“En esta ocasión, me interesa plantear algunas de las posibilidades que como lectores podremos enfrentar al abrir el libro Moros y cristianos. Una batalla cósmica del fotógrafo Jorge Vértiz y el escritor Alfonso Alfaro. Es decir, plantear diversos métodos de lectura rompiendo la manera lineal en que se cree que los libros se elaboran y leen”, escribe Melinna Guerrero de Revista Artes de México.
Por Melinna Guerrero
Ciudad de México, 21 de abril (SinEmbargo).- La labor editorial de Artes de México ha sido construida a partir de un principio: sumar al placer de conocer nuestra cultura, el asombro de comprenderla. Desde esta perspectiva, los proyectos que se gestan cada año renuevan este precepto; como si lo que nos conforma de alguna manera nunca estuviera acabado, como si lo que conocemos tuviera dobleces hasta un punto no conocido.
En esta ocasión, me interesa plantear algunas de las posibilidades que como lectores podremos enfrentar al abrir el libro Moros y cristianos. Una batalla cósmica del fotógrafo Jorge Vértiz y el escritor Alfonso Alfaro. Es decir, plantear diversos métodos de lectura rompiendo la manera lineal en que se cree que los libros se elaboran y leen. Así, cuando ustedes o cualquiera descubra en sus manos este depositario de historia, sentirá primero, un objeto que es pesado y, quizá, con algo más de suerte, nos confronte con ese dilema filosófico que ya Cortázar describió en algún cuento: “Es una cosa sólida, no se puede negar, con un color bellísimo, un perfume. Algo que no soy yo, algo distinto, fuera de mí. Pero si lo toco, si estiro los dedos y lo agarro, entonces hay algo que cambia, ¿no te parece? (…) Está fuera de mí, pero lo toco con los dedos, lo siento, siento que eso es el mundo, pero si yo puedo tocarlo y sentirlo, entonces no se puede decir realmente que sea otra cosa o, ¿tú crees que se pueda decir?”.
Y, después de este ejercicio físico, decidiremos si abrir el libro o no. Porque cerrarlo por ahora o para siempre también podría significar algo, podría decirnos que el camino de uno y otro libro puede ser corto o largo, pero a fin de cuentas un camino. Entonces vendrían las posibilidades de adentrarnos a sus páginas. Llamaremos, por ejemplo, lectura huésped a ese sistema en que al abrir el libro se repara sólo en las imágenes, después, quizá, en algún fragmento de algún texto, en el colofón, ¿por qué no? Y, con algo más de esfuerzo, en la lectura completa del texto más corto que encontremos. Para esta lectura, querido lector huésped, le recomiendo que repare en aquel párrafo de la página 56 en la que se narra el obsequio enviado a Carlomagno: un elefante, “el primero que pudo ver la Europa medieval”.
Para la que nombraremos lectura consuetudinaria, aquella que tiene voluntad de leer en forma lineal el libro, el lector podría mostrar modales propios de quien es asiduo a los libros. Entonces, su lectura se comprometería con el inicio y fin de algún capítulo del libro, con la creación, probablemente, de un juicio que prepondere un texto sobre otro; el asombro además de encontrar las fotografías que nos permite recorrer las lomas de Bracho, Zacatecas, ese espacio donde se ponen en escena “con una serie de representaciones dramáticas (…) tres relatos diferentes que hacen referencia a tres épocas distintas, pero que cuentan una sola historia”. Para esta lectura, querido lector consuetudinario, no le recomiendo nada, salvo la disculpa porque, con seguridad, encontrará alguna errata que se ha escapado de los dedos del corrector, alguna coma no mal intencionada, porque como alguna vez nos dijo David Huerta: salvar a un libro de las erratas es como querer sacar el agua del mar a cucharadas.
La tercera forma propuesta para leer este libro, o cualquier otro, la llamaremos lectura especializada. Ya el nombre nos dice algo: quizá sea usted historiador o académico humanista; quizá haya estudiado letras o bien pertenezca algún gremio artístico. Con mucha seguridad, la lectura lo enfrentará con lo que en esta edición se afirma y su conocimiento previo. Acaso encuentre algún dato que se ha escapado estos años, reafirmará otros, reconocerá algunos pasajes literarios que Alfonso Alfaro extraordinariamente nos narra, la reproducción de ciertos pasajes históricos y encontrará qué párrafos nos han enseñado más que otros. Propongo, querido lector especializado, que usted crezca este libro hacia sus conocidos, alumnos, maestros, pareja o hijos; que sean sus palabras las que evalúen la importancia o los desaciertos de este libro.
Así, queridos todos lectores, la lectura tendrá tres dimensiones; la edición, el lector y las reflexiones venideras. Es decir, una simple charla, la memorización de un dato, el alcance de alguna idea que se grabó. Pronuncio aquí la libertad de leer un libro como éste de la forma en la que deseemos, junto a la suspicacia, el azar o el rigor.
Y, aunque cierta clase de moral ha rechazado al consumismo de cualquier tipo por considerarlo una superficialidad, confío (como lo hace Mary Douglas en su libro El mundo de los bienes) en que la decisión de comprar, comprar, leer, leer, y regalar libros y más libros determina la evolución de una sociedad, con suerte, hacia un modelo más consciente de lo que somos y hacemos.
Finalmente agradezco que las dinámicas de presentación de libros existan todavía, que se multipliquen y que todavía tengamos la paciencia de escuchar hablar a otros; que aunque esto que digo no es de memoria, recordemos a los juglares como símbolo del origen de los libros, porque su extraordinaria capacidad permitió sobrevivir las páginas de los más antiguos. ¿Estaremos elogiando un poco este oficio al presentar de manera oral un libro? Quiero creer que sí, que cuando presentamos un libro es signo de que no hemos olvidado a quienes hicieron todo por compartir al otro.
Melinna Guerrero es jefa de redacción de la editorial Artes de México.
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