FOTOGALERÍA | Cientos mueren por COVID-19 en sus hogares en Perú; venezolanos recogen cuerpos casa por casa

21/05/2020 - 3:18 pm

Pese a ser el primer país de Latinoamérica en decretar una cuarentena total el pasado 15 de marzo, Perú tiene más de 104 mil infectados y 3 mil muertos; ocupa el lugar 12 en el mundo en casos de la COVID-19, por encima de China continental y debajo de India.

Por Franklin Briceño y Rodrigo Abd

Lima, Perú, 21 de mayo (AP).- Faustino López estaba aterrado al ver cómo empeoraba la salud de su esposa, internada a fines de abril por COVID-19 en un hospital de Lima.

Mientras su mujer Angélica Berrocal permanecía en el hospital, Faustino no tuvo más que quedarse en su casa, donde vivía solo. Dejó de dormir en la cama matrimonial que compartieron por 45 años, no paraba de llorar al mirar la ropa de ella y escuchaba música en quechua, la lengua materna de ambos.

Faustino, un jardinero de 68 años de eras, y Angélica, una barrendera de 60, habían llegado a este momento de su vida sin mayores contratiempos de salud y con dos hijos y 11 nietos sanos. Pero el nuevo coronavirus aniquiló la tranquilidad de esta familia que en más de cuatro décadas jamás había conocido la desgracia. Y todavía estaba por venir otra tragedia.

El venezolano Luis Zerpa, que trabaja en la funeraria Piedrangel, se dispone a retirar el cadáver de Faustino López, de 68 años de edad y que se cree que se suicidó tras saber que dio positivo al coronavirus, en Lima, Perú. Foto/Rodrigo Abd, AP
Una vieja fotografía en la que aparecen Jorge y Julia López con su padre, Faustino López, en medio de un cuaderno con las páginas garabateadas, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP
Jorge y Julia López posan para una fotografía sosteniendo retratos familiares en el salón de la casa donde su padre, Faustino López, se quitó la vida tras saber que dio positivo al coronavirus, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP

En un momento, Faustino tuvo fiebre y escalofríos. También sintió la alteración del gusto y el olfato, según una ficha de investigación clínico-epidemiológica a la que The Associated Press tuvo acceso. Le hicieron la prueba y dio positivo a la COVID-19.

Desesperado, tocó las puertas de un albergue estatal donde se recuperan casi 2 mil enfermos del virus. No fue aceptado porque no había sido referido desde un hospital. Retornó a su hogar y la madrugada del 5 de mayo bebió ácido muriático y se ahorcó con un cable de electricidad.

Alexander Carballo, un venezolano que trabaja en la funeraria Piedrangel, da indicaciones a un compañero que maneja una camioneta por un carretera estrecha y llena de piedras tras recoger el cuerpo de una persona que supuesta murió por coronavirus, en el vecindario de El Agustino, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP
Palmira Cortez observa llorosa mientras un equipo de operarios de la funeraria Piedrangel se llevan el cuerpo de su esposo, de 71 años y que se sospecha que murió por coronavirus, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP
Una mujer cubre el rostro de su suegra, que se cree que murió por el coronavirus, con una sábana, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP

Su hijo mayor lo encontró y llamó a la policía, pero Faustino permaneció varias horas en la sala de su casa sin que nadie quisiera tocarlo. Entonces llegaron Jhoan Faneite y su hijo adoptivo Luis Zerpa, dos venezolanos que trabajan en la funeraria Piedrangel, a la que el Gobierno de la ciudad contrató para extraer de las casas los cadáveres de personas infectadas con el virus para luego incinerarlos.

A pesar de ser el primer país de Latinoamérica en decretar una cuarentena total el 15 de marzo, Perú tiene más de 104 mil infectados y 3 mil muertos. El miércoles ocupó el lugar 12 en el mundo en número de diagnósticos confirmados, por encima de China continental y debajo de India.

Los trabajadores de la funeraria Piedrangel Alexander Carballo (izquierda) y Luis Brito (derecha). ambos venezolanos, y el peruano Martín Águila, llegan al vecindario de El Augustino para retirar el cuerpo de un residente que se sospecha que murió por coronavirus, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP
Vecinos observan mientras empleados de la funeraria Piedrangel retiran el cadáver de una persona que se sospecha que murió por el nuevo coronavirus, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP

Y el verdadero alcance del desastre es mayor. Con más de la mitad de los casos sin contar, según las estimaciones de varios expertos, las autoridades califican al coronavirus como la pandemia más devastadora que ha azotado la región desde que en 1492 los europeos trajeron a América enfermedades como la viruela y el sarampión.

