El derrumbe del colegio Rébsamen se convirtió en la escena más trágica del terremoto en México. La estructura aplastó a decenas de niños, profesores y otros empleados, cobrando la vida de al menos 21 menores, según los últimos reportes oficiales.
Los rescatistas y voluntarios buscaron entre los escombros, y los soldados ponían vigas para prevenir cualquier otro derrumbe. Las labores de rescate continuaron durante toda la madrugada. Frente a la escuela corría el rumor entre una multitud de que dos familias habían recibido mensajes de Whatsapp de niñas atrapadas entre los escombros. Nadie, sin embargo, podía asegurar que fuera verdad.
Ciudad de México, 20 de septiembre (AP/SinEmbargo).- Los tres pisos de la escuela Enrique Rébsamen quedaron hechos una pila de concreto. Los cuerpos de 21 niños y cuatro adultos fueron sacados de los escombros, y, sin embargo, este miércoles todavía se oyen algunos sonidos a la distancia.
Por horas no lograron nada. Entonces llegó la luz del día y con ella un poco de esperanza.
Rescatistas que pasaron la noche en busca de sobrevivientes debajo de los escombros de una escuela en el sur de la Ciudad de México localizaron la mañana del miércoles con vida a una niña. La televisión mexicana mostró cómo los rescatistas trabajaban para remover los restos de la escuela Enrique Rébsamen para llegar hasta la pequeña.
Los conductores de Foro TV señalaron que le gritaron que moviera su mano y así lo hizo.
Otro niño fue rescatado de entre los escombros. Llora desconsoladamente. Está cubierto de polvo y con heridas. Otra niña fue salvada de la misma manera. Esa fue la escena que captaron los reporteros en el lugar durante las labores de rescate.
Después de que la escuela colapsó este martes, los rescatistas y voluntarios buscaban entre los escombros y los soldados ponían vigas para prevenir cualquier otro derrumbe.
Entonces un grupo decidió entrar.
Pedro Serrano, un médico de 29 años, fue uno de los mexicanos que se unió a las labores de rescate. Se arrastró por una grieta entre los restos del edificio. “Hicimos hoyos, luego pecho a tierra entramos”, dijo Serrano.
Con muy poco espacio, se movió como pudo para ir lo más profundo posible entre los restos de la escuela destrozada.
“Logramos entrar a un salón colapsado, vimos unos sillones, una mesas de madera”, relató el doctor. “Y de allí lo primero que encontramos fue una pierna. De allí empezamos a mover escombros y encontramos una niña y dos adultos, una mujer y un masculino”.
Ninguno estaba vivo.
Los rescatistas los dejaron ahí. No había manera de sacarlos.
Frente a la escuela corría el rumor entre una multitud de que dos familias habían recibido mensajes de Whatsapp de niñas atrapadas entre los escombros. Nadie, sin embargo, podía asegurar que fuera verdad.
¿Aún había esperanza? Serrano parecía cansado, pero dijo que los rescatistas seguirían intentando.
“Oímos uno poco de ruido”, dijo. “Pero no sabemos si viene de arriba o abajo, de las paredes de arriba o de alguien pidiendo ayuda abajo”.
Las labores de búsqueda continuaron durante la noche. Camiones llenos de voluntarios armados con picos y palas recorrían las calles oscuras de la capital mexicana. De vez en cuando algunos rescatistas que estaban en la escuela pedían guardar silencio para intentar escuchar cualquier señal de vida.
Los voluntarios dejaron de pasar vigas de madera y cubos llenos de escombro y se quedaron quietos.
En silencio alzaron los puños en un gesto de esperanza, solidaridad y entereza.
EN BUSCA DE SOBREVIVIENTES
Policías, bomberos y civiles buscaban desesperados el miércoles entre los escombros de escuelas y viviendas a sobrevivientes del sismo más mortal en México en tres décadas, mientras la cifra total de muertos crecía a 225.
Para añadir angustia el temblor de magnitud 7,1 del martes ocurrió en el 32º aniversario del de 1985 que dejó miles de fallecidos en la capital y poco después de un simulacro nacional para recordar aquel sismo.
Los esfuerzos más desesperados eran en una escuela primaria y secundaria del sur de la Ciudad de México, donde un ala del edificio de tres pisos se derrumbó dejando una montaña de losas de concreto. En el lugar los periodistas vieron a personal de rescate sacando al menos dos pequeños cuerpos cubiertos por sábanas de entre los escombros.
El doctor Pedro Serrano, voluntario en el lugar, logró colarse entre los huecos de la inestable pila de escombros que había sido la Escuela Enrique Rebsamen. Llegó hasta un aula, pero encontró a todos sus ocupantes muertos.
Voluntarios del vecindario, policías y bomberos utilizaban perros entrenados y sus manos desnudas para buscar entre los escombros de la escuela. Entre una multitud de padres angustiados circulaban las noticias de que dos familias habían recibido mensajes de texto de dos niñas atrapadas en el interior, pero esto no pudo confirmarse.
