Author image

Carlos A. Pérez Ricart

20/12/2022 - 12:04 am

¿Por qué volvió Cienfuegos a México?

"Tim Golden escribe en su artículo que, días después de la detención de Cienfuegos, Marcelo Ebrard se reunió con el Embajador Landau para tratar el asunto".

"No tengamos duda: el nombre de Salvador Cienfuegos volverá a la primera plana de los periódicos". Foto: Mario Jasso, Cuartoscuro.

Esta es la segunda parte de una larga columna en la que sintetizo la información publicada por el periodista Tim Golden en The New York Times hace poco más de una semana alrededor del caso Cienfuegos.[1] Hoy me enfocaré en el final de la investigación: el desenlace del affaire que resulta en la liberación de Cienfuegos en enero del año 2021.

Tal como lo planteé la semana anterior, al general secretario lo detienen en el aeropuerto de Los Ángeles un 15 de octubre de 2020 tras una larga investigación apoyada por la Fiscalía del Distrito Este de Nueva York, pero de la que no estaban enterados ni en el Departamento de Estado ni en el Pentágono. Además, la detención contó con la tibia oposición del exembajador estadounidense en México, Christian Landau y con las reservas del mismo William Barr, otrora fiscal general de Estados Unidos. (En más de un sentido, la investigación de The New York Times es magnífica porque expone la enorme fragmentación de la política exterior estadounidense; presenta una etnografía de las instituciones de justica y seguridad de ese país, tan o más expuestas a los incentivos perversos que las nuestras). En todo caso lo relevante es que, desde sus orígenes, la detención de Salvador Cienfuegos no tuvo el apoyo político necesario para un potencial conflicto diplomático. Ahí estuvo su ocaso.

A pesar de todo, ni el Embajador Landau ni William Barr esperaban una reacción contundente por parte del Canciller Ebrard una vez concretada la detención. Imaginaban que la plana mayor del gobierno de México celebraría, como lo hiciese en el caso de Genaro García Luna en 2019, la detención de un funcionario de otra administración. ¿No era precisamente lo que quería el presidente de México?

Leyeron mal la política mexicana. Fue un error de cálculo y de inteligencia. Es verdad que Cienfuegos no era parte del círculo cercano de militares con el que López Obrador comenzaba a entenderse en su primer año de administración, pero la alianza que se forjaba con el estamento militar no podía permitir desproteger a su otrora general secretario. Era inadmisible para los militares y en consecuencia se convirtió inadmisible para el Estado mexicano.

Tim Golden escribe en su artículo que, días después de la detención de Cienfuegos, Marcelo Ebrard se reunió con el embajador Landau para tratar el asunto. Se reunieron en las oficinas de la SRE. En palabras de Landau, el Canciller estaba furioso. Ningún tema, ni siquiera el chantaje de Trump de fijar aranceles a las exportaciones mexicanas había molestado tanto a Ebrard. ¿Acaso no eran socios comerciales? ¿Cómo podía construirse una base sólida de confianza si Estados Unidos actuaba de manera unilateral? ¿Harían lo mismo con Francia u otro aliado? Imagino la conversación; también imagino al Canciller exagerando su enojo, llevándolo al límite. La orden desde Palacio Nacional era obvia: traer de vuelta a Cienfuegos a la brevedad.

Cuenta Tim Golden que Landau volvió a su oficina y llamó a William Barr tan pronto como pudo. Expuso los argumentos mexicanos y le hizo ver el conflicto diplomático que se avecinaba. En el fondo se enfrentaban con una encrucijada sin salida fácil: ¿convenía arriesgar un serio enfrentamiento con México por una investigación con pruebas endebles? Ambos pensaban que no, pero que quizás ya era demasiado tarde: los fiscales de Nueva York iban a proteger su investigación hasta la última línea. Afortunadamente para ellos, No sucedió.

El 26 de octubre de 2020, unos diez días después de la detención de Cienfuegos, Barr se comunicó directamente con Ebrard. Lejos de defender la posición de los fiscales neoyorkinos, se distanció de ellos. Afirmó que ni él ni el jefe de la DEA conocían que el exsecretario fuera a ser detenido —algo, por lo demás, improbable. Ebrard le pidió las pruebas de la culpabilidad de Cienfuegos a las que Barr respondió con las setecientas páginas de intercepciones que semanas después haría públicas la Cancillería de México.

El expediente de Cienfuegos lo conocimos todos. Diré solamente dos cosas: está repleto de errores de traducción y de ausencias de cruces de información elementales para una investigación criminal. Hace menos de dos años, en un análisis sobre los problemas del expediente escribí lo siguiente:

En cualquier caso, el penúltimo episodio de la trama Cienfuegos deja una lección para los analistas y observadores que participamos en las discusiones sobre seguridad y justicia en México: está muy bien (y acaso es sano y necesario) dudar de todo lo que sale de las instituciones de procuración de justicia en nuestro país, pero está mal (y acaso hacemos el ridículo) suponer que cruzando el Río Bravo esas mismas instituciones proyectan la misma luminosidad, sonido y brillo que en las series de televisión.[2]

Ebrard y su equipo tardaron menos de un fin de semana en leer las 700 hojas del expediente y hacerlo trizas. Barr, viejo lobo de mar, comenzó a hacer los trámites para devolver a Cienfuegos, sin apenas condiciones más allá de expresar su esperanza de que pronto se capturaría a Rafael Caro Quintero —personaje al que tenía especial animadversión desde que ambos se enfrentaran en la década de los años ochenta.

El 17 de noviembre de 2019 se anunció públicamente la decisión del Departamento de Justicia de desestimar los cargos contra Cienfuegos. Dos meses más tarde, en enero de 2021, la Fiscalía mexicana anunció las conclusiones de su supuesta investigación que, con toda seguridad, fue una fachada. Cienfuegos era inocente, dijeron en la FGR. Para justificar la decisión, desde la secretaria de Relaciones Exteriores fue difundido el expediente de Cienfuegos, hecho que causó, aún si era posible, más enojo en la Corte de Nueva York.

Es posible que el final de esta historia no haya sido escrito. El 9 de enero de 2023 comenzará el juicio de Genaro García Luna. Los fiscales del Distrito Este de Nueva York tendrán algo que decir. Acaso empiecen con un refrán: la venganza es un plato que se sirve frío. No tengamos duda: el nombre de Salvador Cienfuegos volverá a la primera plana de los periódicos. Aquí estaremos para contarlo.

[1] La primera parte: Carlos A. Pérez Ricart, Nuevas pistas en el caso Cienfuegos, 14 de diciembre de 2022. Disponible en: https://www.sinembargo.mx/14-12-2022/4298548

[2] Carlos A. Pérez Ricart, “El expediente Cienfuegos”, Programa para el Estudio de la Violencia del CIDE, 27 de enero de 2021. Disponible en: https://www.cide.edu/pev/2021/01/27/el-expediente-cienfuegos/

Carlos A. Pérez Ricart
Carlos A. Pérez Ricart es Profesor Investigador del CIDE. Es uno de los integrantes de la Comisión para el Acceso a la Verdad y el Esclarecimiento Histórico (COVeH), 1965-1990. Tiene un doctorado en Ciencias Políticas por la Universidad Libre de Berlín y una licenciatura en Relaciones Internacionales por El Colegio de México. Entre 2017 y 2020 fue docente e investigador posdoctoral en la Universidad de Oxford, Reino Unido.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión