Bueno. La historia era más o menos así: tras ser expulsado del vientre materno, de los cero a los cinco años eras un bebé, de los cinco a los 11 un niño; de ahí hasta los 18 se entraba en una etapa extraña y complicadísima en la que ni uno mismo sabía quién era. Un buen día despertabas con veintitantos encima y resultaba que eras un adulto: para siempre.
En ese momento ya tenías (o debías apresurarte a tener) un techo para ti solo, trabajo estable, una relación formal, empleo bien remunerado y uno de las mayores metas era terminar casado felizmente, viviendo en una casa con hijos y mascotas incluidos.
Sin embargo una serie de fenómenos demográficos sociales, tecnológicos y culturales, como la conquista femenina del espacio público, el aumento de la esperanza de vida, la crisis económica sumada a la falta de oportunidades han tambaleado, desdibujado las etapas de la vida, así como los objetivos y el estilo de vida de millones de jóvenes y adultos en México y el mundo, para dar paso a los “adultos emergentes” o kidults.
El término apareció por primera vez en 2000 en un artículo de la revista American Psychologist y fue acuñado por el psicólogo estadounidense Jeffrey Jensen Arnett para definir al grupo de jóvenes de 23 y 35 (ahora de hasta 40) años que son independientes –o no– de sus padres, trabajan o estudian, les gusta divertirse y gastan su salario en ellos mismos. A muchos no les interesan las relaciones, formales, tampoco el matrimonio o los hijos pues consideran que son un obstáculo para sus planes.
Básicamente existen dos tipos de los también llamados adultescentes: los hay exitosos económicamente; viven solos, con amigos, gastan su dinero en fiestas, gadgets, ropa, juguetes y viajes. Otros, en cambio, se ven obligados a permanecer en el hogar paterno debido a que tienen un empleo mal pagado o carecen de éste, por lo que amplían su preparación con alguna especialidad o doctorado. Los primeros pueden caer en el narcicismo y la incapacidad de comprometerse, mientras que el segundo tipo ante la falta de solvencia y oportunidades para ser independientes permanece “infantilizado”.
La tendencia es mundial así que México no escapa a ella, desde luego este suceso no es propio de todos los sectores sociales ni ocurre en todo el país: se da menos en las zonas rurales que en las urbanas, y más en los sectores medios o altos que en los sectores populares en la ciudad.
NACER, CRECER, REPRODUCIRSE…
La socióloga de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) con especialidad en estudios urbanos y doctora en Diseño, María Teresa Esquivel Hernández, explica que las etapas de la vida: infancia, adolescencia, madurez y vejez, son construcciones sociales y culturales que se establecen dependiendo de los cambios demográficos y sociales que se presenten. Actualmente la gente vive más –75.4 años en el caso de los mexicanos–, eso está recorriendo las etapas. Respecto a vivir por cuenta propia o con una pareja se está retrasando, en parte porque se tiene oportunidad para una mayor preparación.
En épocas anteriores había que crecer muy rápido, encontrar trabajo; muchos se casaban muy jóvenes, además, muy pocas mujeres se incorporaban al mundo laboral: “La principal meta era casarse, tener hijos y envejecer con la misma pareja, el cambio vino cuando la mujer pudo controlar su sexualidad y la natalidad, pues se abrieron oportunidades de estudio y de empleo”, señala Esquivel Hernández. Actualmente hombres y mujeres se casan más tarde o no lo hacen, porque saben que pueden trabajar y tener un proyecto de vida más allá del matrimonio y los hijos, ambos sexos pueden elegir vivir solos, casarse o no; las mujeres pueden ser madres aun sin contar con una pareja.
La especialista de la UAM insiste: “Si hablamos de la sociedad mexicana en general podemos ver que el factor demográfico, pero sobre todo el económico han provocado un retraso en la salida de casa, en contraer matrimonio y que se de prioridad a los estudios”. Según la socióloga, las generaciones pasadas estudiaban y al egresar había muchas posibilidades de empleo y de movilidad social. Una vez adquirido cierto nivel económico se podía pensar en formar una familia, actualmente no es tan sencillo, pues debido a la crisis económica, el desempleo y los malos salarios, el tiempo de estudio y de permanencia en la casa paterna se han extendido. “Ahora muchos concluyen una licenciatura y continúan con una maestría o doctorado (casi siempre financiado por los padres o alguna institución educativa) lo que hace que el ingreso al mercado laboral se vaya desfasando”.
Es importante destacar, dice, que si bien algunos permanecen en casa por protección o apoyo de sus padres, en otros casos también son fuerza de trabajo fundamental para la familia.
La también especialista en estudios urbanos agrega que la vivienda es otro aspecto fundamental, pues al carecer de residencia propia no se es realmente independiente, a lo que se añade otro problema importante: “No hay suficiente [vivienda] y es cara por lo que mucha gente no tiene posibilidad de adquirir una casa propia, por eso muchos comparten hogares con amigos, esto ha aumentado considerablemente, mucha gente no tiene lazos consanguíneos pero comparte vivienda”.
Se liga vivir en casa de los padres con la inmadurez, pero muchos de estos jóvenes son personas que desean ser independientes; sin embargo, las condiciones económicas del país no lo permiten, una gran mayoría se están quedando en casa porque carecen de la solvencia económica para poderse independizar, rentar –ya no pensemos en formar familia– “eso hace que se muchos sean dependientes de los padres, por lo que algunos están muy frustrados y se vuelven inmaduros; los padres se han vuelto más solapadores y eso no permite que crezcan”.
