De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, una de cada tres mujeres en el planeta ha sido sujeta a violencia física y/o sexual por parte de sus parejas. De igual manera, casi cuatro de cada 10 asesinatos de mujeres han sido cometidos por las parejas de las víctimas. Las razones que explican esto son complejas y variadas. En algunos casos, la cultura prevaleciente supone legítimo el hecho de que un hombre ejerza autoridad y violencia contra las mujeres. En otros casos, la violencia física ocurre por razones atribuidas a episodios de celos u otras emociones que generan agresiones entre parejas, donde el hombre termina dominando. También existen explicaciones socioeconómicas, de acuerdo con las cuales la violencia es generada por condiciones de marginación económica o social. Otras apuntan a estados de anomia social, donde, sobre todo los jóvenes, no pueden integrarse al sistema socioeconómico y se sienten alienados.

Lo más seguro es que estas y otras explicaciones sean válidas en diferentes contextos y realidades. En México necesitamos de estudios más profundos que nos permitan tener un mapa completo de cómo ocurre el fenómeno de violencia doméstica contra las mujeres.

A pesar de esto, la propia Organización Mundial de la Salud ha hecho una lista de riesgos asociados a la violencia sexual y física contra las mujeres. Algunos de ellos son: bajos niveles de educación, una historia de exposición al maltrato infantil entre los perpetradores, historia de violencia familiar entre los perpetradores, desórdenes antisociales de la personalidad, uso de drogas y alcohol entre los perpetradores, conductas misóginas, normas comunitarias que otorgan superioridad al hombre sobre la mujer, bajas tasas de empleo entre las mujeres, leyes discriminatorias contra las mujeres.

Si estos son los problemas las soluciones se pueden atisbar y se deben dividir en las de corto, mediano y largo plazo. En el mediano y largo plazo, la solución pasa por ofrecer una educación de calidad a todos los ciudadanos y a todas las ciudadanas del país, que ponga énfasis en la educación cívica que inculque los valores que fundan a la democracia liberal. Otras soluciones requieren de intervención de profesionales de atención a las comunidades: psicólogos, antropólogos, especialistas en trabajo social, entre otros. Para que esto tenga éxito debemos asegurarnos de que estos profesionales también trabajen en consonancia con los valores de la democracia liberal. En el mediano plazo, se deben crear muchas más oportunidades de empleo para las mujeres y también oportunidades para convertirse en emprendedoras. También se deben realizar estudios de carácter jurídico para detectar, sobre todo a nivel municipal y estatal, qué órdenes legales son injustos para las mujeres. Finalmente, en el corto plazo, es menester que la procuración de justicia sea expedita y se asegure que los perpetradores de delitos contra la mujer sean procesados de acuerdo con las leyes, respetando a toda costa sus garantías individuales.

Debemos, desde luego, aprender de otras experiencias exitosas que han logrado disminuir la violencia contra las mujeres. Pero parece muy improbable que estos éxitos no hayan tomado en cuenta el diagnóstico hecho por la OMS ni las soluciones que de ello se derivan.

El problema es poliédrico y complejo. Pero eso no quiere decir que no tengamos idea de cómo enfrentarlo. En los próximos meses seguiré proponiendo soluciones a este y otros dilemas que enfrentamos como sociedad.

Gustavo de Hoyos Walther

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Abogado y empresario. Ha encabezado diversas organizaciones empresariales, comunitarias, educativas y filantrópicas. Concentra su agenda pública en el desarrollo de líderes sociales (Alternativas por México), la participación ciudadana en política (Sí por México) y el fortalecimiento del estado de derecho (Consejo Nacional de Litigio Estratégico).

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