Las casas quedarán bajo el agua, las calles serán sepultadas por ese líquido, la plaza quedará sólo en recuerdos o en fotografías, el kiosko construido con dinero reunido en Estados Unidos por los hijos ausentes que migraron también se diluirá. Todo esto pasará si se construye la Presa “El Zapotillo”, entre los municipios de Cañadas de Obregón y Yahualica, en Jalisco, porque inundará Temacapulín.
El kiosko de cantera del centro de la plaza de este pueblo fue construido gracias a la filantropía de la venta de tamales, y los bailes de banda organizados por los migrantes que recaudaron dólares y regresaron a su pueblo para mejorar lo que era apenas piedras amontonadas.
En cada fiesta, alrededor del kiosko, las mujeres caminan hacia un sentido mientras que los jóvenes tapizan el suelo con confeti que avientan a puños para cortejar. Pero desde 2005 a la fiesta sumó la resistencia porque el entonces presidente Vicente Fox presentó la “Presa El Zapotillo”.
El proyecto generó el rechazo de los habitantes y la angustia de los migrantes, para quienes su idea de regresar a México cuando envejezcan comienza a desmoronarse, así le pasa a Roberto Hernández, presidente del Club Temaca en Los Ángeles, quien organizó la recaudación de fondos para rehabilitar ese Kiosko.
Él vive en el Este de los Ángeles desde 1976 cuando cruzó el desierto. Partió de Temaca y vuelve cada año a su pueblo ubicado en los Altos de Jalisco. Tiene un bigote estilo Zapata lleno de canas y usa grandes botas para resistir el ajetreo de instalar internet y telefonía en casas de latinos o estadounidenses. Por 13 años no regresó a su terruño porque, al no tener papeles, salir de Estados Unidos significaba el riesgo de no entrar de nuevo jamás. Volvió cuando le otorgaron a los migrantes una amnistía.
Ama Temaca, suspira y recuerda mientras maneja en los freeways de Los Ángeles y en el horizonte se ven altas palmeras, cuando en su mente están esos cerros reverdecidos por la lluvia. Desde lo alto de uno de ellos se lee “Temaca te saluda desde el Siglo VI”. Temacapulín deriva de la palabra de origen náhuatl “Temaxcalli” y es interpretado como lugar sagrado de agua.
Del lugar de la cortina a la comunidad hay 33 kilómetros de distancia, con la máxima capacidad de agua de la presa, quedaría entre 20 y 30 metros por debajo del nivel del agua. Al inicio la presa tendría sólo 80 metros, con esta altura no se inundaba Temaca pero el gobierno estatal de Emilio González Márquez sugirió la captación de más agua y aumentar 25 metros la altura, con 105 metros quedará bajo el agua. Por eso, Roberto está angustiado “es una agonía, yo quisiera que fuera algo que estuviera en mis manos para que no se hiciera la presa”.
Su hermano Juan José es parte del Comité Salvemos Temaca. Él está al tanto de lo que señala la Comisión Estatal del Agua sobre el proyecto que “garantiza el suministro de agua potable, segura y permanente, durante los próximos 30 años a los Altos de Jalisco, a la ciudad de León, Guanajuato, y regular volúmenes para abastecer 3 mil litros por segundo mediante el aprovechamiento del Río Verde”.
Las autoridades prometen que 14 municipios serán beneficiados mientras investigadores de la Academia Mexicana de Ciencias Ambientales y Sociales, como la doctora Raquel Gutiérrez Nájera, Premio Nacional de Ecología 2009, aseguran que “el proyecto no contempla el presupuesto para la construcción de redes y acueductos hacia la población de los Altos de Jalisco; sin embargo, sí está trazado y financieramente definido el acueducto que va hacia la ciudad industrial de León, Guanajuato”. Incluso, los investigadores alertan del grave impacto ambiental e hidrológico que se causaría.
Los migrantes de Temaca que viven en Los Ángeles se enteran a la distancia. Pese a no haber un registro exacto, Roberto Hernández estima que hay más de mil temacapulinenses en aquella ciudad estadounidense, donde viven la mayor parte de los jaliscienses fuera de México; según información del Consejo Estatal de Población, el municipio de Cañadas de Obregón –donde se ubica Temaca– tiene “muy alto” índice de migración.
Pero que hablen inglés, que paguen con dólares y vean la bandera de las barras y las estrellas, no los hace indiferentes a lo que vive su poblado. Son ausentes y también “son insurgentes” como algunos los califican.
Roberto está lejos pero siempre recuerda a Temaca, donde su padre Santiago de 80 años mata puercos cada ocho días. Entre semana, sentado frente a su carnicería, vacía con ganchos y cuchillos limpios apunta una silla y dice “ahorita estaría Roberto, aquí platicando conmigo”. Mientras, en Estados Unidos su hijo lo extraña y siente rabia, “con lo de la presa es como si golpearan a mi papá, yo quisiera estar ahí para defenderlo, es la misma situación”.
