Son miles y los hemos dejado a su suerte. Revolcados, heridos y en riesgo representan una realidad que recorre nuestras calles. La fundación Milagros Caninos celebró una posada para los perros maltratados. Esta es la crónica
Un carrito con dos llantas de triciclo son las patas traseras de Horchata, una perrita que mueve la cola mientras los invitados le dan croquetas en forma de bocadillos que Milagros Caninos preparó y envolvió en bolsas de celofán con caritas de Santa Claus.
Es la posada navideña de los 130 caninos que forman parte de la fundación dirigida por Patricia Ruiz.
Horchata lanza un ligero gruñido a la niña de pantalón rosado y rulos que intenta acariciarla “¡Es medio miedosa!”, le dice su mamá.
No es para menos. Llegó al primer santuario para perros en México arrastrándose y sin poder moverse. Las fracturas fueron tan graves que perdió la sensibilidad en la parte trasera del cuerpo. Ahora, la única forma de desplazarse es con dos ruedas amarradas a su cintura.
Su caso no es único. Hay más perros en la misma condición que Trufa. A ella, tras ser atropellada, y después encerrada por sus dueños en un espacio menor a un metro -expuesta al sol, frío y lluvia-, la lesión en su columna la dejó parapléjica.
Hay más de cien personas en la posada canina. Durante cinco horas, niños, jóvenes y adultos a través de juegos y concursos ofrecieron terapias de caricias y cariño a la mayoría de los perros distribuidos en las ocho áreas del terreno de 15 mil metros cuadrados que conforman Milagros Caninos, ubicado en el sur de la Ciudad de México.
Quizá la zona más imponente es la de “los torturados”, que se encuentra al fondo de la finca. Un enrejado amplio, donde sólo voluntarios de playera verde pueden ingresar.
Estos perros, sin dueño ni linaje, han desarrollado ese aire de indiferencia típico de los canes que no cuentan con nadie en el mundo. Intentan reencontrarse a sí mismos. Así que de vez en cuando miran a las personas que se encuentran del otro lado de la rejilla, pero sin concederles mucha importancia.
Sinforosa es una perrita color miel orejona. Fue víctima de dos niños, a quienes se les ocurrió subirla a la azotea, colocarle un montón de cuetes entre las patas, prenderlos y lanzarla al vacío “para comprobar si volaba”. “¡Esta viva de milagro!”, exclama uno de sus cuidadores.
De aquella crueldad ya pasaron siete años. Intenta reconciliarse con los seres humanos, pero siempre a la defensiva “tiene los ojos más bonitos”, agrega su cuidador mientras la alimenta.
“Para muchos perritos, esta la única oportunidad que han tenido en su vida de recibir amor”, afirma Patricia Ruiz, fundadora de Milagros Caninos.
No se puede hablar de una cifra concreta sobre la inversión anual que la fundación realiza con cada perro, debido a que “cada uno es un caso especial”, sin embargo, esta posada navideña, así como otros eventos realizados durante este 2012 contribuyen a la recaudación de fondos económicos.
“Todos tienen diferentes necesidades. Ya sea por la edad, la falta de alguna extremidad, ciegos, con cáncer, quemados o torturados, la atención médica y los cuidados varían”, asegura Oswaldo Vital Reyes, director médico de Milagros Caninos.
El frío húmedo de la mañana no es un obstáculo para los visitantes, quienes además desembolsaron cien pesos por el boleto de entrada al evento que durará de cuatro a cinco horas.
EL AMOR CANINO
Antes de que se inicien las actividades, Patricia Ruiz echa a volar globos de colores en honor a Tortillina, una gran danés ciega y sorda que recién falleció.
Con voz quebrada pide entonar el himno de Milagros Caninos. Todos se paran y comienzan a mover los brazos de un lado a otro.
“Todo empezó siendo amigos tú y yo.
Mejores amigos así quiso Dios.
Un día te fuiste, y de tu corazón
me fui también yo sin saber la razón”
En 2011, la Secretaría de Salud del Distrito Federal consideró sacrificar 30 mil perros callejeros con barbitúricos. En sus dos centros de salud la dependencia recibía 60 mil perros y gatos callejeros, y nueve de cada 10 perros eran sacrificados porque sus dueños no los reclamaban.
Sin duda, los caninos en situación de calle son también “un problema de salud pública”, comenta Oswaldo Vital Reyes, director médico de Milagros Caninos, “aproximadamente un persona respira un kilo de heces anualmente”, lo cual, genera problemas bacterianos y de micosis como salmonella, diarrea o tifoidea, sobro todo cuando el excremento se hace polvo y vuela.
