MIGRANTES: EL LADO “B” DE COACHELLA

21/04/2012 - 12:00 am
Fotos: Alejandro Meléndez.

INDIO, CALIFORNIA. El Empire Polo Field, ubicado en la desértica ciudad de Indio, California, se convierte anualmente en un oasis sonoro. Cinco imponentes escenarios montados sobre el reluciente césped y un magno despliegue de luces son acompañados por esculturas de insectos y plantas gigantes, figuras futuristas y una pasarela de gente con rostros de ensueño, torsos perfectos y senos firmes que evocan al glamoroso Hollywood.

Los más grandes exponentes del rock se dan cita año con año en este lugar perteneciente al Valle de Coachella –al sureste de Los Ángeles–  y con ellos, miles de turistas locales y extranjeros que inundan las calles con autos de lujo y un ambiente de fiesta que se prolonga hasta altas horas de la madrugada.

Estrellas de cine y músicos del llamado “mainstream” desfilan en la zona VIP del Festival Coachella. Ataviados con bermudas, vestidos cortos y sandalias, estos famosos se empeñan en sacar su lado “más hippie”, aunque esté no pueda renunciar a las prendas y accesorios de diseñador.

Pero existe un Coachella que muy pocos conocen, aquel que no está de moda, en el que conviven los campos de uva de mesa, de sandías sin semillas y de dátiles con el mundo de los migrantes. Es el valle en el que abundan casas rodantes y en donde el contraste de los “muy ricos” y los “muy pobres” no se puede ocultar.

Coachella, la nueva capital del rock en Estados Unidos, es el tercer mundo de California.

 

COACHELLA: FESTIVAL PARA UN PÚBLICO ELITISTA

La popularidad del Festival de Música y Artes de Coachella Valley (en inglés Valley Music and Arts Festival), ha crecido abismalmente durante los últimos años. Junto con el británico Glastonbury, este festín californiano es considerado actualmente el festival de rock más importante del mundo, superando al ya tradicional Lollapalooza, que se efectúa en Chicago, y al alemán Rock Am Ring.

En 13 años de vida, esta fue la primera edición en la que el festival se realiza durante dos fines de semana consecutivos con el mismo cartel de artistas participantes. Algunas bandas que destacan este año son: Radiohead, The Black Keys, Pulp, Mazzy Star, James, St. Vincent, David Guetta, Snoop Dogg y Dr. Dre, At The Drive-In. El lado hispanohablante está representado por Ximena Sariñana, Hello Seahorse! y Le Butcherettes.

Durante el primer fin de semana de la 13a edición del festival, celebrada del 13 al 15 de abril, se registró una asistencia de 80 mil personas por día.

Se espera que durante este segundo fin de semana del festival, jornada que inició ayer y concluirá mañana, lleguen al Empire Polo Field el mismo número de asistentes, lo cual, daría un total de 480 mil personas en los seis días de Coachella.

Este año, los boletos de entrada para los dos fines de semana del festival se agotaron en tan sólo tres horas, de acuerdo con información que la promotora Golden Voice publicó en su cuenta de Twitter en enero pasado.

Los boletos se vendieron a través de la página oficial www.coachella.com, vía tarjeta de crédito, y los costos oscilaron entre los 285 dólares (unos 3 mil 705 pesos) y los 665 dólares (unos 8 mil 645 pesos) que cuesta una entrada VIP.

Por la ubicación geográfica de México, cientos de jóvenes mexicanos viajen cada año al vecino país del norte, la gran maquinaria musical en el mundo, para ser partícipes de este magno evento.

En México, Live Tours es el único representante del festival autorizado a vender boletos.

Esta compañía con sede en la Ciudad de México y que se especializa en viajes con destinos a los principales festivales de rock en Estados Unidos, Canadá y Europa se convirtió en 2008 en la única agencia certificada por el propio festival, privilegio que le permite contar con una preventa exclusiva para sus clientes semanas antes de que el cartel de bandas participantes se anuncie.

“La cantidad de festivales que se han creado año con año es muy grande. De un tiempo a la fecha ésta se convirtió en la forma en que los músicos se están dando a conocer”, explica Enrique Rébora, director general de Live Tours.

La agencia traslada a decenas de personas desde diferentes puntos de México hasta esa ciudad californiana, vía aérea y terrestre. Los precios de los paquetes para asistir a Coachella parten de 749 dólares (unos 9 mil 737 pesos) e incluyen transportación, acceso a la zona de camping del festival, boleto de entrada general, seguro de viaje internacional, cargo de servicio y todos los impuestos. El costo aumenta si el cliente prefiere hospedarse en hotel o pide un pase VIP.

Rébora atribuye el fenómeno de los “viajeros rockeros” en México a una especie de cuestión aspiracional, en la que se ofrece no sólo una forma más cómoda de viajar para ver a tus grupos favoritos, también la de pertenecer a la “élite” de asistentes a los mejores festivales musicales.

“Ya sea el Lollapalooza, el Coachella, o el Festival Vive Latino, no importa, realmente en todos los casos, los chavos quieren formar parte de ellos. El viaje se convierte en una escusa o en un complemento del espectáculo, y a partir de ahí conoces Chicago, Nueva York o California”, indica.

No obstante la familiaridad que muchos jóvenes mexicanos tienen con el festival, el alto costo del boleto hace que éste sea inalcanzable para otros, incluso para los propios habitantes de la ciudad de Coachella.

Adentro del festival, la comida es cara: una hamburguesa sencilla cuesta 7 dólares (91 pesos), un refresco de lata o unas papas fritas, 5 dólares (60 pesos) y una botella pequeña de agua natural 2 dólares (36 pesos). A pesar de los altos precios, parece que la mayoría de los asistentes puede pagarlos.

 

EXTRAÑOS EN SU PROPIA TIERRA

Anselmo Montes es un chico mexico-estadounidense de 18 años. Nació y creció en la ciudad de Coachella, y aunque el festival de rock que se realiza anualmente en Indio le resulta familiar, no fue sino hasta este año que pudo asistir gracias a un convenio que la escuela donde estudia, Coachella Valley High School, y la organización del festival entablaron.

Con el propósito de motivar a sus estudiantes del grado 12 (equivalente al último año de preparatoria), los directivos de dicho plantel educativo y los organizadores del Festival Coachella lanzaron una convocatoria en la que 40 estudiantes resultaron beneficiados con un boleto para asistir el sábado y domingo del primer fin de semana del festival, que se realizó del 13 al 15 de abril.

Entre los requisitos que la escuela y los organizadores pidieron a los chicos interesados en concursar para obtener una entrada sencilla al Festival Coachella destacaron: asistencia puntual e ininterrumpida durante seis meses; buenas calificaciones y una conducta impecable.

“Lo que más me motivó para entrar a la convocatoria fue la grandeza del festival. He vivido toda mi vida en Coachella, pero nunca pude ir por mis medios y quiero saber por qué todos se emocionan tanto cada año”, dice Montes, en entrevista.

El joven afirma que sus condiciones económicas no le permiten pagar un boleto de entrada para el festival. Además de la escuela, Anselmo trabaja por las tardes con un programa para migrantes con lo que puede obtener un poco de dinero para solventar algunos gastos en su casa.

“Yo jamás he viajado fuera de los Estados Unidos, así que me parece interesante el hecho de interactuar con gente de otros países y estar en contacto con otras culturas. El festival ofrece esa multiculturalidad”, comenta Vanessa Valladolid, otra de las estudiantes de origen mexicano que obtuvieron el boleto de entrada para Coachella.

Mary Velasco, directora de Coachella Valley High School, explica que la escuela tiene aproximadamente 2 mil 600 estudiantes, de los cuales 97% son de origen mexicano. Son en su mayoría muchachos de bajos recursos, cuyos padres trabajan en el campo.

“Los recursos que se designan a una escuela en Coachella son menores al de otros lugares como Palm Springs, en donde hay un mayor poder adquisitivo.  Buscamos que nuestros estudiantes estén en contacto con la tecnología, como lo están los chicos de otras escuelas, así que les damos la opción de tener un laboratorio con computadoras, porque muchos de nuestros estudiantes no cuentan con una en casa”, señala Velasco.

“En el caso de las actividades recreativas, también son muy importantes para nosotros. Queremos chicos sanos, que después de la escuela ocupen su tiempo libre para hacer deporte o tocar en la banda de la escuela. Regalar esos boletos fue definitivamente un buen aliciente para ellos”, agrega la directora.

 

Velasco opinó que a principios de la década pasada, cuando surgió el mencionado festival de rock y comenzó a tener forma, la comunidad de Coachella Valley no estaba de acuerdo en que se realizara, pues calles, avenidas, carreteras, centros comerciales, supermercados y restaurantes se saturaban con los visitantes que anualmente recibe la zona.

“Una comunidad promedio no quiere tener un evento anual que provoque que se cierren calles y haya tumultos por todos lados, de alguna forma es interferir en el sistema, pero cuando no hay los recursos en la comunidad para que empleen a la gente, un festival como éste se usa para eso”, explica Velasco.

Además de Coachella Valley Music & Arts Festival, en Indio se realiza anualmente otro festival masivo: el Stagecoach California’s Country Music Festival, magno evento que presenta a los grandes exponentes de la música country y que se lleva a cabo dos semanas después del mencionado festival de rock en el Empire Polo Field.

“Muchos de los padres y los estudiantes trabajan en el Festival Coachella o en el Stagecoach para ganar algo de dinero, un evento como éste significa recursos para la comunidad, para el mantenimiento de la ciudad, para arreglar las carreteras y otras cosas”, añade.

Velasco comentó que a 13 años de la realización del Festival Coachella, la comunidad ha encontrado en éste grandes beneficios. “Hoy lo vemos como algo positivo, sobre todo porque hay un mayor control por parte de la organización y las autoridades locales. Coachella significa una fuente de trabajo, sobre todo para los mexicanos que viven acá”, dice.