Ahora sólo están unidos por las llamadas telefónicas y la ayuda económica. El encuentro llegará ahora en diciembre. Las manecillas del reloj de la Basílica de nuestra Señora de los Remedios siguen girando, el templo católico que el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez dijo moverá “piedra por piedra” con sus 250 años de antigüedad y que, según un dictamen del arquitecto perito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Cuauhtémoc de Regil, incluida la basílica de Temaca, 70% de lo que pretenden inundar es patrimonio histórico.
Autoridades inflexibles
Esa basílica es el espacio donde Rigo Rodríguez, quien desde hace 31 años vive en Los Ángeles, encuentra paz cuando está en Temaca y olvida su empresa de metales del otro lado del Río Bravo. Confiesa que al irse de México y “dejar los tesoros del pueblo, ahora es más difícil ver lo que está pasando”.
En las redes sociales él administra el grupo de Facebook “Club Temaca”, desde allá sabe lo que ocurre. Así se enteró del plantón en la entrada de la presa que instalaron los pobladores hartos de que se siga construyendo, aun cuando ganaron los amparos 2245/2008 y el acumulado 2262/2008, que autoridades demandadas como la Semarnat, el Gobierno de Jalisco y la Comisión Estatal del Agua recursaron y no acataron. Con el plantón, la Comisión Nacional del Agua se acercó a los habitantes debido a las pérdidas millonarias, la Secretaría de Gobernación garantizó que retirarían las órdenes de aprehensión contra los habitantes y que habría mesas de diálogo si levantaban el plantón. Las dos partes firmaron ese acuerdo y realizaron cuatro mesas de diálogo. Al finalizar, el director de Conagua, José Luis Luege Tamargo, concluyó que la presa se hará y las órdenes de aprehensión siguen contra quienes bloquearon la construcción.
La Comisión Estatal de Derechos Humanos emitió la recomendación 35/2009 exigiendo la suspensión inmediata de la presa; pero no fue aceptada por el gobierno estatal, por lo que los pobladores organizaron una consulta pública en la que 98% de los participantes rechaza la presa y la reubicación.
Amnistía Internacional también exigió la suspensión de la obra; sin embargo, el gobierno sigue ignorando estas voces y los habitantes advierten que lucharán. Como Doña Isaura, quien colocó una manta a fuera de su casa que dice “esta casa no se vende, lárguense con su pinche presa a otro lado”.
A ella y a los demás les ofrecen un “Nuevo Temaca” desde donde verían su pueblo inundado por la presa, en el que ya construyeron 15 viviendas y esperan construir 30 más. Según Héctor Castañeda, de la Comisión Estatal del Agua, “actualmente del 50% de las negociaciones con los pobladores, 70% a optado por reubicarse al nuevo centro poblacional y sólo 20% por la compra venta de su terreno”. Con el argumento de que es información reservada a los periodistas, las autoridades no informan con exactitud cuántas personas vendieron, al referirse dan sólo porcentajes. Pero, los representantes del “Comité Salvemos Temaca” lo desmiente y asegura que, si acaso, siete personas ya vendieron sus casas, el resto no abandonará el lugar. Don Poncho Iñiguez es directo: de Temaca lo van a sacar “sólo muerto”.
Los que se fueron, los que extrañan…
Lo mismo piensa María, hermana de Rigo Rodríguez, quien a la distancia ve la lucha y con su hermano habla en largas llamadas telefónicas: “Ya no platicamos de nuestras vidas, de nuestros logros, hasta eso nos ha robado esa ingrata presa”.
Su hermano emplea a jóvenes de Temaca que no tienen documentos en Estados Unidos, entre ellos su sobrino Fabián, hijo de María, quien tiene más de dos años sin regresar; un tiempo que parece siglos porque, como dice su madre, “los recuerdas y sientes que llevan allá una vida completa”.
Rigo lleva una camisa con la leyenda “No a la Presa” y habla de la realidad que agobia a sus paisanos que, aunque quieran, no salen de Estados Unidos por su situación migratoria.
Sin papeles escenifican la canción de los Tigres del Norte “La jaula de oro”. Mirando a lo lejos lo que hacen sus familiares por rescatar su tierra. “Muy triste porque se vienen abajo las raíces de todos nosotros, nos sentimos con las manos atadas”, solloza Beatriz Álvarez, con 22 años en Estados Unidos.
Desde allá envían dólares, rezan plegarias para que la presa no se construya, lloran y extrañan. En la soledad, Rigo añora los atardeceres mirando los peñascos mientras nada en el balneario de aguas termales.
En Los Ángeles, también radica José González, quien llegó a Estados Unidos cuando sus papás se fueron a trabajar. Sus días transcurren repartiendo refrescos en LA y cuando llegan las vacaciones regresa Temaca para relajarse sentado en las bancas de la plaza a un lado del Kiosko.