La socióloga señala que la generación anterior tuvo mayores oportunidades y “estudiar una licenciatura te abría infinidad de puertas”. Ahora, muchos terminan la carrera, no encuentran trabajo y estudian la maestría o el doctorado, “a veces encuentran empleos muy mal pagados, por lo que algunos padres les dicen aviéntate una maestría para que puedas competir, pero hay algunos que pese a ello no pueden colocarse”. El mercado laboral no ofrece trabajos que permitan la independencia, proliferan los contratos por honorarios, condiciones laborales deficientes que generan un panorama desalentador: “Se trata de un fenómeno local y mundial, el modelo económico les niega un futuro pese a estar más preparados y no pueden adentrarse en el mundo laboral, no hay un mercado. El modelo económico los excluye y no veo que ninguna autoridad planteé una solución para los jóvenes”. Añade que los jóvenes no podrán tener el nivel económico que tuvieron sus padres, sino que tendrán un nivel de vida más bajo: “No estamos en un país de oportunidades y si no ahorran para el retiro jamás podrán hacerlo”, sentencia.
JUVENTUD EXTENDIDA, NIÑEZ ACORTADA
Para psicólogos y sociólogos estamos en un tránsito hacia diferentes edades y responsabilidades: la adolescencia y la juventud se prolongan, incluso, científicos norteamericanos publicaron en abril pasado en la revista The Lancet, diversas investigaciones sobre la adolescencia donde afirman que sólo a partir de los 25 años una persona puede considerarse adulta, ya que antes de ese tiempo el cerebro no está bien equipado para evaluar riesgos o resistir situaciones estresantes, además a esa edad es cuando el cerebro está completamente formado.
Mientras que dichos periodos se amplían, la niñez se reduce “ya no son niños como tal, ya no juegan como las generaciones anteriores, reciben mucha información, las experiencias sexuales son a temprana edad, beben sin detenerse a pensar; la vida adulta implica responsabilidad y no la tienen, este es otro motivo por el cual se van recorriendo las fases. En estos días, una persona de 20 años ni siquiera puede mantenerse por sí mismo, mientras que otras generaciones a esa edad ya trabajamos y queríamos independizarnos, ahora no están ocurriendo eso por los factores mencionados”, refiere la experta.
Otro componente es la veneración a la juventud, el culto al cuerpo “para la sociedad ser viejo es una ofensa, no hay un reconocimiento a la edad madura, la vejez significa decadencia, pero puede ser una edad maravillosa: se puede hacer muchas cosas que generaciones anteriores no hacían: las mujeres tenían muchos hijos, menos años de vida. Cuando una mujer llegaba a los 60 años andaba enlutada, ya se le había muerto el marido, estaba llena de achaques enferma y con una vida cancelada pues le quedaba muy poco tiempo para tener una vida propia”, agrega la socióloga.
La parte favorable de este fenómeno es que ahora se puede continuar con la experimentación en el estilo de vida, la imagen, el empleo; algo que usualmente, se ligaba a la primera juventud.
Actualmente, jóvenes y adultos hacen cosas que generaciones anteriores, como padres o abuelos, nunca pudieron hacer: viajar, gastar su dinero en sí mismos, recrearse, tener tiempo para ellos mismos por lo que, en ese sentido, sí hay una conquista, un control de los años y la manera en que se viven: “Antes el equivalente a madurez eran el matrimonio, la familia era el propósito último, la intención de las personas era casarse formar una familia y envejecer con la pareja, pero ya no es así, esa ya no es la meta para una mujer o un hombre; el matrimonio no es el fin último y la vida sigue prometiendo muchas cosas”.
ADULTOS FRUSTRADOS Y A MEDIAS
Los jóvenes mexicanos abandonan el hogar paterno entre los 28 y los 30 años, lo que es bastante tardío según Esquivel, quien también agrega que permanecer en la casa de los padres indefinidamente no aporta ningún beneficio, “lo ideal es que tengan una vida autosuficiente, pero lo cierto es que no podemos meter en el mismo costal a todos, hay quienes se ubican en el mercado laboral a temprana edad, que han podido estudiar e incorporarse a trabajar, aunque un gran número de jóvenes aún no puede”.
Los kidults son medio adolescentes y medio adultos, ni lo uno ni lo otro. “Eso crea una crisis muy fuerte, algunos se vuelven muy irresponsables, ególatras, inmaduros; no se avientan a vivir”. En el otro extremo generan una gran frustración: anhelan la independencia asimismo deben soportar los “yo a tu edad ya trabajaba, ya tenía un hijo y tú, ¿para cuándo?”. Por lo que otra característica de esta generación es la frustración, pues no se tienen todas las ventajas de ser adulto y tampoco son adolescentes; socialmente no hay reconocimiento ni madurez, la cual más allá de la edad o el trabajo, implica la responsabilidad total de uno mismo: “Una persona no es madura si es incapaz de hacerse cargo, ya no digamos de otras personas –de sí misma–, se trata de responsabilizarse de su propia vida y poder hacer de ella lo que desee y considere importante, tomar decisiones sobre ella y asumir las consecuencias”, plantea la experta.
La adultez también implica aceptar la existencia de conflictos, malestares, frustraciones en todos los aspectos de la vida y aprender a enfrentarlos. Por lo que para la socióloga este momento de dificultad es el gran momento de los jóvenes para responsabilizarse de sí mismos, tomar decisiones, realizar acciones, alzar la voz y movilizarse socialmente: “Los jóvenes están saliendo a las calles porque no hay oportunidades, es momento y urge crearlas”.