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Jorge Alberto Gudiño Hernández

21/04/2024 - 12:01 am

Informar sobre el agua

Tengo amigos que viven en las colonias afectadas por la contaminación del agua. Están desesperados. Uno de ellos me contó que, tras comentar algo al respecto en sus redes sociales, muchos se le echaron encima: se quejaba desde su privilegio, desde la costumbre de tener agua potable, ¿acaso no pensaba en todos quienes no tienen agua corriente? Evidentemente no.

“(…) lo cierto es que el problema del agua contaminada es real”. Foto: Andrea Murcia, Cuartoscuro

Acepto, sin conceder, que el problema del agua contaminada en la Alcaldía Benito Juárez es accidental. Quiero decir que veo improbable el asunto del sabotaje de terceros e inhumano el de alguien involucrado con alguna forma de gobierno por así convenirle en sus intereses políticos. Quedan los accidentes, las negligencias, los imprevistos. Salvo que quisiéramos entrar en terrenos conspiranoicos, me parece que la explicación está en el lado de lo imponderable antes que de lo intencional.

No vivo en esa Alcaldía, aunque ahí viví durante varios años. Entre ellos, cuando nacieron mis dos hijos. No quiero imaginar lo difícil que habría sido soportar estas tres semanas con niños pequeños sin poder confiar en la calidad del agua. Y no me refiero al agua para beber, porque ésa podría sustituirse con los consabidos garrafones que están repartiendo con cuestionable éxito. Me refiero al agua para lavar los trastos de los pequeños, su ropa y, claro está, para el aseo cotidiano. A estas alturas, la desesperación debe ser mayúscula.

Volvamos al asunto de la contaminación y sus causas. Siguen sin quedar claras, a decir de diferentes vocerías de diversas autoridades e instituciones. No es clara en sus causas porque no es sencillo explorar un pozo de un cuarto de kilómetro de profundidad. Se vale, pues, aunque varios alcemos la ceja con suspicacia, ya que eso lo dicen ahora, con una veintena de días de retraso.

Algo similar sucede con el agente contaminante. Sabemos que es de la “familia de los aceites”, pero poco más. Y también lo supimos bastante tarde y sin la precisión que se desearía. Hacer análisis químicos de ese nivel podría implicar una alta dificultad, concedámoslo. Sin embargo, también suena un tanto extraño.

Más, cuando esa información llega con lentitud, con retrasos y tras declaraciones poco afortunadas que buscaban minimizar el problema o ignorarlo, como sucedió los primeros días. Entonces, al problema original se le suma otro, el de la incertidumbre y la falta de comunicación, de una buena comunicación.

Tenemos muy cercana la experiencia de la pandemia. Durante las primeras semanas (¿o meses?), antes de que nos acostumbráramos al cambio de vida, la incertidumbre nos aquejaba tanto como el virus. Sobre todo, si no habíamos sido contagiados ni nuestros seres queridos. No saber qué pasaba ni cómo se iba a solucionar era un problema tan grande, en apariencia, como el propio bicho. La tranquilidad se fue asentando conforme pudimos informarnos de lo que sucedía, ya fuera con una fuente o con la otra.

Tengo amigos que viven en las colonias afectadas por la contaminación del agua. Están desesperados. Uno de ellos me contó que, tras comentar algo al respecto en sus redes sociales, muchos se le echaron encima: se quejaba desde su privilegio, desde la costumbre de tener agua potable, ¿acaso no pensaba en todos quienes no tienen agua corriente? Evidentemente no. Y no por falta de empatía, sino por la pérdida de la normalidad. Uno lamenta más lo que pierde que lo que no tiene. De nuevo con la pandemia, nadie se consolaba ante un posible contagio diciéndose a sí mismo: “pero, mira, al menos no te dio lepra o peste negra”.

Al margen del asunto de igualdad o de queja, lo cierto es que el problema del agua contaminada es real, hay miles de familias afectadas en diversos niveles y sigue sin saberse, bien a bien, qué pasó, cómo se contaminó, con qué se contaminó y cuándo se volverá a la normalidad. Si restaurar el servicio es técnicamente demasiado complejo, no lo es comunicarse con claridad. Al menos, eso se les debe a los ciudadanos afectados.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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