“Cuando tenía 18 años, Jesús León Santos decidió cambiar el paisaje donde vivía en la Mixteca alta, la ‘tierra del sol’. Aquello parecía un panorama lunar: campos yermos y polvorientos, desprovistos de arboleda, sin agua y sin frutos. En un esfuerzo titánico, plantaron alrededor de cuatro millones de árboles de especies nativas, aclimatadas al calor y sobrias en la absorción de agua. Desarrollaron un sistema de agricultura sostenible y orgánica, sin uso de pesticidas, gracias al rescate y conservación de las semillas nativas del maíz, cereal originario de esta región. Al cabo de un cuarto de siglo, el milagro se ha producido. Hoy la Mixteca alta esta restaurada. Ha vuelto a reverdecer. Han surgido manantiales con más agua. Hay árboles y alimentos. Y la gente se queda a vivir en su tierra”.
Este es apenas un breve recuento de la obra de Jesús León Santos. Y el texto anterior, aunque puede parecer largo, es la descripción que aparece en la red social de Facebook, en donde un grupo de personas ha comenzado una campaña para pedir que a León Santos le sea otorgado nada más y nada menos que el Premio Nobel de la Paz.
Y aunque el grupo no es –todavía– muy numeroso, ni la campaña ha tomado la suficiente fuerza, la petición del Nobel de la Paz para este ecologista mexicano no es nada descabellada pues, en su momento, Jesús León Santos ya compartió escenario con la keniana Wangari Maathai, actual Mensajera de la Paz de la Organización de las Naciones Unidas.
Maathai, mejor conocida como “la mujer árbol”, recibió en 2004 el Nobel de la Paz por su labor al frente del “Movimiento Cinturón Verde”, que ha plantado más de 40 millones de árboles en el continente africano; y 13 años antes, en 1991, esta mujer fue galardonada con el Goldman Prize, un reconocimiento que el mexicano Jesús León Santos obtuvo en 2008 por su labor de reforestación, de lucha contra la desertificación y por el rescate de técnicas ancestrales de cultivo en la Mixteca oaxaqueña, al sureste del país.
La paz con el entorno es una paz holística
El Goldman Prize, que se otorga cada año a los más destacados activistas del medio ambiente, es conocido en el medio como el “Nobel de la Ecología”. El galardón se anuncia siempre durante abril, para coincidir con la celebración del Día de la Tierra. Los premiados son evaluados por un jurado internacional, que analiza propuestas de organizaciones de todo el mundo y los “héroes verdes” que son elegidos reciben un incentivo de 125 mil dólares, el mayor premio concedido a ecologistas de base, para persistan en su activismo en favor del planeta.
Jesús León Santos fue elegido en 2008 y premiado en abril de 2009 por un perfil que no sólo encaja en la descripción del Goldman Prize, sino que la supera con creces. La lucha ecologista de León Santos, no se ha limitado a mejorar el entorno natural de su natal Oaxaca… la suya ha sido durante 25 años, y lo es actualmente, una labor cotidiana en beneficio de la tierra, de las condiciones de vida de los habitantes de la región, de la alimentación y el sustento de sus familias y, por si fuera poco, en beneficio y rescate de técnicas agrícolas ancestrales que habían caído en el olvido.
Cofundador del Centro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca (Cedicam) en los 80, León Santos comenzó por unirse a labores de reforestación en la mixteca oaxaqueña para disminuir los efectos de la erosión de esta zona, considerada por las Naciones Unidas como una de las más áridas del planeta.
Sin embargo, consciente de que devolver la vida a la tierra no era suficiente para que los campesinos pudieran respirar un tipo de vida distinto que los sacara de la pobreza –que también caracteriza a este paraje del sureste mexicano–, el activismo de Jesús León decidió que eran necesarias soluciones de raíces más profundas.
El ecologista comenzó entonces a organizar a los campesinos de la región para realizar agricultura sustentable y más variable, basada en técnicas prehispánicas que habían caído en desuso con la llegada de la tecnología y los monocultivos.
En palabras del propio ambientalista: “(…) el conocimiento de los indígenas y campesinos fue reemplazado y esto ocasionó una gran dependencia en fertilizantes y conocimientos externos, y dejó a las comunidades rurales más vulnerables”. Vulnerables y rodeados además de una tierra casi desértica, agotada, donde era casi imposible sembrar.
Por eso, después de las labores de reforestación –que alimenta no sólo al aire y a la propia tierra– León Santos y los campesinos del Cedicam comenzaron una cruzada integral de rescate agrícola, cuyas implicaciones de beneficio ecológico trajeron consigo también mejoras alimenticias, sociales y económicas para los mixtecos oaxaqueños.
Lo primero que hizo la organización de León Santos fue “hidratar” su región, y lo hicieron usando un método ancestral de zanjas –o acequias- que retienen el agua de lluvia y disminuyen la erosión.
