A un año del temblor, muchos de los damnificados de San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, continúan en incertidumbre: apenas les retiraron los escombros de lo que un día fue su hogar, no recibieron apoyo para renta ni han obtenido recursos para la reconstrucción. La situación, en muchos casos, dicen quienes lo viven en carne propia, incluso ha empeorado a 365 días de la catástrofe. Han sido olvidados.
La economía local ha sufrido también los estragos, pues varios negocios fueron orillados a cerrar por la falta de clientes o simplemente porque no hay acceso. Los comerciantes de plantas y hortalizas venden menos, algunos habitantes de pueblos vecinos que hacían sus compras en San Gregorio han optado por ir a otros sitios. Ni hablar del turismo, que prefiere ya no acercarse al lugar que luce devastado y al que difícilmente se puede arribar.
A un año del terremoto, San Gregorio sigue en ruinas…
Ciudad de México, 20 de septiembre (SinEmbargo).- Ha transcurrido ya un año desde que la Tierra se sacudió y dejó a su paso destrucción, llanto y muerte. Aquél martes a las 13:14 horas, en el aniversario 32 de uno de los terremotos más devastadores de la historia del país, la Ciudad de México, Puebla, Morelos, Oaxaca, Guerrero y Estado de México sufrieron nuevamente la fuerza de la naturaleza que cobró la vida de 369 personas.
El temblor de magnitud 7.1 también sacó lo mejor de los mexicanos. En medio de la tragedia despertó la solidaridad y la unión entre la ciudadanía. Inmediatamente después del desastre, la gente acudió al auxilio de quienes quedaron sepultados bajo los escombros. Con sus manos como herramientas, removieron piedras, varillas, tierra y hasta muebles para intentar rescatar a desconocidos. Cadenas humanas se veían por todas partes pasando de mano en mano cubetas repletas de materiales. Después, se paulatinamente se sumaron las autoridades mexicanas y rescatistas de otras partes del mundo.
A un año del temblor, muchos de los damnificados continúan en incertidumbre: apenas les retiraron algunos escombros de lo que un día fue su hogar, no recibieron apoyo para renta ni han obtenido recursos para la reconstrucción. La situación, en muchos casos, dicen quienes lo viven en carne propia, incluso ha empeorado a 365 días de la catástrofe. Han sido olvidados.
San Gregorio Atlapulco, uno de los pueblos originarios de la Delegación Xochimilco, vivió graves afectaciones: además de la pérdida de decenas de viviendas, los perjudicados se enfrentaron a la falta de ayuda. En los días y semanas en que se repartían víveres y herramientas en varias partes de la ciudad, al pueblo se le dio la espalda, recriminaron en su momento quienes lo vivieron. Los daños en los caminos impidieron a muchos ciudadanos solidarios entregar provisiones.
Los pobladores siguen sin saber qué va a ocurrir, están molestos y desesperados. Las razones sobran: los damnificados se vieron obligados a vivir en casas de familiares o amigos y –por los precios bajos– hasta a rentar en la zona de los cerros en donde no hay agua ni electricidad. Los terrenos en donde antes hubo hogares, hoy lucen desiertos.
Otra de las problemáticas es que hay obras de construcción en prácticamente todas las vías de comunicación, la mayoría por afectaciones tras el sismo. Lograr llegar al centro de Xochimilco –a unos 8 kilómetros– lleva a veces más de una hora. Montones de tierra, hoyos, maquinaria, trabajadores de la construcción y vendedores ambulantes a lo largo y ancho de caminos impiden el rápido flujo del tránsito.
La situación ha provocado que los trayectos se vuelvan exasperantes, la gente vive estresada, bajo el sol o la lluvia y siempre en constante ruido, en una larga fila de vehículos que no dan tregua a sus cláxones.
La economía local ha sufrido también los estragos, pues varios negocios fueron orillados a cerrar por la falta de clientes o simplemente porque no hay acceso. Los comerciantes de plantas y hortalizas venden menos, algunos habitantes de pueblos vecinos que hacían sus compras en San Gregorio han optado por ir a otros sitios. Ni hablar del turismo, que prefiere ya no acercarse al lugar que luce devastado y al que difícilmente se puede arribar.