Los peruanos están muriendo por cientos en sus hogares, por lo general en zonas próximas a los mercados de alimentos que se han vuelto los focos de contaminación más peligrosos, según las autoridades. Y la labor de recoger los cuerpos recae en personas como Jhoan Faneite, de 35 años de edad, y Luis Zerpa, de 21, que abandonaron Venezuela hace dos años para huir de la crisis económica que azota ahí.

Los trabajadores de la funeraria Piedrangel Luis Zerpa, de Venezuela, y Ángelo Aza, de Perú, se preparan para sacar los cuerpos de personas que se cree que murieron por coronavirus, en la morgue de un hospital, en Lima Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP
Una sábana empapada en hipoclorito de sodio cubre el cuerpo de una presunta víctima del coronavirus, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP

“Todos los días me encomiendo a Dios para no contaminarme”, dijo Faneite, que trabajó como electricista en su natal Venezuela antes de emigrar a Perú, donde hasta el mes pasado había unos 865 mil migrantes venezolanos.

De lunes a domingo, incluso de noche y madrugada, los junta cadáveres conducen coches fúnebres a través de los barrios ricos pegados al Pacífico, pero también se internan entre colinas apretujadas de barriadas donde el virus golpea con fuerza, ataviados todos con trajes de protección y caretas.

Un vecino sujeta a un perro que ladra mientras trabajadores de la funeraria Piedrangel retiran el cadáver de un electricista de 51 años de edad que se cree que murió por coronavirus, en un vecindario de clase obrera cerca de Pachacamac, en las afueras de Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP
Los venezolanos Jhoan Faneite y Luis Brito, trabajadores de la funeraria Piedrangel, retiran el cadáver de un carpintero jubilado de 85 años de edad que se sospecha que murió por complicaciones causadas por el nuevo coronavirus, en el vecindario de Chorrillos, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP

Y así llegaron a la casa de Faustino a recoger su cuerpo. Una semana después, su esposa Angélica murió en el hospital por el virus.

Otra mañana de inicios de mayo recogieron el cuerpo de Marcos Espinoza, un electricista de 51 años de edad, soltero y sin hijos que vivía en una colina polvorienta cercana al complejo arqueológico Pachacámac, el oráculo más famoso del imperio Inca.

El cuerpo de Ricardo Noriega, que se sospecha que murió por coronavirus, yace cubierto por una manta en el piso de la sala de estar de su casa, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP
Los trabajadores de la funeraria Piedrangel Luis Zerpa, de Venezuela, y Ángelo Aza, de Perú, se entretienen con juegos en sus celulares mientras esperan el cuerpo de una víctima de coronavirus, en el estacionamiento del hospital Villa El Salvador, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP

Óscar Espinoza, hermano del fallecido, relató que Marcos intentó curarse bebiendo agua de eucalipto con jengibre y limón. Le dolían los ojos como si se los hincaran con un bolígrafo y poco antes de morir pasó revista a su vida mientras orinaba en un cuenco de plástico. “¿Por qué me dio esta peste, si no hice daño a nadie?», alcanzó a escuchar Óscar, que dormía en el cuarto contiguo.

La muerte de Marcos ocurrió la madrugada del viernes 8 de mayo a las 2:45 de la mañana. Se echó en su costado izquierdo, se acurrucó en su soledad y murió mientras dormía. Ocho horas más tarde Faneite, Zerpa y otro paisano, Luis Brito, de 26 años de edad, trepaban el cerro vestidos con un overol blanco, botas, guantes dobles y una máscara que apenas les dejaba ver los ojos.

La imagen de Aníbal Rosado, que trabaja en la funeraria Piedrangel, se refleja en la ventanilla de una camioneta de la empresa mientras se prepara para entregar las urnas con las cenizas de supuestas víctimas de coronavirus a sus familiares, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP
Elder Sánchez acaricia la urna de mármol que contienen las cenizas de su padre de 76 años de edad, que se sospecha que murió por coronavirus, en el distrito de El Callao, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP

Cuesta abajo, cargaron el cuerpo de Marcos y por momentos, para descansar, colocaban sobre el suelo el cadáver envuelto en una bolsa de tela negra, mientras el viento soplaba, los perros ladraban y los vecinos de la barriada sin agua ni desagüe observaban en silencio el extraño suceso.

