutuhil, Lacandón, Cakchiquel, Kanjobal, Quiché, Tzotzil, Tzeltal… son lenguajes que otorgan sonidos particulares a una cosmovisión vinculada con la naturaleza y sus ciclos. Las fronteras y delimitaciones políticas, así como los contextos socioculturales particulares y en ocasiones contrastantes, provocan visiones fragmentadas del mundo Maya actual, pero sin duda las raíces que se extienden con fuerza son las mismas.
Extraordinarios palacios, observatorios, estelas, esculturas, cerámicas, códices, narraciones, murales… conforman un conjunto inasible por complejo y vasto. Un patrimonio cultural, estético, arquitectónico, natural y científico, que sobrepasa lo regional-nacional para constituirse como una riqueza invaluable de la humanidad.
Sin embargo, no todos lo aprecian en lo que vale en su conjunto lo que, aunado al denominado “fin del mundo” y las “profecías” que han surgido en paralelo, contribuye a fascinaciones superficiales y, probablemente, temporales.
EL CALENDARIO Y SU CONTROVERSIA
Por circunstancias históricas, resultan ser los europeos los iniciadores de los estudios en torno al mundo maya. A principios del XVIII, los habitantes de los territorios de la Nueva España estaban ocupados en consolidar la independencia de la Corona y determinar sus nuevas formas de vida; mientras que en América del Norte y en el Viejo Continente surgían espíritus exploradores, que recorrían el mundo en busca de maravillas.
Entre ellos destacan el neoyorquino John Lloyd Stephens y el inglés Frederick Catherwood, quienes se internarían en la península de Yucatán durante 1839-1840 y 1841-1842, para toparse con ruinas, estelas y cerámicas que la exuberante vegetación de la selva había cubierto por lustros. Sus crónicas, y en especial los dibujos detallados de Catherwood –que fueron por largo periodo referencia de estudios mayas– lograrían que cientos de miles se cautivaran por ese universo maya que recién empezaba a develarse. De esos inicios a la fecha, los descubrimientos, análisis y avances en el conocimiento de la civilización maya han sido continuos y sorprendentes.
Es en la primera mitad del XX que se descubre el sistema calendárico de la cuenta larga y esos 50 años son trascendentales para todo el desciframiento maya con base en el calendario, como cuenta el arqueoastrónomo Jesús Galindo: “El Calendario Maya es fundamental para entender las ciudades, el arte, la forma de vida de esa civilización. Todo lo hacían con base en las reglas del funcionamiento del cielo. En este sentido hay números emblemáticos mayenses (9, 13, 18, 20, 72, 260), porque su utilización va más allá del calendario”.
Por su parte, Erik Velázquez, historiador del arte y epigrafista del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, señala que “la escritura maya es compleja y puede equipararse a otras escrituras del mundo (sumeria, egipcia, babilónica, china…). Es un reflejo de un sistema de pensamiento mayor, y no es sólo de carácter histórico, hay mucha poesía: está llena de metáforas y de otros recursos poéticos”.
Puede afirmarse que el nivel de conocimientos que ha generado a la fecha la comunidad académica –nacional e internacional– es amplio y profundo, pero las tareas de divulgación se han centrado mayoritariamente en sus propios círculos, lo que ha permitido, en contraparte, la difusión masiva de teorías polémicas acerca del “fin del mundo”.
El libro “Las siete profecías mayas”, por ejemplo, vendió 48 mil ejemplares tan sólo en su primera edición, y fue incesante el surgimiento de videos, blogs, películas o programas especiales de televisión con información no sustentada, donde se habla incluso de una alineación del Sol con el centro de la Vía Láctea.
AÑO DE 2012: ¿QUÉ PASARÁ?
La incorporación del tren en el XX llevó el progreso a regiones incomunicadas del sur de México; sin embargo, a la par propició la destrucción de algunos sitios para favorecer otras áreas del desarrollo.
Así sucedió con la zona conocida como Monumento Tortuguero en Macuspana, Tabasco, al que llegó en 1947 el poeta de América y hacedor de museos, Carlos Pellicer Cámara, para rescatar varias piezas arqueológicas (se estaban empleando para construcción de carreteras). Entre ellas se encontraba un pedazo de la llamada Estela 6, que hace referencia al gobernante Balam Ajaw y su conquista de Comalcalco. Crónica fragmentada –porque otras partes importantes de esta estela se hallan en Nueva York, Boston y colecciones particulares– y que ahora se propaga a nivel mundial porque dice que en el Baktún 13, correspondiente en el calendario gregoriano al año 2012, se va a completar un ciclo de 13 baktunes, seguido por una parte muy desgastada de glifos, cuya incapacidad de leer despierta contrastantes teorías, dado el asombrosa e intrincado calendario maya.
EL TIEMPO PARA ELLOS
Atentos observadores del cosmos, en especial de los movimientos del Sol, de la Luna y de Venus, los astrónomos y matemáticos mayas crearon un complejo sistema para medir el tiempo. El Tzolkin, calendario sagrado que está conformado por 13 meses de 20 días solares cada uno, asociado con Venus y que les permitía marcar varias fechas simbólicas o pronosticar el destino de las personas de acuerdo a su jerarquía u oficio.
El Haab, que medía el año solar en 18 meses de 20 días cada uno y dejando excluido al último grupo de cinco días –conocido como Uayeb– por considerarlos poco propicios. Y la llamada cuenta larga de los días que enfatiza el tiempo cíclico que se repite cada 52 años, momento donde además coincidían los dos primeros.
