Lisset Soto Salinas, de entonces ocho años, caminaba rumbo a su casa cuando notó que una camioneta la seguía. Asustada, llamó a su mamá, pero sólo pudo alertar que era perseguida por un vehículo grande; luego, se cortó la comunicación. Esa fue la última vez que la escucharon. Desde entonces no se ha sabido más de ella.
Ciudad de México, 21 de octubre (SinEmbargo).- Lisset Soto Salinas está por cumplir su mayoría de edad. ¿En dónde está? No se sabe ¿En qué condiciones? Tampoco. Hace apenas unos días se cumplieron nueve años de su rapto en La Paz, Baja California Sur. A la fecha, sus padres y familiares siguen sin tener rastro o datos que puedan dar una pista de su paradero.
“Ella quería ser bailarina. Ese era su sueño y se le truncó; se le truncó toda su vida. sus anhelos, absolutamente todo”, expresó el señor Melchor Soto Torres, padre de la víctima, en entrevista con SinEmbargo.
La desaparición de Lisset trascendió en medios locales y nacionales a finales del año 2010: una niña había sido robada cuando se dirigía de regreso a su casa tras salir de la escuela.
La menor, de entonces ocho años, caminaba por las calles de la colonia Camino Real cuando notó que una camioneta la seguía. Asustada, llamó a su mamá; pero solo pudo alertar que era perseguida, después, la comunicación se cortó. Esa fue la última vez que la escucharon. Desde entonces no se ha sabido más de ella.
Melchor Soto Torres, padre de la joven, platicó que hasta la fecha aún no hay con una línea de investigación sólida o alguna pista sobre el paradero de su hija.
“No hemos podido pasar de la etapa de investigación, la etapa inicial, porque no hay datos. Sí me dicen [los policías] que tienen algunas líneas de investigación, pero ninguna solida ninguna, ninguna coherente. Siguen con ‘a ver qué hay’, pero esto va muy lento, ya son nueve años”, destacó el hombre.
Al menos 6 mil 614 niñas, niños y adolescentes están oficialmente desaparecidos en México de 2015 a marzo de 2019, de acuerdo a cifras de la Red por los Derechos de la Infancia (Redim).
AMABA EL BAILE
Lisset cursaba el cuarto grado de primaria. Además, tomaba clases de danza clásica. “Amaba el baile […] Era líder, le gusta resaltar en su escuela”, recordó su padre.
Dos años antes del robo, la familia se había mudado de la Ciudad de México a La Paz. Lisset y su hermano mayor fueron inscritos a una primaria recomendada por una amiga de la familia, aunque la institución quedaba lejos de casa.
“Una amiga nos ayudó a que todo fuera más fácil para inscribirlos. El problema es que estaba lejos”, detalló Melchor Soto.
Octubre 2010. Los padres de la niña hacían los preparativos para festejar su cumpleaños número nueve. Faltaba un mes. “Ella quería un cumpleaños en un saloncito, con sus amiguitas. Nosotros ya empezamos a ver eso”, recordó su padre.
LA DESAPARICIÓNPara ese entonces, el hermano mayor de Lisset ya se había graduado de la primaria. Los padres de Lisset trataron de cambiar a la niña a una escuela más cerca, pero decidieron que continuara en el mismo plantel a petición de la pequeña porque ya había hecho amistades, “ya se había encariñado con sus amiguitas”.
La rutina consistía en que Melchor llevaba a Lisset a la escuela, se regresaba a su negocio –que está a la mitad de camino–, y a media tarde cerraba su local para ir por la menor a la salida de clases y, retornaba a su local. La madre de la pequeña iba al negocio y ahí se encontraban.
“Normalmente nos reunimos para comer” y mi esposa regresaba a la casa con la niña.
El día de los hechos Melchor fue por Lisset a la primaria a la hora de salida, y se regresaron al negocio del padre. Ahí esperarían a la madre, como normalmente ocurría; “Pero mi esposa me dijo que se sentía mal y yo le dije que la niña no había comido. Entonces hicimos una cosa que alguna vez ya habíamos hecho: subir a la niña al camión y ella, mi esposa, la esperaba en la parada. Entonces le dije a mi esposa, vamos hacerle así porque ya son las tres de la tarde o cuatro y no había comido”.
Melchor llevó a Lisset a la parada de camión. Después de que la pequeña subió a la unidad, llamó a su esposa para decirle que ya iba en camino. Minutos después la menor llegó al paradero, bajó del transporte público y comenzó a caminar. Eran cerca de las 4:05 de la tarde.
“Se comprueba que ella bajó del camión porque en esa esquina hay una cámara del Oxxo que alcanza a enfocar cuando pasa la niña caminando”, narró el padre.
