En los primeros cuatro meses de 2019 hubo un promedio diario de 70 asaltos violentos en la Ciudad de México. Entre 2017 y 2018, los asaltos de ese tipo aumentaron un 22 por ciento.
Los señuelos son útiles cuando se trata de engañar a los delincuentes armados que generalmente atacan en los autobuses urbanos que transportan a la gente entre la Ciudad de México y sus suburbios pobres que la rodean.
Por Mark Stevenson
Ciudad de México, 21 de mayo (AP).- Los robos a mano armada se han vuelto tan comunes en el transporte público en la Ciudad de México que algunos pasajeros están ocurriendo a una solución inteligente pero desalentadora para los ladrones: les entregan teléfonos falsos en lugar de darle sus celulares verdaderos.
Con un costo de entre 300 y 500 pesos por pieza (equivalentes a entre 15 a 25 dólares), los teléfonos de señuelo son sofisticadamente falsos. Tienen pantalla de inicio y los modelos son idénticos a los originales, pero por dentro su procesador es tan ligero que se les ha agregado una pieza de metal que le sume peso para que sea similar al teléfono de verdad.
Son útiles cuando se trata de engañar a los delincuentes armados que generalmente atacan en los autobuses urbanos, grandes y pequeños, que transportan a la gente entre la Ciudad de México y sus suburbios pobres que la rodean.
La escena se repite una y otra vez, cortesía de las cámaras que muchos autobuses tienen instaladas ahora y que graban los asaltos, que ocurren con más frecuencia en la noche o muy temprano. En una grabación se ve a los pasajeros adormilados rebotando a lo largo de los vehículos cuando uno o dos de los hombres a bordo de repente se colocan pasamontañas sobre sus rostros. Uno saca un arma mientras que su cómplice camina por el pasillo, con una pistola, exigiendo a los pasajeros que les entreguen objetos de valor.
“¡Ya valieron!”, grita un ladrón según la grabación plagada de groserías y en la que amenazan a quienes no entreguen sus teléfonos y dinero. Una y otra vez, aquellas personas que se resisten o se rehúsan a dar sus cosas son golpeadas en la cabeza con la pistola, o simplemente son baleadas y las dejan desangrándose sobre el suelo del autobús.
Martha Patricia Rociles Estrada, profesora del suburbio de bajos recursos de Nezahualcóyotl, fue víctima de este tipo de robos.
Hoy en día, dijo, la mayoría de los residentes de la ciudad hace sus traslados con miedo. “Ya es un riesgo tomar el transporte público. Uno lo toma, pero no sabe si va a regresar a su casa”, comentó.
“Ahora tenemos que cuidarnos hasta de llevar dinero, porque si los asaltantes se enojan, corre uno el riesgo de que inclusive por no llevar nada lo maten”, dijo.
En los primeros cuatro meses de 2019 hubo un promedio diario de 70 asaltos violentos en la Ciudad de México. Alrededor de dos tercios se realizan contra transeúntes, y el resto se divide casi por igual entre los pasajeros del transporte público y los automovilistas que son atracados durante la luz roja del semáforo o en medio de los embotellamientos viales. Entre 2017 y 2018, los asaltos de ese tipo aumentaron un 22 por ciento.
Cuando Rociles Estrada fue asaltada a punta de pistola hace varios años, la mayoría de la gente no llevaba consigo teléfonos costosos.
“Fue nada más quitarme lo que llevaba de valor. Mi monedero y ya, nada más”, relató.
El surgimiento de los teléfonos inteligentes cambió todo eso. Ahora, muchas personas llevan un dispositivo que cuesta cientos de dólares. Las víctimas también podrían portar información bancaria o crediticia.
Fue ahí cuando intervinieron los vendedores de celulares de señuelo, como Axel. Él dice que vende tres o cuatro teléfonos de este tipo a la semana en su puesto en una plaza de productos electrónicos en el centro de la ciudad, junto a un edificio colonial que data de 1767.
Axel, que no proporcionó su nombre completo por temor a que la policía lo acusara de vender mercancía falsa, dijo que todos sus clientes saben que compran falsificaciones.
“Sirve para los asaltos, el alto índice de asaltos que se vienen suscitando en la Ciudad de México”, comentó Axel. “Les dicen ‘dame tu celular, dame todo’ y muchos saben que tienen que dar el teléfono rápidamente porque es cuestión de segundos, entonces pues dan estos teléfonos y a veces el delincuente no se da cuenta”.
Sin embargo, el vendedor admitió que la víctima se vería en problemas si el ladrón se da cuenta que le dieron un simple señuelo. “Evidentemente hay problemas, porque los delincuentes van a buscar o si se empiezan a dar cuenta, va a ser un problema”, admitió.
Debido a eso, algunos intentan una estrategia diferente. Gastan un poco más para comprar un segundo teléfono que sea más barato, pero real.
Gloria, que trabaja en su propio puesto en otra plaza al otro lado de la calle en un edificio art decó que solía ser un cine, dijo que el comercio de los celulares falsos comenzó hace unos 14 años, pero por razones diferentes a las de hoy en día. Las tiendas de teléfonos compraban las falsificaciones para sus vitrinas de exhibición a fin de protegerse contra otro tipo de delincuentes, de las llamadas “bandas de cristalazos” que pueden vaciar una joyería o una tienda de electrónicos en segundos al romper las ventanas.
Generalmente el teléfono de señuelo “es de exhibición para las personas que venden los originales”, explicó Gloria. “Se ha vendido aquí desde hace aproximadamente 14 años, pero generalmente el uso era para exhibición y ahora lo buscan para proteger sus celulares”.
Gloria vende un iPhone falso en 300 pesos (15 dólares), que salvaría a una víctima de perder los 18,000 pesos (900 dólares) que cuesta un iPhone verdadero.
“En algunos casos, la mayoría es para evitar el robo de celular, de los datos”, dijo Gloria, quien también pidió que no se usara su apellido.
La paranoia sobre los asaltos y atracos se ha intensificado por el hecho de que muchos de los robos se están grabando por cámaras de vigilancia instaladas en los autobuses del transporte público. Las grabaciones a menudo se muestran en programas de noticias, infundiendo miedo en la gente.
El gobierno de la alcaldía de Iztapalapa, en el este de la ciudad y una de las más grandes y pobres, lanzó un programa esta semana para que los policías suban a los autobuses para evitar que ocurran robos. Aunque el programa inició con gran fanfarria y fotografías en los medios, algunos residentes se mostraron incrédulos.
Óscar Armenda, un trabajador del transporte público que conducía un autobús en Iztapalapa alrededor del mediodía mientras la policía comenzaba a abordar dijo: “Qué bien, a la vez bien, pero a la vez no”.
“Deberían hacerlos cuando se necesitan y no ahora. Generalmente es más tarde”, aseguró en referencia al horario preferido por los ladrones.