Debido al aumento de la mortalidad, las autoridades han instalado casi dos decenas de contenedores marítimos en los hospitales de Lima que mantienen los cadáveres a cero grados.

El venezolano Alexander Carballo, empleado de la funeraria Piedrangel, entra en una vivienda para retirar el cuerpo de una persona que se sospecha que murió a causa del nuevo coronavirus, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP
Un retrato familiar cuelga de la pared de la vivienda de una persona que se cree que murió por coronavirus, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP

La funeraria peruana Piedrangel asumió un papel clave en Lima cuando nadie se atrevía a recoger muertos por el nuevo virus. En marzo recogieron al primer fallecido en Perú por la COVID-19, un psicólogo que murió en la soledad de su departamento de un edificio frente al Pacífico.

Edgard Gonzales, uno de los cuatro hermanos propietarios de la funeraria, lo consultó con sus dos hijos y se arriesgó. “Se puede abrir una puerta (oportunidad)”, les dijo. No se equivocó.

Familiares observan mientras operarios de la funeraria Piedrangel retiran el cadáver de una persona que se cree que murió a causa del nuevo coronavirus, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP
Familiares lloran mientras observan como operarios de la funeraria Piedrangel retiran el cuerpo de un pariente que se cree que murió a causa del nuevo coronavirus, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP

Ahora la funeraria no sólo recoge los cadáveres contagiados, también los crema en sus dos hornos instalados en el interior de un cementerio y reparte las cenizas a los deudos.

Ricardo Noriega, vendedor de ropa de 77 años de edad, no encontró un taxista que lo llevara al hospital cuando enfermó y ningún familiar estuvo disponible. Entonces, se sentó en el sillón principal de su sala y falleció mirando una pared donde tenía colgadas las fotografías de su familia. Ahí lo encontró el personal de la funeraria Piedrangel.

Trabajadores de un hospital trasladan el cuerpo de una supuesta víctima de coronavirus a un contenedor de mercancías refrigerado en los terrenos del hospital público Hipólito Unanue, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP
El venezolano Jhoan Faneite conduce un auto de la funeraria Piedrangel por la autovía de la costa del Pacífico para llevar el cuerpo de una supuesta víctima del coronavirus a un crematorio, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP

Luis Zerpa, el hijo de Faneite, su compatriota Alexander Carballo y el peruano Ángelo Aza envolvieron el cuerpo de Noriega que yacía en el piso de losetas color caramelo junto a los carritos de plástico y los patines de sus cuatro nietos pequeños.

El peso de la muerte se siente cuando Faneite y sus colegas de la funeraria Piedrangel recorren la ciudad. Los militares que controlan las vías capitalinas se alejan espantados de la carroza cuando confirman que llevan cadáveres de víctimas de la COVID-19. Algunos uniformados, que en medio de la pandemia deben continuar con sus labores, se persignan en silencio.

El venezolano Ángelo Aza se toma un descanso en su trabajo de trasladar los cuerpos de supuestas víctimas del coronavirus, tendido sobre un auto de la funeraria Piedrangel, junto a contenedores de mercancías habilitados para mantener los cadáveres refrigerados, en un hospital público de Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP
Trabajadores de la funeraria Piedrangel se disponen a retirar el cadáver de un hombre que se sospecha que murió de coronavirus en su casa, en Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP

Más de 5 mil policías han sido diagnosticados con la enfermedad, con 92 muertes, de una fuerza de aproximadamente 100 mil. El ejército ha sufrido niveles más bajos de la enfermedad.

Cuando Faneite regresa a casa de madrugada encuentra a su esposa dormida junto a sus dos hijos pequeños. Entonces se cambia en silencio, se ducha y lava su ropa con desinfectante.

A veces hace gárgaras con agua salada y cuando está desesperado con agua oxigenada.

Comenta que debe mantenerse sano para su familia y eso incluye a sus padres ancianos que se quedaron esperándolo en Venezuela.

“Antes que partan, antes que llegue lo inevitable, quiero ir a verlos, quiero estar con ellos», dijo.

Rosa Rodríguez posa para una fotografía con una urna de mármol que contiene las cenizas de su esposo, un médico de 60 años de edad que se sospecha que murió a causa del coronavirus, a las afueras de Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP
Rosas rojas cubiertas de cal yacen sobre una lámina de concreto que cubre un féretro con los restos mortales del camarógrafo Mario Bucana, que se sospecha que murió de coronavirus, en el cementerio Camp Fe de Lima, Perú. Foto: Rodrigo Abd, AP

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