Lisset llamó asustada a su madre “le dijo que tenía miedo porque una camioneta la iba siguiendo. Entonces, [la madre] la trató de calmar, pero todo fue tan rápido que se cortó la llamada y cuando ella salió por ella ya no encontró la niña. Y desde ahí ya no se ha sabido absolutamente nada”, relató.
Melchor agregó que, al cortarse la llamada, la madre de Lisset salió a buscarla de inmediato. En la zona encontró una camioneta con una pareja y sus hijos. Alterada, la mujer exigió ver el interior de la camioneta, les explicó la situación a los padres y se percató que en esa camioneta no estaba Lisset.
La pareja ayudó a la madre de Lisset, “incluso esa misma pareja subió a mi esposa a la camioneta y la ayudaron a buscar a la niña, pero sin resultados”.
Durante la tarde y la noche la familia estuvo al pendiente del teléfono, pero hubo llamadas para pedir rescate o algo que presumiera un secuestro, añadió Melchor.
Desde entonces, los familiares de la niña iniciaron una intensa búsqueda de Lisset y el caso trascendió a nivel nacional.
Juan Martín Pérez García, director de Redim, ha declarado que es necesario que el Estado emprenda una estrategia de seguridad de prevención y atención a la violencia contra niños, niñas y adolescentes, construida con apoyo de expertos y sociedad civil, y que esté sustentada en la ley, con responsables institucionales, y presupuesto.
“Sin esto [estrategia] no hay posibilidad real para poder frenar esta ola de violencia que cada vez tiene mayor crudeza a niños como blanco de ataque.
SIN PISTAS SÓLIDAS
“Las autoridades de la Procuraduría estatal se vieron totalmente rebasadas […] Hubo falta de profesionalismo, no tenían casi nada”, narró el señor Soto Torres.
A la semana de los hechos, el padre de Lisset viajó a la Ciudad de México e interpuso la denuncia ante la entonces Procuraduría General de la República. “La Policía Federal tomó nota, metieron la denuncia al aérea de secuestros”.
Melchor denunció que la familia sufrió de revictimización e incluso, en lugar de investigar más sobre las líneas para hallar a su hija, las autoridades estatales comenzaron a investigar a los padres.
“Era mucha la presión que empezaron a ejercer en la Procuraduría, entonces la investigación se volteó contra nosotros. Investigaron toda mi vida, incluso a mi esposa y a mí nos metieron al polígrafo. Eso es algo pendiente que tenemos ¿por qué nos llevaron al polígrafo?, nos llevaron a un proceso psicológico muy fuerte”, reprochó.
Soto Torres agregó que también se criminalizó a la familia “empezaron a inventar cosas, que si teníamos nexos con algún grupo criminal y quizá fue un ajuste de cuentas. Comenzaron a inventar todo eso para distraer, cambiar el discurso y voltearnos a la sociedad contra nosotros”, platicó.
Destacó que, a nueve años, la indagatoria sobre el paradero de su hija sigue sin avances contundentes. “No hay gran cosa en la investigación [..] Las líneas de investigaciones que salieron se fueron descartando, una por una, había unas que no tenían sustento, no había datos, hasta la fecha”.
Las sábanas telefónicas del celular de la niña sí fueron obtenidas, pero no arrojaron mayores datos.
El tcelular de Lisset desapareció junto con ella. El análisis y seguimiento a su número arrojó como último punto el lugar donde ella fue plagiada.
Hace un par de años, se hizo un retrato progresivo de edad, pero Melchor Soto indicó que falta una actualización más realista. Dijo que incluso han pedido que los retratos se realicen con mejor tecnología para que sean más precisos, sin embargo, las autoridades no escuchan sus demandas.
“Yo hablé hace meses con la Comisionada Nacional de Búsqueda para pedir un sistema mejor de retratos progresivos, me dijo que era una propuesta interesante y que lo iba a ver, pero ahí quedó todo”, comentó el hombre.
Melchor Soto se convirtió en un activista que encabeza un colectivo de familiares de personas desaparecidas en Baja California Sur.
“Los familiares de personas desaparecidas no tenemos el apoyo que se debiera, incluso sufrimos de revictimización por parte de las autoridades. Nos revictimizan, dicen que a los desaparecidos les pasa eso porque andaban en malos pasos, que por que se lo merecían. Dicen eso porque es una forma de quitarse la responsabilidad como Gobierno para buscar a sus desaparecidos”, explicó.
Y añadió: “Hasta la fecha las autoridades siguen minimizando la violencia, por la cuestión que este es un estado turístico y aquí lo importante para las autoridades es aparentar que éste es un lugar tranquilo para que el turismo no deje de fluir […] Aquí maquillan mucho las cifras para no espantar el turismo y para dar la imagen que somos un estado muy tranquilo”.
Melchor enfatizó que seguirá buscando a su hija hasta encontrarla y, al hallarla, aun así seguirá con la lucha.