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Rubén Martín

21/07/2024 - 12:03 am

La sandinista, una revolución fracasada

“El fracaso de la revolución Sandinista vuelve a poner a discusión las posibilidades emancipatorias de los movimientos sociales radicales que se proponen cambiar las sociedades injustas y opresoras”.

“El Gobierno de Nicaragua informó que logró un acuerdo para que el Gobierno del Presidente Joe Biden recibiera a los nicaragüenses excarcelados para que recibieran asilo en Estados Unidos”. Foto: AP

Hace 45 años, el 19 de julio de 1979, triunfó en Nicaragua una revolución popular contra la dictadura de la familia Somoza. Ese día miles de nicaragüenses festejaron en Managua la entrada de las fuerzas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que se puso a la cabeza de las amplias y radicales movilizaciones populares.

El FSLN debe su nombre a Augusto Sandino, un patriota y revolucionario nicaragüense que en 1926 inició una lucha contra la intervención de Estados Unidos en Nicaragua. Después de siete años de guerra de resistencia contra la ocupación del imperio, Estados Unidos salió del país, no sin antes crear la Guardia Nacional y poner a su frente al general Anastasio Somoza García quien acabaría asesinando a Sandino por órdenes de la Embajada norteamericana en 1933.

Contra ese régimen corrupto y dictatorial lucharon miles de nicaragüenses desde la década de 1930 hasta 1979 en que por fin lograron derrocar a Anastasio Somoza Debayle, hijo del primer Somoza impuesto por Estados Unidos. El 17 de julio de 1979, dos días antes de que ingresaran las fuerzas populares a Managua, Somoza hizo lo que todos los dictadores latinoamericanos hacían: tomar un avión a Miami cargados con millones de dólares saqueados a sus pueblos.

Tras la llegada de los sandinistas se echaron a andar varias medidas en un sentido que pretendían revolucionar la realidad de ese pobre y pequeño país centroamericano. Pero al mismo tiempo ocurrieron dos cosas: el acoso y el cerco imperial de Estados Unidos que armó y financió una contrarrevolución; la segunda es que la revolución se empezó a echar a perder por la ambición de la vanguardia revolucionaria, proceso que inició con la llama “piñata sandinista” mediante la cual la nueva clase gobernante expropió fincas y residencias de la antigua oligarquía para quedársela ellos mismos. El FSLN perdió en las elecciones de 1989 frente a Violeta Chamorro, respaldada por Estados Unidos. Pero tras su regreso al poder en 2007, se ha aferrado a él y ha emprendido una cacería de brujas al interior del FSLN, expulsando y persiguiendo a antiguos compañero de al revolución.

El FSLN era el típico grupo guerrillero latinoamericano, de ideología marxista, antiimperialista y con una estrategia política que pretendía emular a la revolución cubana dirigida por Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara. La estrategia “guevarista”, conocida también como foquismo, postulaba que un foco guerrillero bien entrenado física e ideológicamente, podían organizar y encabezar una iniciativa revolucionaria en cada país donde se desplegara dicha estrategia.

Fundado en 1961, el FSLN estaba compuesto por mujeres y hombres idealistas que se preparaban duramente en campamentos de las montañas con el objetivo de derrocar al gobierno dictatorial de Augusto Somoza y llevar a cabo una revolución social y política que llevara justicia e igualdad a Nicaragua. Un ejemplo de ese idealismo es el testimonio del guerrillero Omar Cabezas contado en su libro La montaña es algo más que una inmensa estepa verde (editorial Siglo XXI, 1982).

Pero ahora no hay atisbos revolucionarios en el FSLN. El sandinismo se ha convertido en un gobierno autoritario y represivo. El Gobierno de Ortega, y de su esposa Rosario Murillo ( a quienes muchos consideran el verdadero poder tras el trono), respondió con represión y asesinatos a una oleada de movilizaciones arrancadas en abril de 2018: campesinos contra el canal interoceánico, estudiantes en protesta por la devastación en la reserva Indio Maíz, y pensionados contra el recorte de la seguridad social. Esta movilizaciones contra el gobierno de Ortega se hicieron masivas, pero se mantuvo en el poder a costa de una represión masiva y generalizada, que costaron casi 350 muertos y miles de heridos y encarcelados.

