Indira Andrewin da vida a Agnes, una joven que, junto a su hermana, viaja por la selva fronteriza entre México y Belice en 1920. Alrededor del río Hondo, que separa ambos países, se desarrolla una historia que recoge una antigua leyenda maya, la de Xtabay, una mujer que seducía a los hombres y los arrastraba a la perdición.
Por Alicia García de Francisco
San Sebastián (España), 21 sep (EFE).- Para la realizadora mexicana Yulene Olaizola cada uno de sus proyectos tiene que ser una aventura y una de las más importantes la ha vivido con su último trabajo, Selva trágica, una mezcla de mitos, deseo y naturaleza con la que compite en Horizontes Latinos del Festival Internacional de cine San Sebastián.
Una película con la que Olaizola (Ciudad de México, 1983) se siente muy comprometida y con la que quería viajar a San Sebastián, festival donde presentó su primer largometraje Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, un documental ficcionado con el que se llevó una mención especial en 2008.
Pero el coronavirus y un embarazo en su recta final le han impedido viajar a España.
"Estamos viviendo una locura. La película, el bebé que viene (su pareja, Rubén Imaz, es coguionista y productor del filme) y además acaba de fallecer uno de nuestros actores, Murphy Nedal, unos días antes de cumplir 60 años, de un paro cardíaco en el supermercado, fulminante", relata la realizadora a EFE mientras espera la decisión de su médico sobre si le tienen que adelantar la cesárea para el nacimiento de su hijo Ander.
La primera proyección de la película en San Sebastián, este lunes, estará dedicada a Nedal, a distancia eso sí.
"Es una lástima que no logramos que alguien del equipo de la película fuera", señala Oliazola, que relata las complicaciones para los países que no pertenecen al espacio Schengen y que resalta que tanto su familia como la de Imaz son de origen vasco y les hacía especial ilusión estar en el festival.
Sí pudieron viajar a Venecia a presentar la película, que compitió en la sección Horizontes, donde pudo sentir la calidez del público tras la proyección.
Los espectadores, recuerda, salían muy sorprendidos, especialmente con la interpretación de Indira Andrewin, la protagonista, una beliceña sin experiencia, que debuta con esta película.
Andrewin da vida a Agnes, una joven que, junto a su hermana, viaja por la selva fronteriza entre México y Belice en 1920. Alrededor del río Hondo, que separa ambos países, se desarrolla una historia que recoge una antigua leyenda maya, la de Xtabay, una mujer que seducía a los hombres y los arrastraba a la perdición.
Selva trágica, al igual que sus trabajos anteriores, surgió de un viaje, de un lugar especifico en el que la directora decide que quiere filmar para luego pensar en sus habitantes y en sus posibles historias.
Olaizola está muy interesada en "cómo los lugares definen la vida de las personas". Y hace diez años descubrió esta zona de la frontera entre México y Belice, donde se habla inglés y donde las tradiciones mayas sigue perviviendo hoy en día.
Le llamó especialmente la atención el mito de Xtabay, "una sirena de la selva que seduce a los hombres". A eso se añadió el descubrir la importancia de la industria del chicle en la zona a comienzos del siglo XX. Y el último elemento era la selva en sí misma, que aparece retratada en todo su esplendor en una película preciosista visualmente.
"La película habla de las fronteras o de los espejos, porque el río Hondo es como un espejo" que refleja lo que ocurre en las orillas. Pero también es sobre la dualidad entre el mundo de la fantasía y la realidad, la duplicidad del mundo masculino y femenino, explica Olaizola.
Una historia complicada desde el punto de vista logístico porque supuso para la directora vivir cuatro meses en la selva, buscando localizaciones, investigando y luego rodando.
Había víboras venenosas por todas partes, insectos y unas condiciones difíciles, pero se rodearon de locales que les ayudaron a controlar la seguridad en el set. Y el hecho de que la protagonista fuera de la zona también fue importante porque se sentía cómoda rodando en esas condiciones.
Pero, pese a todas esas complicaciones y a que tuvieron que adaptar la producción al clima y al entorno natural, para Olaizola fue una gran experiencia porque le motiva mucho que sus películas sean aventuras en términos tanto cinematográficos como personales.
Desde el punto de vista cinematográfico siempre busca el encuentro entre dos mundos, que en Selva trágica es el del universo femenino y masculino.
Nunca busca rodar historias sobre temas de moda, como ocurre ahora con la pandemia. Su proceso parte de ideas espontáneas que conectan con conceptos universales, que en esta película es la selva como entidad de vida que se defiende de los seres humanos que explotan sus recursos.
Con ella compite en San Sebastián, tras acabar la postproducción a distancia y sin poder siquiera haber enseñado la película a su equipo. La situación actual para el cine independiente "es muy difícil" y quizás hasta que no haya vacuna no se pueda normalizar la situación, reflexiona.