LA POSIBLE BONANZA
Por otro lado, de unos lustros a la fecha, ha sido notorio un despertar de muchas comunidades ancestrales para compartir sus saberes; en especial cuando estos contribuyen a tender puentes de entendimiento entre los seres humanos y la naturaleza: pedir permiso a un árbol antes de cortarlo, bendecir la lluvia, conocer y usar los beneficios de la flora para la salud, contar con sistemas para la purificación del cuerpo… Presididos muchas veces por Consejos de Ancianos, atraen grupos de jóvenes, con el objetivo común de contar con fórmulas distintas para mejorar su calidad de vida, en completa armonía con el planeta. Y al mismo tiempo han surgido iniciativas interesantes, tanto privadas como de organizaciones civiles, tendientes a brindar alternativas para que las comunidades preserven y rescaten sus saberes tradicionales y las constituyan como alternativas de ingresos (algunas en el tema de los textiles con usos renovados, por ejemplo).
En este divergente contexto, y con la intención de que este boom comercial por el Mundo Maya devenga en inyección de recursos a la zona de los cinco países, hay una oferta amplia y heterogénea en torno al próximo solsticio de invierno, en que se esperan miles de viajeros en la región, con auténtico anhelo por vivir el fin del mundo maya.
Aquí cabría ver otros lados de la moneda, y preguntarse si este masivo interés y la bonanza que se espera, alcanzarán a beneficiar realmente a los mayas actuales, quienes en su gran mayoría viven en situaciones de marginación, pobreza extrema, discriminación y expulsión o deterioro de sus territorios. Muchos de ellos, incluso, son parte del fenómeno creciente de la migración hacia Estados Unidos, y en cuyo tránsito son objeto de amenazas por parte de autoridades migratorias o el crimen organizado: mutilados, deportados, comprados, menospreciados, asesinados… Circunstancias, todas, que inciden de múltiples maneras en la merma de los patrimonios culturales.
Hace poco más de un año, en agosto de 2011, se dio a conocer el resultado de la Consulta Nacional a Pueblos Indígenas de México sobre los Mecanismos de Protección de sus Conocimientos Tradicionales, Expresiones Culturales, Recursos Naturales, Biológicos y Genéticos, impulsada por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, y en cuyo proceso participaron las secretarías de Medio Ambiente, Ganadería, Salud y Relaciones Exteriores, así como la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad.
El informe federal reconoce que los conocimientos y expresiones culturales, recursos naturales y biológicos de los pueblos indígenas se encuentran en riesgo de desaparecer. Son particularmente vulnerables la lengua materna, las ceremonias rituales, la medicina tradicional, danzas, fiestas, música, comidas y bebidas ancestrales. Los factores detonantes de este riesgo son de índole interno y externo.
Los internos se refieren a los que surgen en las propias comunidades, como el desinterés de los jóvenes por su cultura, la vergüenza de hablar su lengua y vestir indumentaria tradicional, o la pérdida de poder y de presencia del consejo de ancianos frente a sus pueblos.
Los externos aluden a todas aquellas influencias poderosas que penetran la vida comunitaria para transformarla, como las redes nacionales e internacionales de comercio, los medios de comunicación masiva, políticas públicas que manejan los recursos naturales y los procesos migratorios, entre otros.
Además, se acota que la pérdida de especies de flora y fauna ha traído como consecuencia cambios en el medio ambiente que han obligado a fijar estrategias de adaptación. En particular, destacan las transformaciones en los hábitos alimentarios, ya que se ha generado una fuerte dependencia de la población a los alimentos procesados.
De acuerdo con Laura Caso, etnohistoriadora especialista en historia maya de Yucatán y Guatemala, así como en textos coloniales maya-yucatecos, “hasta el siglo XVIII los mayas tenían un pensamiento muy sofisticado y una gran capacidad de conocimientos. Tenían acceso a la Biblia y a libros científicos europeos y los traducían del español al maya: era un ejercicio profundo. Sin embargo, el XIX significó para ellos la pérdida importante de tierras, con los latifundios, y con ello una pérdida de su identidad cultural: perdieron su capacidad de leer, su intelectualidad”.
LLEGÓ EL DÍA, ¿Y DESPUÉS?
La renovación hacia otra era –tras el solsticio de invierno– debiera suponer la incorporación de condiciones de vida justas y de calidad para los mayas actuales, que los mayenses no tuvieran que abandonar sus tierras y familias, que el conocimiento vasto sobre sus antecesores se dispersara, porque como bien dice Erik Velázquez, la grave falta de entendimiento que existe en torno a la Cultura Maya, “donde se habla mucho pero en el plano del vacío y del mito, con poco espacio para arribar al conocimiento y sin capacidad para discernir, se debe en gran parte por la poca o nula enseñanza básica de las culturas prehispánicas”.
Una nueva era implicaría que en los cinco países que acogen a los mayas actuales tuvieran trato más digno, que no se les tratara como si no existieran, como si hubieran desaparecido de la faz de la tierra tras abandonar las espléndidas ciudades. Que tal como acota Laura Caso, el fenómeno del 2012 significara “una oportunidad para la revaloración de los mayas actuales, pero más allá de las visiones folcloristas, porque entre ellos existen grupos vanguardistas que saben con claridad hacia dónde desean llevar a sus comunidades y pueden ser responsables de su futuro”.