Desde que se fundó el Partido de la Revolución Democrática (PRD) existieron grupos al interior. Actualmente hay 15 corrientes en disputa por el liderazgo; sin embargo, de todas esas sólo tres son las que realmente toman las decisiones.
Ciudad de México a 21 de enero (SinEmbargo).– Cuando Agustín Basave Benítez, puso sobre la mesa de los miembros del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del Partido de la Revolución Democrática (PRD) su carta de renuncia, estaba ofuscado porque las corrientes, expresiones o “tribus” no se ponía de acuerdo sobre el tema de las alianzas con el Partido Acción Nacional (PAN) que él, apoyado por Nueva Izquierda (NI) impulsa como estrategia electoral para 2016.
En la misiva hizo patente su sorpresa, dijo, no imaginó el tamaño de las rivalidades entre ellas. No las conocía a fondo, a pesar de que antes de ser electo presidente presumió 13 años cerca del partido.
En su carta de renuncia Agustín Basave expuso: “Con todo, debo confesar que no había medido las enormes animadversiones tribales, mayores a las rivalidades con cualquier otro partido. Creí que la conciencia de la crisis que atravesamos y el instinto de supervivencia podrían contrarrestar la injerencia de diversas instancias gubernamentales al interior del partido y las luchas por el control interno y por la interlocución con el gobierno, que hoy están desgarrando al PRD. Pero la confrontación se precipitó. Y quedó de manifiesto que varios de los dirigentes que me dijeron que mi ventaja sería situarme por encima de los grupos esperaban, en el fondo, que yo diera trato preferencial al suyo, si no es que de plano me decantara como un miembro de facto de su expresión”.
Basave se refirió a la corriente que lidera Héctor Bautista López, Alternativa Democrática Nacional (ADN). Dijo que era la que más lo apoyó para llegar a la presidencia y paradójicamente, la que lo empujaba a renunciar.
El agarrón de aquel día que Basave renunció, no fue una novedad. Desde que existen las “tribus” del PRD, formales o informales, casi desde que se fundó el partido, los pleitos por el poder, cargos públicos y el hacerse pedazos es su forma de hacer política.
Actualmente existen unas 15 corrientes o expresiones, de las cuales sólo siete son oficiales y tienen fuerza a nivel nacional. De ellas, sólo tres son las que lideran la toma decisiones.
De acuerdo con las actas de la elección de consejeros nacionales realizada en 2014, las planillas de Nueva Izquierda (NI) o “Los Chuchos”, tribu liderada por Jesús Ortega Martínez y Jesús Zambrano Grijalva, obtuvieron 36 por ciento de los votos totales, mientras que las Alternativa Democrática Nacional (ADN), corriente que lidera Héctor Bautista, se quedó con 21.9 por ciento.
La corriente que lidera René Bejarano, Izquierda Democrática Nacional (IDN), obtuvo apenas el 16 por ciento.
En el Distrito Federal, la corriente de René Bejarano sufrió la mayor embestida con Vanguardia Progresista, tribu afín al Jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera Espinosa, operada y formada por el ex Secretario de Gobierno Héctor Serrano Cortés.
Esas corrientes fueron las que votaron a Carlos Navarrete Ruiz y posteriormente a Basave Benítez.
Antes de la elección de Basave algunos perredistas hicieron votos para que desaparecieran las corrientes del Sol Azteca: El Coordinador del partido en el Senado de la República Miguel Barbosa Huerta y el Senador Zoé Robledo Aburto fueron los principales.
Barbosa emplazó a las corrientes a disolverse antes de la elección de los nuevos dirigentes. “Sin una transformación profunda del PRD, las alianzas electorales que se puedan construir, podrían fracasar, dijo.
Zoé Robledo advirtió que de no disolverse las corrientes internas, el partido enfrentará el riesgo del rechazo de los distintos actores sociales a los que el Sol Azteca plantea buscar en sus nueve puntos para la transformación.
Carlos Navarrete, entonces dirigente nacional, salió a la defensa de las corriesen: “Ahora si alguien dice ‘es que en el PRD lo que va a pasar es lo de siempre, se van a poner de acuerdo la mayoría para imponer’, pues sí, como en la Cámara de Diputados o en el Senado. Yo no conozco ningún Grupo Parlamentario minoritario en la Cámara de Diputados o en el Senado que por sí mismo gane una votación, si no tiene el respaldo mayoritario. Es el juego democrático, así se llama, juego democrático”.
La respuesta del dirigente fue que el PRD funciona con un sistema parlamentario, en donde se eligen consejeros a través de planillas. Esas planillas son presentadas por las distintas corrientes y al final cada una obtiene un porcentaje.
Aunque nadie es mayoría, la tendencia de los perredistas a nivel nacional hasta ese momento, era la unión entre NI y ADN, corrientes que entre las dos suman casi 59 por ciento de los votos al interior del Consejo Nacional.
Ambas llevaron a Agustín Basave a la dirigencia. Pero hoy hay un rompimiento evidente ante las elecciones de este año: NI apoya las alianzas amplias propuestas por Basave, Héctor Bautista, las rechaza.
LAS “TRIBUS”: DUEÑAS Y SEÑORAS DEL PRD
Alberto Espejel Espinoza, licenciado en Ciencia Política y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y maestro en Ciencias Sociales en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), hace un recuento en la publicación “Las principales fracciones del PRD: quiénes son, dónde están y qué proponen. Un acercamiento a la coalición dominante (1999-2011)”, de lo que son las que él llama fracciones del partido.
Espejel divide la historia de las fracciones, o corrientes, en tres periodos:
“En un primer periodo, el PRD se caracterizaba por el mando indiscutible del carisma de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, propio de un líder con consentimiento voluntario, e incluso convencido de parte de los grupos del partido. En este sistema donde el centro es ocupado por el carisma, se observa que la posición de las fracciones es la periferia (llamadas familias por aglutinarse según su origen político, ex Partido Mexicano Socialista [PMS], ex Partido Mexicano de los Trabajadores [PMT], etcétera)”, indica.
En 1993, expone, se observa un segundo periodo, en donde se empiezan a reconocer a los grupos y al reparto proporcional al interior del Comité Ejecutivo Nacional (CEN).
“Además, las fracciones comienzan un proceso de mestizaje [Arcoiris, Trisecta, etcétera], a la par que se oponen en cuestiones importantes al carisma [relaciones con el Gobierno federal en 1995] y obtienen mayores atribuciones estatutarias. Asimismo, se comienza a operar con prácticas informales para destrabar conflictos y evitar escisiones [dándole la Secretaría General a Mario Saucedo, inaugurando el ‘acuerdo mata estatuto’] . Un tercer periodo se observa alrededor de 1996, donde el carisma pasa a formar parte de los recursos de los actores, debido a su ausencia [por funciones de gobierno en el Distrito Federal y campaña rumbo a 2000]”, explica.
Es ahí, indica Espejel, donde las fracciones se consolidan como “actores de primer orden dentro de la toma de decisiones del partido. El partido obtiene éxitos electorales importantes a nivel nacional, lo cual incrementó el valor de la organización”.
En esa tercera etapa de las corrientes, se pierde la figura central de Cárdenas, dice.
Telésforo Nava Vázquez, investigador y experto en la izquierda mexicana de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), recordó esa etapa como la aniquilación de todo lo que oliera a “cardenista”, principalmente por la corriente de “Los Chuchos”.
“Uno de los primeros objetivos que se plantearon ‘ Los Chuchos’: Zambrano, Ortega, Graco [Ramírez Garrido Abreu], etc, era desplazar a Cárdenas. Yo recuerdo que oí en una reunión que decían que había que darle en la madre a Cuauhtémoc, había que sacarlo, y lo lograron”, recordó en entrevista con SinEmbargo.
Nava Vázquez dijo que una vez formalizadas en estatutos –gracias a la propuesta de Heberto Castillo Martínez– las corrientes empezaron a disputarse el poder, a través de tener influencia como una organización política al interior del partido. Influir según la fuerza que demostraran en los números en la disputa por el control del Consejo Nacional.
Quien tuviera el control del Consejo, la mayoría de consejeros, sería la que “repartiera el pastel”. Por ellos la lucha nunca fue ideológica, como ocurriría con la izquierda de los 70.
“Desde un inicio fue la disputa por los puestos, tanto los cargos dentro del PRD, como los cargos, las candidaturas a diputados, presidentes, asambleístas. El Congreso Nacional es una disputa por los cargos descarnada”, explicó.
A pesar de que las corrientes o tribus perredistas están creadas para disputarse el poder, para Gustavo López Montiel, experto en partidos políticos del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), no son tan mala idea.
De hecho, detalló, todos los partidos tienen corrientes o grupos, pero no son formales.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el PAN, funcionan a través de grupos, pero su influencia no está determinada en base a un Consejo Nacional.
“La diferencia del PRD a otros partidos, es que están formalizadas en sus estatutos, porque dependiendo de su fuerza interna que tienen, son sus cargos. Eso tiene ventaja cuando tienen conflictos, los conflictos tienden a salir más rápido que lo que pasa en el PAN o en el PRI, donde hay muchos grupos no formalizados”, indicó.
Aunque los pleitos de los perredistas son intensos, la confrontación en otros partidos, es más, agregó el experto.
“Pasa en todos los partidos, los tengan formalizados o no. Lo vimos con Gustavo A. Madero, con [Roberto] Madrazo; luego en el PRI se vieron muchos grupos: cuando [Enrique] Peña Nieto construyó otra hegemonía. Esto ocurre en todos los partidos no es una cosa privativa del PRD. La diferencia es que lo hace más sano, todos saben cual es el peso que tiene cada quien de antemano”, dijo.