Ríos de personas recorren esta mañana los puntos de auxilio en la Ciudad de México, las calles en donde hay edificios colapsados o reblandecidos. Por la noche, otros miles se organizaron en los distintos centros de acopio para marcar donativos, empaquetarlos y enviarlos a los albergues o para distribuirlos directamente entre la gente. A lo largo de las cuadras hacen cadenas humanas para la remoción de escombros.
El brazo solidario de los mexicanos se ha exhibido fuerte otra vez frente a la tragedia. En los barrios y colonias de la capital mexicana, como sucedió el 19 de septiembre de 1985, hace 32 años, son los ciudadanos los que han dado muestra y han puesto el ejemplo.
Hasta este jueves, el número de muertos por el sismo de 7.1 se mantiene en 258: 133 en la Ciudad de México, 73 en Morelos, 43 en Puebla, 13 en el estado de México, 5 en Guerrero y 1 en Oaxaca.
Ciudad de México, 21 de septiembre (SinEmbargo).– Familias preparan sandwiches, frijoles, arroz, café o bolsas con barras de granola, jugo y agua; restaurantes que ofrecen comidas completas o wifi, los baños o simplemente agua fresca. Padres e hijos con palas, picos y otras herramientas. Decenas de miles de manos listas para ayudar.
Uno podría imaginar una marcha con un millón de personas. Pero es casi imposible asimilar este mismo número de mexicanos que, se calcula, recorren las zonas siniestradas por el sismo de 7.1 grados que azotó el centro de México el 19 de septiembre pasado a la 1:14 de la tarde.
Ríos de personas caminaban esta mañana de jueves los puntos de auxilio, las calles en donde hay edificios colapsados o reblandecidos. Por la noche, otros miles se organizaron en los distintos centros de acopio para marcar donativos, empaquetarlos y enviarlos a los albergues o para distribuirlos directamente entre la gente.
Los brigadistas son los mejor atendidos, y no es para menos: muchos de ellos arriesgan la vida escarbando entre las ruinas y los escombros. Pero también hay los que ayudan a dirigir el tráfico, controlan los accesos a zonas restringidas en donde todavía existe el temor de derrumbes.
El brazo solidario de los mexicanos se ha exhibido fuerte otra vez frente a la tragedia. En los barrios y colonias de la capital mexicana, como sucedió el 19 de septiembre de 1985, hace 32 años, son los ciudadanos los que han dado muestra y han puesto el ejemplo.
Apenas unas horas después del temblor hubo algunos actos de rapiña. También se presentaron robos en casas habitación: personas que se hacías pasar por Protección Civil para entrar a las casas y llevarse algo.
Pero eso no ha sido la nota. Esos fueron casos aislados.
La verdadera huella la han dejado los civiles, los ciudadanos cualquiera que se sumaron de inmediato: primero para organizar y después para permitir que las manos voluntarias operen en armonía en una zona en donde 20 millones de personas comparten el agua, el suelo, la electricidad, el transporte.
Todavía hay reclamos en la capital. La atención en un inicio se centró en la zona Condesa-Roma, aunque en Xochimilco hay daños en distintos pueblos rurales, sin embargo, de los mayores centros de acopio están saliendo materiales y alimentos, así como mano de obra, para ayudar en la zona de Xochimilco.
En el edificio de Álvaro Obregón 286, en donde todavía hay posibilidades de hallar sobrevivientes, las familias se han organizado. Primero, para exigir que la búsqueda continúe; luego, para reclamar información de primera mano a las distintas autoridades que trabajan ahí.
Muy cerca del edificio derrumbado, con ayuda de la gente, familias de los desaparecidos han instalado tiendas de campaña y hasta hamacas para tomar descansos breves mientras la información gotea.
No se sabe lo que sucederá con el edifico Plaza Condesa. Está severamente dañado. Afuera había negocios de diversión de una zona de bullicio y entretenimiento; por dentro también está un enorme foro para eventos masivos. Pero son 20 pisos de una mole de cemento que se ha reblandecido.
Esta mañana del jueves elementos del Ejército Mexicano custodian el edificio. Pero hay energía eléctrica, lo que sugiere que los daños no fueron profundos y existe la posibilidad de que sus habitantes o bien desalojen sus pertenencias o se reintegren después de la revisión de Protección Civil.
Aún ahí, en esa zona de clase media-alta, los gestos de solidaridad abarcan y se desparraman: del Parque España, está frente al Plaza Condesa, salen brigadas de jóvenes para repartir en barrios más lejanos la ayuda que no para de llegar.
El aliento de esperanza se ha centrado en unos cuantos eduficios, como el de Álvaro Obregón o como el Colegio Répsamen, en donde todavía es posible rescatar sobrevivientes. Ahí, las familias y el ánimo del resto de los mexicanos se mantiene firme como un acto de fe que no es ciego: esta ciudad de terremotos ha aprendido a confiar en sus topos y voluntarios.