El escritor e intelectual nicaragüense Sergio Ramírez, a quien el régimen de Ortega y Murillo le retiraron la nacionalidad, retrató todo el viraje ético y político de los sandinistas en su libro Adiós muchachos. En este libro cuenta cómo el frente político que enfrentó unido la última parte de la dictadura somocista, se fue resquebrajando en buena medida por las imposiciones antidemocráticas del FSLN y la ambición del poder de algunos de sus dirigentes, especialmente Daniel Ortega.

Tras la brutal represión contra quienes se movilizaron en 2018, el Gobierno de la pareja presidencial de Ortega y Murillo, dio una vuelta de tuerca más en su camino de construir una dictadura autoritaria, al anunciar en febrero de 2023 que quitaba la nacionalidad a más de 300 opositores por supuesta traición a la patria, entre los que se encontraban líderes de las revueltas 2018, periodistas, escritores, y exintegrantes del FSLN.

En un contexto de protesta interna y presión internacional el Gobierno de Ortega, anunció el 9 de febrero de 2023 la excarcelación de 222 presos políticos a los que se subió, sin que se les informara su destino, a un vuelo chárter que terminó en el aeropuerto internacional de Washington, D.C., Estados Unidos. El Gobierno de Nicaragua informó que logró un acuerdo para que el Gobierno del Presidente Joe Biden recibiera a los nicaragüenses excarcelados para que recibieran asilo en Estados Unidos.

Una semana después, el 15 de febrero del año pasado, el régimen de Daniel Ortega despojó a otros 94 personas la nacionalidad nicaragüense. Entre ellos los escritores Sergio Ramírez y Gioconda Belli; el periodista Carlos Fernando Chamorro; la escritora y feminista Sofía Montenegro; la activista Azahalea Solís; el obispo Silvio Báez, y la activista Vilma Núñez, presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CIDH).

Es muy triste e indignante lo que ocurre en Nicaragua. A 45 años del triunfo de la revolución, el sandinismo se ha convertido en todo contra lo que lucharon. Ahora lo que impera en Nicaragua es una contrarrevolución, un Gobierno de mano dura que persigue y reprime a sus opositores. El régimen de Ortega y Murillo son la nueva dinastía política de ese país, ejerciendo un poder político autoritario que no sólo controlan los poderes públicos, varios medios de información, sino empresas públicas y privadas a través de sus hijos con las que han amasado una cuantiosa fortuna.

Sólo los ilusos o dogmáticos pueden llamar a este régimen revolucionario o de izquierda. El FSLN, la organización que fuera parte central de la rebelión contra la dictadura somocista, se convirtió en una nueva forma de opresión, aunque se vista de rojo y negro y se llame de izquierda.

El fracaso de la revolución Sandinista vuelve a poner a discusión las posibilidades emancipatorias de los movimientos sociales radicales que se proponen cambiar las sociedades injustas y opresoras. Y obligan a discutir las estrategias populares y sociales para cambiar las sociedades opresoras en las que viven y obligan a considerar que, a diferencias de muchos movimientos vanguardistas, los medios importan tanto como los fines. Si no se actúa con ética y con principios desde la lucha y ya en el ejercicio del gobierno, los procesos pueden terminar convertidos justo en contra de lo que luchaban, como ocurrió a los sandinistas. En esta discusión vale la pena recordar los principios políticos zapatistas del mandar obedeciendo.

Rubén Martín
Periodista desde 1991. Fundador del diario Siglo 21 de Guadalajara y colaborador de media docena de diarios locales y nacionales. Su columna Antipolítica se publica en el diario El Informador. Conduce el programa Cosa Pública 2.0 en Radio Universidad de Guadalajara. Es doctor en Ciencias Sociales. Twitter: @rmartinmar Correo: [email protected]

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