Las formas de andar son muchas; es decir, de pensar con los pies que existe el otro lado. Una de las propuestas nos la ofrecen los Traspasos (Artes de México, 2014) de Antonio Zirión y Verónica Gerber Bicecci. Con sus exploraciones fotográficas y ensayísticas, ambos artistas repliegan desde el lenguaje visual y escrito la especulación sobre los pies.
Por Mariana del Vergel
Ciudad de México, 20 de agosto (SinEmbargo).- ¿Para qué escribir sobre los pasos si los ingleses ya lo han dicho todo? Pienso en Thomas de Quincey, William Hazlitt, Robert Louis Stevenson. Todos van sobre sus pasos, es cierto, pero ninguno va sobre los pies. Sus formas, tamaños, hábitos y señas particulares: una arquitectura compleja a la que se le presta poca atención porque nos la pasamos casi todo el día en las alturas.
La mayoría de las personas nacemos con los pies mirando al norte, pero sólo algunos —muy pocos— caminan hacia allá. Hay quienes deciden dar pasos “de ladito”; otros que nacen con uno o dos pies mirando hacia el sur: extrañas insistencias fisiológicas de orientarse hacia otro lugar; cambiar de perspectiva, torcerse. Las uñas enterradas, el pie plano y el equinovaro, el llamado “dedo del pie griego”, el talón de Aquiles, la hinchazón. Estas y otras circunstancias intervienen en cómo nos situamos, pero son también nuestro modo de tomar camino. Un paso tras otro. Un paso y un tropiezo. Una zancada.
Las formas de andar son muchas; es decir, de pensar con los pies que existe el otro lado. Una de las propuestas nos la ofrecen los Traspasos (Artes de México, 2014) de Antonio Zirión y Verónica Gerber Bicecci. Con sus exploraciones fotográficas y ensayísticas, ambos artistas repliegan desde el lenguaje visual y escrito la especulación sobre los pies.
El libro aborda una serie de locaciones cuyo orden es extraño y particular: Copenhague, Katmandú, Chalma, Delhi, Barcelona, Londres, La Habana, Distrito Federal. ¿Qué hay de unión entre esos sitios? Pasadizos, escaleras, calles, galerías, pasillos y túneles variados. No necesitamos ponerle un orden a todos los pies que pasan por esos lugares. Un paso camina detrás del otro dentro de una sola fotografía, pero también entre una fotografía y la siguiente. Luego, un paso se le atraviesa al otro; lo mismo con la mezcla o el collage de imágenes. Se trata de un trayecto variado —y caprichoso— que hace posible unir caminos aparentemente irreconciliables: pasar de un callejón pedestre a los arcos majestuosos de la mezquita Jama Masjid; de meter los pies en las aguas sagradas del río Ganges a balancearse en la parrilla de acero de un edificio en construcción en el D.F. ¿No es esta transición (arbitraria, extraña, compleja) en la que nos movemos normalmente? Transitamos de la tierra sagrada a la profana en menos de dos horas. Pasamos de la habitación más íntima, al lugar más abarrotado de gente.
Los terrenos que atravesamos al caminar y los que nos atraviesan tienen un lugar en el tiempo, es decir, tienen un comienzo y un final. Pero también, al ser transitados por otras personas, se desarrollan en un continuum, en una duración sin un comienzo o un fin visibles. Están en una mutación: su condición es la del constante tránsito. Un recorrido en el que andar descalzos o no, subir o bajar, caminar rumbo al trabajo o andar por casa, produce rutas sinuosas cuya orientación siempre guarda algo de incertidumbre.
Este libro está urdido desde espacios, sonoridades y texturas, en las que imagen y texto se unen con complicidad desde miradas diversas: mientras las fotografías nos sitúan en locaciones concretas sobre los lugares que pisamos, los fragmentos ensayísticos nos hacen ver la forma en la que andamos: nos invitan a pensarnos como pacientes —esa condición universal de la que todos seremos potencialmente partícipes— que se (pre)ocupan por sus pies: nuestra relación congénita con ellos, las dolencias nuevas, el simple hecho de querer darles cuidados preventivos.
Como si se trataran de consultorios, cada fragmento es una voz (un paciente) que confiesa su historial: “Ya no soy el mismo de antes. Creo que la experiencia fue tan dolorosa como parir, aunque mi ex esposa dice que no tengo idea de qué se siente. Lo que sí puedo asegurar es que lo de las uñas fue tan doloroso como cuando me sacaron las muelas del juicio. Sí, sí, me atendieron bien. Sí, en general. Tengo más confianza en mí mismo. Quería preguntarle si ya puedo usar tenis”. Hay otras voces que hablan de las preocupaciones que les acechan: “Sueño que no puedo ver mis pies, como si se movieran tan rápido que desaparecen”, expresa el paciente 3 que ha llegado al consultorio a decir que tiene miedo de que una parte tan importante de su cuerpo desaparezca.
Dialogando con la mirada estética de Alina López Cámara, las fotografías en alto contraste en blanco y negro de Zirión hacen que pongamos los pies en la realidad conocida. Luego, Gerber Bicecci nos invita, a través de sus fragmentos ensayísticos, a poner los ojos en la irrealidad desconocida, una vez que ya nos hemos situado en todo lo que nos resulta familiar. “El talón es el principal punto de apoyo del cuerpo humano durante la caminata, y también la metáfora de nuestro punto débil” explora uno de los fragmentos, a propósito de la anatomía humana y su carga simbólica. De este modo, ambos logran hacer un ejercicio de prolongación y recreación de los espacios imaginarios en el libro.
Podríamos clasificar nuestras pisadas por el calzado que llevamos, por la forma en la que posicionamos nuestros pies entre cada paso, por la velocidad, o hasta por la manera en la que nos detenemos para quedarnos estáticos. Buscamos marcar, dejar una pista en los lugares a donde fuimos o aspiramos a volver, pero “la huella del pie también es la parte que no se queda marcada”, recuerda Gerber Bicecci. Entonces, ¿cómo pensamos cuando pensamos en nuestros pies? Esta es una de las preguntas que generosamente nos hereda este libro: pasar otra vez por el mismo lugar de ayer, pero ahora preguntándonos cómo responden nuestros cuerpos.