Cuando un migrante se va, también se lleva recetas, Ursulo Jauiregui así lo hizo por eso vende nieves y jugos. Al ingresar a su negocio está una calcomanía que dice “I Love Temaca”. Por instantes los oriundos sienten que no están en tierra americana. Él y sus paisanos tienen una regla: “Venimos a superarnos pero no olvidamos”. Niega que las casonas de adobe de su terruño se borren de su memoria y por eso todo el día ve una fotografía panorámica de su pueblo que tiene en su negocio.
La fe a la Virgen de los Remedios de Temaca tranquiliza a Úrsulo: “No acepto ese proyecto, no creo que lo vayan a inundar”. Habla y prepara una nieve raspada para José González, quien desde 1974 vive en EU: “Cuando uno quiere mucho a su tierra, no importa cuántos años tenga fuera de ella”.
A “Papa Joe”, como también lo conocen, al hablar de la presa le abruma el cementerio donde visita a sus familiares y que aún no informa el gobierno cómo trasladará los restos. Él pregunta: “¿Nos darán trajes de buzos para bajar a mirar a nuestros difuntos”. Por eso, el Club de Hijos Ausentes exige que el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez cumpla su palabra del 23 de Marzo de 2008 cuando señaló que “si 50 más uno no quieren la presa, no se hace”. Hasta la fecha el gobernador no ha realizado ninguna consulta y tampoco conoce el pueblo que pretenden inundar.
Úrsulo se niega a la desaparición “nunca van a ceder, las gente va a pelear por el pueblo y nosotros los vamos a apoyar”. Cada 8 de Enero, cuando se celebra el día de los ausentes él y otros migrantes agradecen regresar a casa. Otros se quedan imaginando la fiesta.
Hay una pregunta que los agobia a todos, que no tiene respuesta porque se niegan a la extinción de su tierra. ¿A dónde volverán? José González escupe lo que siente “coraje, es como si me quisieran quitarme a mi madre, es como si quisieran quitarme la patria”.
Roberto rompe su entereza cuando imagina qué pasará si inundan Temacapulín. Le gana la melancolía y la fragilidad de verse sin un lugar para regresar, cuál hoja al viento, como reza la canción mixteca: “Si se hace la presa yo me siento como un perrito sin dueño, ¿a dónde voy a ir? Ni modo que vaya a la fiesta de otro pueblo, no agarraré ambiente porque mi pueblo es mi pueblo y nunca lo voy a dejar. Estaré con él hasta la muerte”.
La construcción no para
El gobierno federal apoyado por el gobierno de Emilio González Márquez continúa construyendo la presa “El Zapotillo”, pese a la resistencia de la comunidad incluso ya inició el proceso de expropiación a nueve habitantes que se negaron a negociar y vender porque siguen gritando “Temaca vive, la lucha sigue”.
Hasta el momento cinco propietarios de fincas ubicadas en el pueblo están en ese proceso pero son los mismos que señalan que no quieren salirse de sus viviendas donde nacieron.
Sumado a esto, el gobierno les ofrece a cuatro propietarios de predios, pagar a 40 pesos el metro cuadrado de terreno si aceptan negociar; en cambio, si no aceptan, el pago sería a valor catastral, que en el caso de los citados sus pagos oscilan entre 1 y 4 pesos el metro cuadrado.
Estos predios que el gobierno estatal pretende expropiar, informa el abogado de la comunidad Guadalupe Espinoza Sauceda, “no forman parte del área que será afectada por el embalse de la presa “El Zapotillo”, porque quedan fuera de la cota máxima del nivel del agua, en virtud de que lo que pretenden expropiar en este caso es un franja de terreno para hacer un camino o carretera de acceso al nuevo centro de población; es decir, a Talicoyunque, el lugar a donde quiere el gobierno reubicar a los habitantes de Temacapulín” y que los temacapulineses ya dijeron que no desean vivir ahí, en esas casas que Emilio González Márquez etiquetó como “poca madre”.
La comunidad resiste, sin embargo, advierte el litigante defensor, “se viene una serie de edictos y de actos del Estado en contra de la digna lucha de los habitantes de Temacapulín que se resisten a dejar sus hogares y que se niegan a que su entorno y pueblo desaparezcan bajo una presa que ellos nunca desearon ni pidieron”.
Por lo pronto, en esta temporada decembrina algunos hijos ausentes vendrán a Temaca, otros más, desde Estados Unidos, miran a su pueblo amenazado. Desde allá luchan para que ese Kiosko que edificaron con esfuerzo no sea inundado; anhelan su regreso, planean el encuentro con sus familiares alejados de la frontera, sin una presa que inunde sus sueños, que borre su pasado y anule su futuro.
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