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Óscar de la Borbolla

21/01/2019 - 12:00 am

Ser y acontecer 1

Durante décadas, he sido profesor de Ontología y desde siempre me he interesado en escudriñar lo que hace que las cosas sean: he pensado largas horas en “lo que es” según Parménides, en los eidos platónicos y en la sustancia aristotélica; le he dado infinidad de vueltas a la res cogitans y a la res extensa cartesianas y me he roto la cabeza frente al inaccesible noumeno kantiano y ante la Idea que se niega a sí misma para devenir espíritu y materia en Hegel y, en fin, he visto consumirse mis tardes de lucidez ante el asunto heideggeriano de que el ser habita en el lenguaje. Y hoy tengo mis dudas a propósito de si, en lo real, habrá “algo” cuya consistencia merezca ser llamado ser.

Fuente de Bernini, en Roma. Foto: Óscar De la Borbolla.

Durante décadas, he sido profesor de Ontología y desde siempre me he interesado en escudriñar lo que hace que las cosas sean: he pensado largas horas en “lo que es” según Parménides, en los eidos platónicos y en la sustancia aristotélica; le he dado infinidad de vueltas a la res cogitans y a la res extensa cartesianas y me he roto la cabeza frente al inaccesible noumeno kantiano y ante la Idea que se niega a sí misma para devenir espíritu y materia en Hegel y, en fin, he visto consumirse mis tardes de lucidez ante el asunto heideggeriano de que el ser habita en el lenguaje. Y hoy tengo mis dudas a propósito de si, en lo real, habrá “algo” cuya consistencia merezca ser llamado ser.

También desde hace un rato largo me he interesado en la Física contemporánea, es decir, en la teoría de la relatividad y en la mecánica cuántica y -hasta donde mi capacidad me lo ha permitido- he intentado entender qué pasa con la naturaleza desde el ángulo no de la metafísica sino de la Física: esa otra “metafísica” -me atrevo a llamarla así- con andamiaje matemático y cuyas teorías han de convalidarse por su capacidad de predicción y mediante reiterados experimentos. Y estoy a un paso de concluir que más que ser lo que hay es acontecer, que el mundo está constituido no por seres sino por acontecimientos.

Pero vamos por pasos: en Leibinitz hay una idea (al margen de sus resonancias religiosas) muy interesante: todo lo que no es contradictorio, o sea, lo que puede ser, lo posible, es; aunque sólo una porción de lo posible existe, el resto: infinidad de mundos solo subsisten: son tan sólo seres pensados por Dios y únicamente la porción que Leibinitz bautiza como “el mejor de los mundos” (y de la que, obviamente, formamos parte) fue a la que Dios decidió trasladar de su pensamiento a la realidad, es decir, pasarla de su condición de ser subsistente a la condición de ser existente, o dicho en otras palabras: una porción de lo posible es creada, o sea, puesta por Dios afuera de su pensamiento e independiente de Él. Así, el mundo existe porque está ahí al margen de que se piense o no en él y es a esto a lo que llamamos lo real: la piedra que tengo frente a mí en este momento es real: existe; el unicornio que tengo en mi conciencia, puesto que lo estoy imaginando, es, pero no existe, es sólo un ser pensado, un ser subsistente.

Planteado muy esquemáticamente, las dos características que posee lo real, propuestas por Leibinitz (y que son muy representativas de lo que ha admitido la tradición filosófica) son la no contradicción y la independencia respecto del pensamiento: lo que tiene existencia en sí, o resulta independiente de que pensemos o no en ello.

He recordado a Leibinitz porque las cosas que estudia la física tradicional son las que existen, las que están ahí independientemente de que sean pensadas o no y, además, las que no son contradictorias: son lo que son y no su contrario a la vez.

Sin embargo (y este es un “sin embargo” que forma un abismo) la mecánica cuántica nos propone no sólo que la luz sea fotón y onda (teoría corpuscular y ondulatoria) sino que todo es onda y corpúsculo a la vez (estado de superposición) y que se manifiesta como onda o como corpúsculo según sea o no observado, o sea captado por una conciencia (en el experimento de la doble rendija, el patrón que forman los electrones en la pantalla varía según sean observados o no).

Como podrá notarse, el objeto de estudio de la mecánica cuántica es contradictorio y no es independiente de la conciencia que lo observa. Estas características del mundo infinitesimal   fueron el objeto de largas discusiones entre Einstein y Borh, y hoy tal polémica está abandonada por dos motivos: el éxito tecnológico de la mecánica cuántica y el Acuerdo de Copenhague, según el cual no hay que preguntar sino calcular.

(Continuará.)

 

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@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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