Después de la guerra, las hembras sobrevivientes sin colmillos transmitieron sus genes. Cerca de la mitad de sus hijas no tenían colmillos. El biólogo Shane Campbell-Staton, junto con sus colegas, se propuso entender cómo la presión del comercio de marfil había inclinado la balanza de la selección natural.
Por Christina Larson
Washington, 21 de octubre (AP) — Los colmillos bien formados suelen ser una ventaja para los elefantes, ya que les permiten cavar en busca de agua, arrancar la corteza para alimentarse y enfrentarse a otros elefantes. Pero durante los episodios de intensa caza furtiva de marfil, esos grandes incisivos se convierten en una desventaja.
Ahora los investigadores han identificado cómo los años de guerra civil y caza furtiva en Mozambique han provocado un aumento en la proporción de elefantes que nunca desarrollarán colmillos.
Durante el conflicto de 1977 a 1992, los combatientes de ambos bandos mataron elefantes para obtener marfil y así financiar la guerra. En la región que ahora es el Parque Nacional de Gorongosa, cerca del 90 por ciento de los elefantes fueron sacrificados.
Los sobrevivientes tenían probabilidades de compartir una característica clave: la mitad de las hembras carecían de colmillos por naturaleza –simplemente nunca los desarrollaron–, mientras que antes de la guerra, menos de una quinta parte carecía de ellos.
Al igual que el color de los ojos en los humanos, los genes son los responsables de que los elefantes hereden los colmillos de sus padres. Aunque la falta de colmillos solía ser rara en los elefantes de la sabana africana, se ha vuelto más común, como un color de ojos raro que se convierte en una característica generalizada.
Después de la guerra, las hembras sobrevivientes sin colmillos transmitieron sus genes con resultados tan esperados como sorprendentes. Cerca de la mitad de sus hijas no tenían colmillos. Y lo que es más desconcertante, dos tercios de su descendencia eran hembras.
Los años de agitación “cambiaron la trayectoria de la evolución en esa población”, afirma el biólogo evolutivo Shane Campbell-Staton, de la Universidad de Princeton.
Junto con sus colegas, se propuso entender cómo la presión del comercio de marfil había inclinado la balanza de la selección natural. Sus conclusiones se publicaron el jueves en la revista científica Science.
Investigadores en Mozambique, entre ellos las biólogas Dominique Goncalves y Joyce Poole, observaron a los casi 800 elefantes del parque nacional durante varios años para crear un catálogo de madres y crías.
Poole ya había visto otros casos de poblaciones de elefantes con un número desproporcionado de hembras sin colmillos tras una intensa caza furtiva, incluyendo en Uganda, Tanzania y Kenia.
“Llevo mucho tiempo preguntándome por qué son las hembras las que carecen de colmillos”, dijo Poole, que es coautora del estudio.
En Gorongosa, el equipo recogió muestras de sangre de siete elefantes hembras con colmillos y 11 sin colmillos, y luego analizó su ADN en busca de diferencias.
Los datos del estudio de los elefantes les dieron una idea de dónde buscar: Como los elefantes sin colmillos eran hembras, se enfocaron en el cromosoma X. (Las hembras tienen dos cromosomas X; los machos tienen un cromosoma X y otro Y).
Sospechaban también que el gen en cuestión era dominante –lo que significa que una hembra sólo necesita un gen alterado para quedarse sin colmillos– y que cuando se transmite a los embriones masculinos, puede provocar un cortocircuito en su desarrollo.
“Cuando las madres lo transmiten, creemos que los hijos probablemente mueren en una fase temprana de desarrollo, un aborto involuntario”, dijo Brian Arnold, un coautor y biólogo evolucionista en Princeton.