 

LOS MIGRANTES DETRÁS DEL SHOW

Angélica Meléndez tiene 19 años y estudia en Coachella Valley Adult School (Escuela para Adultos del Valle de Coachella). Al igual que los 40 muchachos de la preparatoria pública que obtuvieron el pase, esta chica pudo asistir al festival de este año gracias a los esfuerzos de ahorrar por varios meses y la hazaña de formarse durante 15 horas en una feria local en donde se liberaron aproximadamente mil boletos para venderlos entre la comunidad de esa ciudad.

“El día que se pusieron a la venta los boletos para el festival en Internet, mi primo y yo estábamos enloquecidos tratando de comprarlos en tres computadoras distintas, pero fue imposible, se saturó la red y al poco rato, anunciaron que se habían terminado”, relata Meléndez.

“Estaba muy triste, pero luego escuchamos que venderían 1000 boletos en una feria y quisimos intentarlo. Tuvimos que dormirnos ahí, conocí gente de San Diego y de otras ciudades californianas que vinieron para acá tratando de conseguir el boleto. Fue una experiencia linda, pasaban los carros y nos tocaban el claxon para darnos ánimo”, narra la chica.

La joven dijo sentirse muy afortunada por haber conseguido un boleto al precio oficial, ya que otro años intentó comprarlos en la reventa, pero los altos costos de las entradas la dejaron fuera. “Los revendedores te ofrecen los boletos al doble o triple de su costo, y definitivamente muchos no podemos pagar ese precio”, subrayó.

Yolanda Cosío también estudia en la Escuela para Adultos del Valle de Coachella. Tiene 50 años y ha vivido 42 de ellos en la ciudad de Coachella. Supo acerca del famoso festival local de rock gracias a su hermano, quien trabaja como jardinero en este evento anual.

 

“La vida aquí en Coachella es muy tranquila, tiene sus cosas, como todo y en los últimos años han aparecido algunas pandillas. Mi hermano trabaja en el festival, pero la verdad yo nunca he ido, ni me acerco. Cada año que se hace (el festival) llegan cientos de visitantes, trato de no salir esos días, las calles están llenas de gente, los locales, todo… ¡Es una locura!”, comenta.

Juana Gálvez pertenece a los cientos de mexicanos que trabajan anualmente en el Festival Coachella. Originaria de Guasave, Sinaloa, esta mujer de 39 años ve en dicho evento la posibilidad de ganar un poco de dinero recogiendo basura en el inmenso campo del Empire Polo Field.

Durante la semana, Gálvez trabaja como jornalera en los campos de uva en Coachella Valley, aquellos en los que laboran uno 20 mil trabajadores migrantes, cuyas condiciones de vida son tan precarias que muchos de ellos se ven obligados a dormir en los campos de cultivo o en algún estacionamiento a falta de hogar.

“Me pagan 9.50 dólares la hora y trabajo una jornada de ocho horas”, cuenta Gálvez mientras se seca el sudor con un paliacate. A pesar de las cálidas temperaturas que caracterizan al Valle de Coachella en esta época del año, arriba de 30 C°, Juanita usa pantalones y una sudadera de algodón, además de una gorra y un paliacate para cubrirse del polvo y los intensos rayos de Sol.

“Hay gente que después de su jornada en los campos de uva, se viene para acá a cumplir una segunda jornada en el festival, recogiendo basura, limpiando los baños o como jardinero, así que trabajan de noche y no duermen casi nada”, cuenta.

Gálvez señala que ella y sus compañeros deben recoger basura durante ocho horas, pues la gente que los contrata para trabajar cada año en el Festival Coachella requiere que el pasto esté limpio y libre de objetos que puedan lastimar los pies de los visitantes.

“Aquí a los güeros les gusta caminar descalzos sobre el pasto, así que debemos recoger muy bien para que no haya vidrios o algo con lo que puedan cortarse. Ellos vienen a disfrutar y a gastar su dinero”, dice Gálvez.

 

EL DATO CURIOSO

De acuerdo con Guillermo E. Mendoza, residente de Coachella Valley desde 1974 y antiguo director de Coachella Valley Adult School, el nombre de Coachella no existe en ningún idioma y se debe a un error de un cartógrafo.

“En 1888, Dr. Stephen Bowers hizo una lectura frente a la Ventura Society of Natural History y le llamó al valle Conchilla Valley por las conchilla que se encuentran aquí. Desafortunadamente, un cartógrafo lo escribió mal y apareció en el Atlas de San Jacinto. La gente que vivió en Coachella coincide que el nombre era ‘único y distintivo’, por lo que en 1909, el Geographic Board lo hizo oficial”.

Natalia Cano
Es originaria de la Ciudad de México y egresada de la UNAM. Fungió como reportera en El Universal y la agencia Notimex. Actualmente colabora en una agencia internacional de noticias, y ha escrito en revistas como Rolling Stone México, Marvin, La Mosca en La Pared, Sound:check y MusicLife.
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