María Lázaro llegó a Estados Unidos con sus padres a los cuatro años de edad. Vivió 22 años entre California y el estado de Washington. Se casó y tuvo sus dos hijos.Trabajaba en Bienes y Raíces. Regresó a México por temor a una deportación, ahora vive en Tijuana, en su casa donde apenas tiene lo básico. “Es muy duro pagar la renta, la luz, el agua. La comida es muy cara. Tiene uno que hacer milagros con los pesos que gana mi esposo”. Recuerda que después de perder su permiso de trabajo en Estados Unidos, trabajó como niñera con un sueldo de 2 mil dólares a la semana. “Cómo quisiera ese dinero ahora”, suspira.
Por Araceli Martínez Ortega
Ciudad de México 21 enero (SinEmbargo/La opinión).– Ya son cuatro años desde que María Lázaro, su esposo y sus dos hijos salieron de Estados Unidos de manera voluntaria ante el temor de una deportación; sin embargo, en todo este tiempo, no han podido encontrar su lugar en Tijuana.
“Ha sido muy difícil. La gente me dice, ‘ay pero tú eres mexicana, tú sabes español, tú eres de aquí, te vas a acostumbrar’. Pero yo me siento fuera de lugar, como una extraña”, cuenta Lázaro de 31 años.
“Yo crecí diferente y la gente se burla. No se dan cuenta que no es tan fácil. Es como si a un mexicano que ha vivido aquí toda su vida, lo sacan y se lo llevan a otro país”, agrega mientras conduce su auto por la autopista principal de Tijuana para llevar a sus hijos a la escuela.
Si mañana me dicen, te puedes regresar a Estados Unidos porque tus hijos son ciudadanos estadounidenses, dejo todo y me voy. Desafortunadamente no se puede, hasta que Neyton cumplan los 21 años. A veces sueño que despierto en la casa donde vivíamos y no quiero despertar. En Navidad me agarra más el sentimiento”, confiesa.
Lázaro llegó a Estados Unidos con sus padres a los cuatro años de edad. Vivió 22 años entre California y el estado de Washington. Se casó y tuvo sus dos hijos.Trabajaba en Bienes y Raíces.
Aunque no calificaban, una abogada le aconsejó a sus padres, solicitar asilo político y hasta obtuvieron permisos de trabajo. Al final una jueza, les negó la petición. También le apostaron a una amnistía que nunca llegó.
De un día para otro, los padres de Lázaro fueron deportados. “Ellos se fueron sin nada. Lo perdieron todo. Ahora viven en Canadá. Yo tuve una orden de deportación por cuatro años hasta que ya no pudimos con esa zozobra y decidimos vender nuestras cosas y regresar a México para no exponernos a quedarnos sin nada de un día para otro”, explica.
UN CAMBIO DRÁSTICO
Neyton García Lázaro, el mayor de los hijos de Lázaro, nació en California y aunque en su casa hablaban español, en la escuela era puro inglés.
Él llegó a México un mes antes de cumplir los 11 años y las cosas cambiaron. Hoy cursa el primer año de preparatoria en Tijuana.
“El cambio fue muy drástico. Aprender español ha sido lo más difícil”, dice el joven, quien como sus padres quiere regresar a Estados Unidos.
“Me gusta mucho jugar fútbol americano y allá [EEUU] hay más libertad y opciones de salir y hacer cosas. Se me hace muy injusto que estemos aquí”, dice.
Para no olvidar el inglés, comenta que escucha música en ese idioma.
La madre de Neyton platica que si tuviera familiares en San Diego, mandaría a sus dos hijos para que pudieran estudiar en Estados Unidos.
“Desafortunadamente en México cuentan más las palancas [influencias] para conseguir un buen empleo que los estudios”, opina desanimada.
Su hija Génesis Olmos de 9 años sufrió también mucho con el cambio de vida. “No quería hablar español. Le hicieron mucho bullying en la escuela por no hablarlo. A su cerebro le tomaba tiempo procesar las cosas, pasar del inglés al español. Pensaban que la niña tenía algo. La maestra le ayudó mucho. Fue muy considerada con ella”, observa la madre.
Y dice que cuando llegaron a México, los niños no tenían la doble nacionalidad por lo que todo fue más complicado.
Uno de los mayores problemas de los que se queja Lázaro es que tiene que viajar largas distancias de una escuela a otra de sus hijos. “No les toca la escuela dependiendo de dónde vivan sino donde hay cupo”, enfatiza.
Por la noches, Lázaro acude a la escuela a recoger a su hijo Neyton. “Es muy peligroso que tome el camión en la noche. Pueden asaltarlo si lo ven solo”, indica.
La madre se lamenta del poco apoyo que en México se da a los estudiantes para el deporte. “Las escuelas no tienen los recursos para sostener un equipo, y tienes que pagar para hacer un deporte. En Estados Unidos promueven mucho los deportes. Yo jugué waterpolo”, expone.
ESTILOS DE VIDA DIFERENTES
ADEMÁS
Lázaro dice que en California sus hijos tenían MediCal, el servicio médico gratuito hasta los 18 años.
“En México para ir al Seguro Social pierdes todo el día. Los estudios te llegan dos o tres meses después. Y si vas con un doctor privado te va a costar mucho”, expone.
En un inicio, vivieron en Querétaro y Nuevo León pero decidieron ir a Tijuana hace dos años, luego de que su esposo Luis Miguel Olmos Ríos casi pierde la vida tras ser acuchillado durante una extorsión.
CUESTA MUCHO GANAR LOS PESOS
Económicamente, la pareja ha sufrido mucho. En su casa, apenas tienen lo básico. “Es muy duro pagar la renta, la luz, el agua. La comida es muy cara en Tijuana. Tiene uno que hacer milagros con los pesos que gana mi esposo”.
Recuerda que después de perder su permiso de trabajo en Estados Unidos, trabajó como niñera con un sueldo de 2 mil dólares a la semana. “Cómo quisiera ese dinero ahora”, suspira.
Lo que mantiene a Lázaro animada es el sueño de volver. “Yo les digo a mis hijos que tarde que temprano vamos a regresar. Para mi Estados Unidos es mi casa, aunque no nací ahí, ya no me siento de este lado ni que pertenezco aquí“, sostiene.