Una vez hecho esto, el Cedicam se dedicó también a recuperar la llamada “siembra de milpa”, un sistema usado por los antiguos mixtecas, y que combina diferentes cultivos básicos para la alimentación como maíz, frijol, calabaza, y hierbas silvestres comestibles: todo en el mismo campo y utilizando solamente semillas nativas, oriundas de la región.
Así, León Santos y su grupo buscaron y obtuvieron un círculo virtuoso que comenzaba con la colaboración, seguía con el rescate del entorno, reivindicaba los valores ancestrales, hacía revivir a una tierra cansada y finalmente, todo ello redituaba en la vida de los campesinos, cuya vida y salud depende precisamente, de la salud de ese trozo de planeta donde nacieron.
Esperanza en tiempos de crisis… y guerra
La mixteca oaxaqueña es parte de una región cultural más amplia que se ubica en la confluencia de los estados de Puebla, Oaxaca y Guerrero en el sur de México, donde predominan los indígenas mixtecos y chocholtecos, dos etnias vivas que a lo largo del tiempo se han caracterizado por su fuerza para conservar sus tradiciones y valores, y también por su enorme resistencia para sobrevivir bajo condiciones adversas.
Según la propia Organización de las Naciones Unidas, la región mixteca de Oaxaca se encuentra entre las tierras con los índices más altos de erosión del mundo: la casi desertificación llegó a afectar a más de 80% de sus suelos y, en un momento dado, fue imposible utilizar alrededor de 500 mil hectáreas de este territorio.
Ciertamente, el cambio climático ha hecho su parte, pero también el paso de la modernidad. A sus 18 años, León Santos, nativo de la parte más alta de la mixteca, decidió que para rescatar esta naturaleza muerta, no quedaba más remedio que “volver a lo natural”: aprovechar el agua de lluvia, sembrar las semillas originales de esa tierra, actuar en comunidad, alimentarse de la propia cosecha y vender los excedentes…
En resumidas cuentas, el activista puso en funcionamiento precisamente esas acciones que los pueblos originales siempre han hecho: vivir en armonía con el entorno. Esa fue su propuesta, y 25 años de trabajo han comprobado el éxito de esos conocimientos ancestrales, tan olvidados en la actualidad.
“Nosotros esperamos que este respeto por la madre tierra que estamos haciendo pueda servir como un ejemplo para todos los habitantes de este planeta durante este tiempo de crisis ambiental”, dijo Jesús León durante su discurso al recibir el premio Goldman, que le fue otorgado justamente, por la aplicación práctica de esta experiencia, que puede trasladarse a otras latitudes del mundo afectadas por la aridez, por la erosión y la sequía.
Actualmente, en un lugar donde sólo 25% de la tierra era cultivable, los campesinos pueden sembrar en 80% de sus tierras; el sistema de zanjas ha llenado los manantiales mixtecos en niveles superiores a 50% y la reforestación de la zona se hace a un ritmo de unos 200 mil árboles anuales.
“Esta madre tierra tiene la capacidad de recuperarse y de darnos vida”, dijo el activista oaxaqueño cuando recibió el galardón de “Nobel de la Ecología” en 2009. Y afirmó que los pueblos indígenas son los guardianes de esta riqueza natural, que cuidan como un Patrimonio de la Humanidad.
El Premio Goldman le fue otorgado a Jesús León Santos no sólo por medio siglo en su labor que transformó el paisaje natural de su región, sino además por la profunda transformación socioeconómica que llegó a sus habitantes como resultado de su hermanamiento con el entorno. Pero sobre todo, este galardón reconoció que este es un ejemplo aplicable a muchas otras zonas del planeta que sufren hoy los embates del calentamiento global.
En la actualidad, el Cedicam, liderado por este “héroe verde” mexicano, está afectando positivamente la vida de mil 500 familias de campesinos que habitan en 12 comunidades de la mixteca oaxaqueña.
Sin embargo, la relevancia de la labor de León Santos ahora ya ha comenzado a trascender fronteras, pues diversos países lo han invitado a dictar conferencias y charlas para explicar cómo vivir en paz con la propia tierra podría ser la solución a problemas que hoy nos afectan a todos: escasez de agua, tierras improductivas y agotadas, crisis alimentaria e inactividad en el campo y emigración de los campesinos a las ciudades.
Y aunque hoy por hoy es poco probable que la campaña de Facebook obtenga un éxito inmediato, y veamos a este activista oaxaqueño con un Nobel de la Paz en la mano, sí es probable que en el mediano plazo le suceda lo mismo que a su compañera de Premio Goldman, la keniana Wangari Maathai, y que no pase mucho tiempo antes de que pise el podio de Estocolmo.
En todo caso, en un mundo amenazado por el clima y sus embates, León Santos ya ha logrado hoy obtener el mejor de los premios: demostrar a la humanidad que las enseñanzas del pasado pueden brindarnos un futuro, siempre y cuando los hombres aprendamos a volver a estar “en paz con el entorno”.