Los rescatistas tuvieron que apalancar las losas de concreto caídas con vigas de madera para evitar que siguieran derrumbándose y bloquearan cualquier pequeño resquicio de aire que quedara.
La Secretaría de Educación indicó el martes por la noche que se habían recuperado 25 cuerpos del lugar, 21 de ellos de niños. No estaba claro si las muertes estaban incluidas en el total de 217 fallecidos reportados por la agencia de Protección Civil.
El presidente Enrique Peña Nieto había informado antes durante una visita a la escuela de 22 cuerpos y dijo que quedaban 30 niños y ocho adultos desaparecidos en ese momento.
En un mensaje de video difundido el martes por la noche, Peña Nieto hizo un llamado a la calma y dijo que las autoridades trabajaban para llevar ayuda, señalando que 40% de la Ciudad de México y 60% del cercano estado de Morelos se habían quedado sin electricidad.
Sin embargo, señaló, “la prioridad en este momento es continuar el rescate de quienes aún se encuentran atrapados y dar atención médica a los heridos”.
En todo el centro del país la gente acudió para ayudar a sus vecinos cuando decenas de edificios se vinieron abajo. El jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, dijo que había 44 derrumbes sólo en la capital mexicana, después de que el temblor remeciera los rascacielos e hiciera que miles de personas salieran en pánico a las calles.
Largas filas de voluntarios pasaban restos de mano en mano en una planta textil derrumbada donde murieron varias personas. Cuando fue rescatada una persona con vida rompieron en gritos de “¡Sí se puede!”.
Carlos Mendoza, de 30 años, ayudó a remover escombros y auxiliar en el rescate de víctimas en uno de los edificios caídos en la colonia Roma. Cubierto de polvo, dijo que llevaba tres horas trabajando y había logrado sacar a dos personas vivas del derrumbe. “Al ver esto, venimos a ayudar. Está fea, muy fea... Es muy triste, alarmante”.
Unas calles más allá, Alma González estaba en su departamento cuando el terremoto colapsó el piso más bajo de su edificio. Sus vecinos la ayudaron montando una escalera en el techo para que pudiera salir a través de una ventana.
El coordinador nacional de Protección Civil, Luis Felipe Puente, publicó el miércoles en su cuenta de Twitter una cifra revisada de 225 muertos confirmados.
Al menos 94 personas murieron en Ciudad de México, 71 en el estado de Morelos, 43 en Puebla, 12 en el estado de México que rodea la capital, cuatro en Guerrero y uno en Oaxaca.
En el lugar de un apartamento derruido en Ciudad de México los rescatistas trabajaban sobre una pila de restos de tres pisos de altura formando una cadena humana que se extendía cuatro cuadras para retirar los fragmentos.
A lo largo del día los rescatistas sacaron a personas cubiertas de polvo, algunas apenas conscientes y otras heridas de gravedad, de unas tres docenas de inmuebles derruidos. Utilizaron carros de un supermercado cercano para llevar agua a la zona de rescate y retirar escombros.
Al caer la noche se colocaron grandes focos de luz en las zonas de recuperación, pero trabajadores y voluntarios pidieron luces frontales.
En el lugar donde colapsó un edificio de oficinas de seis plantas en la capital, las hermanas Cristina y Victoria López Torres formaban parte de una cadena humana para llevar agua.
“Creo que es instinto humano lo que nos impulsa a todos a venir a ayudar a los demás”, dijo Cristina López.
“Somos jóvenes, no vivimos el 85, pero sabemos que es importante salir a la calle a ayudar”, agregó su hermana.
Ricardo Ibarra, de 48 años, sí recordaba el sismo de 1985 y dijo que no había visto nada igual hasta ahora.
Vestido con un brillante chaleco naranja y cargando una mochila con una bolsa de dormir, dijo que él y sus amigos sólo querían ayudar.
“Ahora la gente es muy sensible porque precisamente hoy se cumple el 32do aniversario de una tragedia”, dijo.
También se derrumbaron edificios en el estado de Morelos, incluidos el ayuntamiento y una iglesia local en Jojutla, cerca del epicentro. Una docena de personas murió en Jojutla.
Parte de una escuela secundaria local, el Instituto Morelos, se derrumbó, pero la directora del centro, Adelina Anzures, dijo que el simulacro organizado por la mañana había venido bien.
Cuando llegó el sismo, agregó Anzures, niños y profesores salieron con rapidez y nadie resultó herido.
El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) reportó que el sismo registrado a las 13:14 local tuvo una magnitud de 7,1 grados y que el epicentro se ubicó cinco kilómetros al noreste de la localidad de Raboso, en el estado de Puebla. El movimiento tuvo 51 kilómetros de profundidad.
Buena parte de la Ciudad de México se alza sobre el lecho de una antigua laguna y el terreno puede amplificar los efectos de los temblores centrados a cientos de kilómetros.
El terremoto parecía no relacionado con el temblor de 8,1 grados de magnitud registrado el 7 de septiembre en el sur del país, que también se sintió en la capital mexicana y dejó 90 fallecidos.