LOS OLVIDADOS
“El pueblo fue muy devastado, lamentablemente las autoridades delegacionales no le dieron la importancia que debió haber sido. A un año del sismo, como te darás cuenta, seguimos en condiciones iguales o peores. El tema de reconstrucción va muy lento. Nos sentimos olvidados”, apuntala Sarai González Vega, una joven habitante de San Gregorio.
Sarai no perdió su hogar, pero hace poco sufrió los estragos de un pueblo cuyos caminos se encuentran colapsados. Su padre sufrió un infarto y tardaron mucho tiempo en llegar a un hospital, en medio de la desesperación tuvieron que abrirse paso en la zona chinampera, aunque el señor sobrevivió, hoy su corazón funciona apenas a un poco más del 50 por ciento.
Juana de los Santos Enriquez recuerda que hace un año tuvo que desalojar su hogar, ese que le costó años de trabajo –durante más de dos décadas ha vendido elotes en el corazón de San Gregorio–. No puede evitar el llanto mientras revive la tragedia y el camino plagado de piedras que han significado los últimos 12 meses de su vida. Narra su historia en medio del terreno donde algún día estuvo su patrimonio:
“El 19 de septiembre se vio afectada mi casa, fue una experiencia muy fea porque lo viví yo en carne propia y me da tristeza volverlo a recordar. Ese día nos desalojaron en la noche, estuvimos dos meses y medio en la esquina de la calle, claro, nos dieron cobijas, una casa de campaña y una lona. Estuvimos comiendo y durmiendo allí durante dos meses y medio. El señor Roberto [un vecino] nos prestó un local con piso de tierra donde estuvimos otros dos meses y medio. Después él tuvo necesidad de componer su accesoria para poderla rentar”.
Los 15 miembros de la familia tuvieron que abandonar la casa porque había peligro de colapso, así lo determinaron ingenieros civiles y arquitectos. La Marina y el Ejército los ayudaron a desalojar, aunque todo lo que lograron recuperar fue un ropero, una cama y trastes. Al inicio, Juana se resistía a salir de allí, pero sus hijos la convencieron, le explicaron el riesgo de no acatar las recomendaciones de los expertos. Todo podía caerles encima.
No olvida que la ayuda tardó días en llegar. Vivieron sin suficiente agua y comida en una casa de campaña. Hoy, la situación tampoco es favorable: la familia está repartida en varios puntos de Xochimilco. Ella habita hoy un cuarto en las faldas de un cerro, donde no hay drenaje, agua ni electricidad. La única ayuda que hasta el momento ha recibido fue la demolición y la remoción de escombro, por parte de las autoridades federales y el apoyo de renta que otorgó el Gobierno capitalino por tres meses.
“Nos bañamos hasta los ocho días y eso porque llegaron pipas a darnos agua. Tres días estuvimos comiendo pan y tortas que nos venían a regalar porque toda esta zona fue acordonada y no entraba ayuda hasta aquí, [llegó] hasta después. Yo orita estoy viviendo en una zona cerril donde no hay agua, no hay luz, no hay drenaje. Yo diario tengo que venir aquí para ver el terreno y hasta la fecha no me han brindado apoyo”, recrimina.
No apareció en las listas del Fondo de Desastres Naturales (Fonden) para hacerse acreedora de recursos y así poder ver en pie nuevamente su patrimonio. Estuvo en la asociación 19 de Septiembre, sin embargo, tampoco consiguió ayuda. La Fundación Carlos Slim Unidos por México tampoco pudo hacer nada por ella. Está desesperada, pero, a pesar de las dificultades, mantiene la esperanza: desde hace cinco meses está inscrita en Hábitat para la Humanidad México, aunque tampoco ha habido respuesta.
