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Óscar de la Borbolla

21/10/2024 - 12:03 am

Hablemos de las cualidades humanas

Hoy el “mundo”, ese espectáculo que nos rodea, no es el más propicio para el fomento de las cualidades positivas, sino que más bien parece una universidad cuyo propósito fuera enseñarnos la traición, el oportunismo, la intransigencia o el egoísmo.

“La saturación de tanta información es ruido puro, pues donde todo grita nada se escucha”. Foto: Especial

Existe un tema que muy pocas veces frecuento por lo inasible que resultan las acciones y los conceptos que en él imperan, y que, no obstante, es de una importancia decisiva para vivir en sociedad: es el de las cualidades que caracterizan a las personas: aspectos como la honorabilidad, la gratitud, la lealtad, la solidaridad, la confiabilidad, la generosidad, la tenacidad, la compasión, la prudencia… son, entre muchísimos otros, atributos deseables universalmente y características que permiten una mejor convivencia, lo mismo si pensamos para una sociedad o para nuestras relaciones interpersonales más próximas.

Estas cualidades no son innatas como la belleza, la fuerza o la inteligencia, sino que las vamos  adquiriendo o no a través del ejemplo que nos brindan quienes nos rodean y del mundo que nos ha tocado en suerte. Por supuesto que la belleza, la fuerza y la inteligencia se pueden potenciar, pero tienen un sustrato físico, mientras que la gratitud, el respeto y la disciplina son cualidades que se adquieren, que se aprenden.

Hoy el “mundo”, ese espectáculo que nos rodea, no es el más propicio para el fomento de las cualidades positivas, sino que más bien parece una universidad cuyo propósito fuera enseñarnos la traición, el oportunismo, la intransigencia o el egoísmo, por supuesto, entre otras muchísimas características negativas. Algo perverso ocurre en un mundo donde quienes triunfan no lo logran por sus virtudes sino por sus vicios.

En el tema de las cualidades cada quien tiene sus favoritas. En mi caso, hay unas que particularmente aprecio: la curiosidad, el sentido de la maravilla (lo que generalmente se llama: asombro) y la capacidad de indignarse, esa virtud opuesta a la indiferencia; quizá no sean el centro de lo que vuelve a las personas buenas, moralmente hablando, pero sí estas tres cualidades me parecen la clave que ha permitido que surjan los inventos, los descubrimientos, el desarrollo, el cambio, en pocas palabras: el avance de la historia humana.

Estas tres cualidades tristemente están desapareciendo de la faz de la Tierra. La curiosidad ha quedado sepultada bajo un montón de respuestas rápidas y fáciles; el sentido de la maravilla está atrofiado por la avalancha de videos en los que se observan hechos inauditos apuntalados por ruidosas parafernalias, y también resulta imposible conservar la capacidad de indignación cuando la retahíla de vilezas no nos da tregua ni siquiera para escandalizarnos. La saturación de tanta información es ruido puro, pues donde todo grita nada se escucha.

Quizá, quien mejor previó lo que serían estos tiempos malhadados que hoy vivimos fue Nietzsche, cuando ante estas tres cualidades humanas describió a los seres humanos: ya no se interesan, parpadean; ya no se maravillan, parpadean; ya no se indignan, parpadean.

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@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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