Midosmmar no es una película que haga brincar del asiento y que recurra a los sustos convencionales, en realidad es un thriller psicológico que lleva al espectador a vivir momentos incómodos con una carga perturbadora entre los que se incluye el incesto, rituales a la naturaleza y los sacrificios humanos.
Ciudad de México, 20 de septiembre (SinEmbargo).- La espera segunda película de Ari Aster Midsommar: El terror no espera la noche llega este fin de semana a las salas de nuestro país para incomodar y fascinar a más de uno con un extraño festival sueco.
¿De qué trata? Dani es una joven estudiante que tras vivir una tragedia familiar decide viajar con su novio Christian (quien le presta poca atención y lleva un tiempo tratando de terminar con ella) y los amigos de este a un festival de verano en un lejano pueblo de Suecia de donde es originario Pelle, uno de los amigos de su novio. Al llegar todo parece ser luz, flores y buen recibimiento pero este no es cualquier festival, mientras van pasando los días y el grupo de amigos se va integrando a las actividades descubren costumbres inquietantes y perturbadoras que ocurren a plena luz del sol.
Ari Aster nos presenta una historia de duelo, pérdida y problemas familiares que sin duda cuentan con el sello que el director nos dejó ver en su ópera prima Hereditary. Midosmmar no es una película que haga brincar del asiento y que recurra a los sustos convencionales, en realidad es un thriller psicológico que lleva al espectador a vivir momentos incómodos con una carga perturbadora entre los que se incluye el incesto, rituales a la naturaleza y los sacrificios humanos.
Visualmente es una cinta que destaca ya que se aleja de la historia clásica que ocurre durante la noche, en este relato apenas si oscurece un par de horas debido al fenómeno natural del sol de media noche; Ari muestra que las coronas de flores, la ropa blanca con detalles bordados y la aparente cordialidad pueden ser tan inquietantes y perturbadores como una casa embrujada.
A lo largo de la cinta es posible percatarse de la importancia de la empatía y la respiración, incluso una de las escenas que más llama la atención cuando Dani, interpretada por Florence Pugh, llora de dolor y comienza a respirar agitadamente otras mujeres de la comunidad se unen a ella para “cobijarla” y repiten su respiración (momento que tal vez lleve a recordar la última versión de Suspiria).
Las actuaciones son buenas, en especial la de Florence Pugh que transmite el dolor, la crisis existencial y ansiedad que vive su personaje necesitado de afecto.
Midsommar es una gran propuesta para quienes gustan de películas diferentes, que al terminar dejan al espectador pensando y dándole vueltas a lo que acaban de ver para tratar de encontrar una explicación.