Juana asegura que muchos de los hogares reconstruidos llevaban años deshabitados: “Me siento triste y me da enojo el ver que construyen casas donde no habitaban y a nosotros que vivíamos aquí todos amontonados no nos haigan hecho casa. No se me hace justo”. Por ello, pide al equipo entrante, a cargo de Andrés Manuel López Obrador: “Quisiera decirle a las personas que van a entrar que sí brinden el apoyo a las personas que realmente lo necesitamos”.
***
Isabel García Nájera vivía en el barrio de San Juan Moyotepec con su hermana y sus sobrinos. Su casa tampoco soportó el movimiento telúrico, no se cayó, pero tuvo que ser demolida. Ahora, a punta de cincel y martillo, ella y su esposo rebajan una enorme piedra para dar paso a la nueva casa que la Fundación Carlos Slim Unidos por México ya se comprometió a construirles.
“Cuando fue el sismo tuvimos que salir a la fuerza porque la casa se inclinó y tuvimos que desalojar”, reseña.
Esa gigante roca que ellos intentan reducir, no pudo ser removida con maquinaria: “Para que vean que sí tenemos ganas de ayudar, de cooperar […] él [su esposo] tiene que sacarla porque ¿si esperamos? No pues no. Si uno puede poner de su parte creo que está bien”.
Las autoridades les tendieron la mano con la demolición y el escombro, pero a un año del sismo, no se ha colocado ni la primera piedra de lo que será su vivienda.
“Ya se ha tardado mucho. Ya va a ser un año del sismo y pues mire, estamos sufriendo aquí […] Quisiéramos que fuera más rapidito. [Nos sentimos] abandonados porque no nos han dado nada, nada, nada. Que sí demolieron, claro, ¿no?”, platica.
Al momento del terremoto, Miguel Ángel Mancera Espinosa se desempeñaba como Jefe de Gobierno de la Ciudad de México y advirtió que la reconstrucción llevaría hasta seis años. En marzo, el mandatario pidió licencia para separarse del cargo. Hoy es Senador.
“[Mancera] no dejó nada mas que puros problema, puros problemas…”, sostiene Isabel, quien vive cerca de su terreno. Su hermana y el resto de su familia están viviendo en un cerro cercano: “No le dieron nada de apoyo. Nada alcanzó. Más que nada ella es la que está sufriendo porque allá donde está carece de agua, tampoco cuentan con luz”.
Hace un llamado a la administración entrante a agilizar los trámites y las obras de reconstrucción: “Le pediría que nos ayude a apresurar las cosas de los que sufrimos en verdad pérdida total, que seamos uno de los primeros porque no tenemos dónde vivir, es muy feo porque no tenemos ni luz ni agua. Los pequeños se enferman […]”.
***
El 19 de septiembre se cayó una parte de la casa de Armando Chávez Salcedo, el resto está en riesgo de colapsar. Quedó inhabitable. Pero, a un año del temblor ni siquiera ha sido demolida. Su hijo vivía al lado, les prestó su casa y se fue con sus suegros.
El hombre de 72 años comparte esa vivienda con su esposa, sus nietos, su hija y su yerno: “Estamos amontonaditos, pero pues no tenemos de otra manera”.
Siente abandono por parte de las autoridades, narra en el marco del primer aniversario del desastre natural. Entre las dificultades que él y su familia han sorteado está la falta de ayuda, esa que hasta el momento no han logrado conseguir. El Fonden le otorgó 15 mil pesos de forma parcial y el Gobierno capitalino tres meses de tres mil pesos como apoyo para renta.
Por su mente pasó acudir ir al Instituto de Vivienda de la Ciudad de México (INVI) en busca de un crédito; no obstante, decidió no solicitarlo porque le atemoriza la idea de morir y dejar a su familia endeudada.
“No puedo dejar a mi esposa con la deuda”, dice el hombre de la tercera edad, quien vende fruta en el pueblo para sostenerse.
“[Al nuevo Gobierno] pedirle la ayuda, que nos atiendan más que nada, no exigiendo una casota, pero donde estemos por lo menos más estables”, concluye.
A un año del terremoto, San Gregorio sigue en ruinas…