Hoy eres un planeta en ti misma, lento, sólido, de mares y costas y oleajes; pronto una galaxia con tus propios sistemas y lácteas vías respondiendo, haciendo traslación mientras te buscan para sol, para luna, para Saturno. Valiente, cansada, hoy caminas con pasos cortos y anchos, con tus caireles reminiscentes de infancia y tus pesares palpitantes de presente y, sobre todo, de futuro. Sin saber qué se espera, esperas, sin saber qué sentir, sientes, sin pensar porque estás ya más allá de las ideas, en la carne, en el aquí dentro, en el existe. Hay un par de nombres, pero hoy se llama Ya Viene, se llama Qué Miedo, se llama Mío, Tuya, Siempre.
Tus vueltas de sol son cada vez más breves, con poca noche, mucho suspiro y menos palabras, rebosante como estás de extremidades ajenas pero aún tuyas ahí, dentro, ahí donde pasa lo más natural y lo más extraño, lo que trae más preguntas y ninguna respuesta, lo que es pura sabiduría sembrada en lo más profundo, en lo más incomprensible, en lo más inocente y silencioso que se agita, impaciente sin saber por qué, entre humores abisales con ecos amorosos.
Décadas de tatuarte títulos y hoy, casi hoy, seguro mañana, habrá una palabra sola que te defina y que será hablada en los idiomas más primordiales, callada y comprendida por tus sueños, por tu piel, por tus tímpanos. Décadas de estudiarse el mundo para encontrar que los colores todavía pueden cambiar, que hay más vocales de las que conocías, que la luz se recibe cuando se da y que el abismo no es abismo sino origen, entraña, vientre de miles de apellidos encarnados en una piel nueva que envolviste, que tejiste, que te envuelve y te teje nueva, cálida, con un par de ojos metidos en tus ojos, con un solo alimento cocinándose en tu carne, con una voz que te suena conocida sin ser la tuya ni la suya y que es esperanza, terror, aire compartido, pestañeos robados, risas con tu nombre encerrado en cada nota.
Convertirte en sustento: eso es creer. Le gritas hoy a los hoyos negros que amenazan, a los cometas que nos rozan con estelas de fuego, que esa eres tú, la que se pandea los pilares para hacerse fortaleza, la que muta y deja de serse para serle, la que le da la espalda al miedo y convierte el humo en atmósfera, la nada en uno y el miedo en vida. Y ahí viene, anunciándose en los aleteos de las mariposas, la vida. Ahí viene sin tu nombre, sin tu mente y sin tus cadenas, sin las garantías que quisieras envolverle en papel brillante, sin definiciones ni certidumbres, desnudo, pequeño y descomunal, lágrima temblorosa amarrada de tus pestañas, posibilidad infinita en veinte dedos, en cincuenta centímetros, de tu sangre, de tu carne, de ti y de nadie, vida, vida pura, lluvia de estrellas, primavera y verano, preciosa eternidad, eternidad, preciosa hermanita, dentro del planeta que eres hoy en este cambio de estación, mientras yo te veo y, aun rebasada, intento cubrirte de palabras hermosas, quitarte el frío, nombrar todos los nombres para ver si así alcanzo a entender que ahí viene. La vida.