Un problema “cultural”, enfatiza Patricia Lozoya, directora general de voluntarios del primer santuario para perros en América Latina.
“Se necesita crear conciencia. Muchos padres regalan perros a sus hijos como si se tratara de un muñeco de peluche. No piensan en la responsabilidad que esto implica”, agrega.
Antes de romper la piñata de estrella azul metálico y comenzar la ronda de juegos, Patricia Ruiz pide un aplauso “muy fuerte” para el famoso Pay de Limón, víctima del grupo de narcotráfico los ZETAS, quienes de forma “profesional” le fueron amputando los dedos hasta dejarlo sin patas. Ahora camina con dos prótesis.
“¡Es una estrella internacional!, su caso llegó con la presentadora de televisión en Estados Unidos, Oprah Winfrey”, destaca.
Estos 130 perros maltratados, torturados, ciegos, mutilados, viejos, con cáncer, violados –sí, algunos hasta por sus propios dueños-; en fin, víctimas de la maldad del ser humano, ahora conviven con personas que son la otra cara de la realidad.
Que no les interesa llevárselos para que les ladren a los asaltantes, ni para plantarlos como un adorno inútil en la sala, sino para darles cariño, y ofrecer un apoyo económico.
“Ven todo muy bonito, pero no saben todo lo que pasamos para que esto funcione y los perritos no vuelvan a sufrir. Milagros Caninos es ya insostenible. Necesitamos más recursos”, resalta Ruiz.
Otra de las formas para ayudar es apadrinando a un perro. Hace un donativo mensual de cualquier cantidad y tiene la responsabilidad de visitarlo cada mes.
Para Patricia su labor “no es absurda”, sino todo lo contrario: “Cada uno es libre de hacer lo que quiere. Yo respeto a todas las personas, en mi caso, ayudo a los perros, pero también gente con capacidades especiales, de la tercera edad y niños de la calle, quienes vienen a ofrecer terapias de cariño aquí en Milagros Caninos”.
A Patricia Ruiz “los perros” la han llevado a lugares insospechados. Por ellos, portó la antorcha olímpica en Londres 2012, en la ciudad de Aylesbury, Reino Unido, el pasado 9 de julio, y también es considerada como una de las 100 mujeres líderes de este año.
EL PUENTE DEL ARCOÍRIS
“Cuando un perro se muere se va al otro lado del puente del arcoíris a reencontrarse con su dueño”, explica Patricia Lozaya, directora general de voluntarios mientras recorremos la pequeña capilla donde se hace oración a los perros de la fundación que se han despedido de este mundo.
Entre una de las ventanas cristalinas aparece la ilustración de esta leyenda, pero con los nombres de los perros que han fallecido; entre ellos, Pastel, un chow chow, que fue quemado con ácido muriático por unos judiciales, y fue envenenado durante una visita mensual en el albergue, “y se supone que la gente que entra aquí es de mucha confianza”, lamenta Patricia.
A unos treinta metros de distancia de la capilla está el jardín principal, donde cada perrito en compañía de su “padrino”, pasará a pegarle a la piñata; sin embargo, esta es “únicamente para los niños”, así que el animador del evento repite “no debe quedarse ningún dulce o papel sobre el piso. ¡Los perros se pueden enfermar!”.
Al terminar, cada uno de los padrinos pasa a recoger su flor de Noche Buena, obsequio de agradecimiento por parte de los caninos.
“Krispy Kreme donó cien paquetes de donas ¡Así que compren muchas!”, grita entre risas con el micrófono a todo volumen Patricia Ruiz, pues es otra de las formas en que Milagros Caninos podrá obtener recursos económicos para el 2013.
Muchas personas adoptan perros de Milagros Caninos para ofrecerles amor; sin embargo, al ser perros victimizados, muchos necesitan atenciones y espacios especiales, “eso complica mucho el proceso de adopción. No nos importa la clase social de las personas, pero sí deben tener un espacio muy amplio”, agrega Ruiz.
¿En qué momento el hombre arrancó al perro de su habitat natural? Él decide qué come, a qué hora sale al parque, cuándo a bañarlo y hasta con quién puede tener sexo e hijos, en cambio, los caninos siempre están ahí. Sin reproches. Moviendo la cola.
Oswaldo Vital exclama: “Las agresiones y frustraciones que muchas personas sienten las descargan con los perros porque saben, que a diferencia de un ser humano, el perro no les puede hacer daño”.