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Javier Solórzano

21/01/2013 - 12:01 am

Declaraciones a medias

¿Por qué generó dudas la presentación, muy a lo “nuevo sexenio”, de las declaraciones patrimoniales de funcionarios y del propio Presidente? Porque al final todo resultó a medias. Supimos solamente una parte de la historia porque quedaron muchos hoyos y dudas en las declaraciones. No sirve de mucho saber que los funcionarios tienen casas, departamentos, […]

¿Por qué generó dudas la presentación, muy a lo “nuevo sexenio”, de las declaraciones patrimoniales de funcionarios y del propio Presidente? Porque al final todo resultó a medias. Supimos solamente una parte de la historia porque quedaron muchos hoyos y dudas en las declaraciones. No sirve de mucho saber que los funcionarios tienen casas, departamentos, terrenos, autos, joyas, obras de arte y demás sino se conoce su valor y cómo las adquirieron.

La actividad política en un país como el nuestro ha estado ligada en buen número de casos con la corrupción, la discrecionalidad, los “favores”, y todo lo que a lo largo de mucho tiempo ha acompañado a la actividad política y que se ha convertido en una especie de forma de ser y de participar en ella: ”un político pobre es un pobre político”. No le entramos a las generalizaciones, pero donde se encuentra el mayor número de denuncias sobre corrupción y en donde está más marcado el estereotipo es precisamente en todo lo que tiene que ver con gobierno. Si bien cada vez está más claro que no es la única área susceptible a la corrupción es desde donde parten buena parte de estas prácticas.

El sector privado, los empresarios, acuden cada vez más a los sobornos y para ello se acercan a los funcionarios y buscan la manera de conseguir sus objetivos a través de cualquiera de los muchos mecanismos que existen, prevaleciendo el dinero, por supuesto, y eso que llaman “favores” –que dan para pensar en lo que se quiera y se imagine–. El caso Walmart ha revelado cómo se crea una cadena oprobiosa a la vista de muchos y ante el cinismo e impunidad de quienes lo practican.

Mucho de lo que ha pasado y de lo que a lo largo de años se ha convertido en una práctica “común” es lo que obliga, más allá de los aspectos legales y éticos, a que quienes gobiernan den a conocer a detalle lo que tienen. En un país como el nuestro, en el que “no transa no avanza”, este tipo de información es necesaria y oportuna en función de los altos, muy altos, niveles de corrupción en que vivimos.

Las declaraciones patrimoniales al final aparecieron como una puesta en escena que “tenían” que hacer. No pareció parte de una convicción por cambiar los tiempos y las formas. La política, va de nuevo, es una actividad que no casualmente ha sido puesta en duda. ¿Cómo es posible que un Presidente, un gobernador o ex gobernador, y hasta un secretario de Estado, puedan tener grandes propiedades, autos, joyas, obras de arte, incluso donaciones, como es el caso de Peña Nieto, siendo que viven como políticos en donde por ley los salarios y prestaciones son información pública y con base en ella no se entiende cómo pueden tener lo que dicen tener?

Las declaraciones patrimoniales no pueden ser actos de buena fe. El siguiente paso es que den a conocer a detalle el monto de sus bienes y en algunos casos cómo los consiguieron. Esto podrá darle un sentido diferente a las declaraciones a medias que se dieron a conocer la semana pasada. No es solamente el hecho de responder a los ciudadanos que dudamos de lo que rodea la vida de la política, es revertir en la sociedad lo que se piensa de ello y más en estos tiempos en que esta iniciando el nuevo sexenio. Veremos…

Javier Solórzano
Es periodista. Conductor de radio y televisión.

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